Víctor Samuel Rivera

Víctor Samuel Rivera
El otro es a quien no estás dispuesto a soportar

Datos personales

Mi foto
Doctor en filosofía. Magíster en Historia de la Filosofía. Miembro de la Sociedad Peruana de Filosofía desde 1992. Crío tortugas peruanas Motelo y me enorgullezco de mi biblioteca especializada. Como filósofo y profesor de hermenéutica, me defino como cercano a lo que se llama "hermenéutica crítica y analógica". En Lima aplico la hermenéutica filosófica al estudio del pensamiento peruano y filosofía moderna. Trabajo como profesor de filosofía en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos; he trabajado en Universidad Nacional Federico Villarreal desde 2005. He sido profesor en la Facultad de Teología Pontificia y Civil de Lima hasta 2014. He escrito unos sesenta textos filosóficos, de historia de los conceptos, filosofia política e historia moderna. Tengo fascinación por el pensamiento antisistema y me entusiasma la recuperación de la política desde el pensamiento filosófico. Mi blog, Anamnesis, es un esfuerzo por hacer una bitácora de filosofía política. No hago aquí periodismo, no hago tampoco análisis político de la vida cotidiana- De hecho, la vida cotidiana y sus asuntos no son nunca materia del pensamiento.
Mostrando entradas con la etiqueta regímenes políticos. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta regímenes políticos. Mostrar todas las entradas

sábado, 26 de abril de 2008

China sí, Tibet no. 2008




Mucha gente me pide que escriba temas de actualidad. Que no cuelgue mis trabajos académicos sino que, al ritmo de otros blogs del ciberespacio académico peruano, dé mis opiniones sobre temas ordinarios. Esta vez, con la promesa de que habré de repetir esta actitud con una frecuencia ajustada a mi vida académica, pongo un antecedente.

Escribo esto para hacer una reflexión a favor de que el Imperio de la China, el país más próspero, justo y pacífico de la Tierra celebre, con paz, los Juegos Olímpicos del 2008. Elijo este tema porque he recibido una gentil invitación bastante desagradable. Me ruegan firmar un colectivo de la “sociedad civil” para aunarme a las personas que desean boicotear la realización de los Juegos Olímpicos con el argumento de que los “Derechos Humanos” exigen apoyar al Dalai Lama en sus pretensiones de recuperar el trono del Tibet, hoy provincia de China. Yo, por razones tanto filosóficas como humanas, tengo simpatía por la pluralidad de regímenes políticos. No me disgustan los reyes tradicionales, y de hecho les he dado mi apoyo en tanto son instituciones marginales dentro de una historia violenta, que es también la de la formación y triunfo de las repúblicas. En este sentido, las monarquías como la del Tibet (o la del Nepal) son una esperanza del hombre frente al mundo administrado del pensamiento único. Una esperanza venerable, ya que fundada en los envíos que han resistido el embate de la versión política de la tecnociencia. Hice esta argumentación de manera académica (aunque de modo indirecto y de pasada) en mi Belicosa y Pacífica, artículo cuya versión completa salió impresa en Valladolid en 2006, en la revista Estudios Filosóficos, cosa que me honra. Hoy no trataré de los temas del artículo, pero deseo que quede registrado que no tengo nada contra el Lama del Tibet. Tengo, sí incomodidad, por los postreros aliados de su caduco reino.

¿Quiénes son los defensores de la monarquía tibetana? Son la gente “global”, esto es, los defensores de la ideología política del capitalismo tardío. Las mismas personas que apoyan la restauración de la monarquía teocrática en el Tibet, serían incapaces, por ejemplo, de exigir la restauración de los Estados Pontificios, ocupados violentamente por Garibaldi en 1870, o de dar apoyo al actual soberano reinante Rajá del Nepal, que está a punto de ser depuesto por los maoístas de ese Reino de Asia, unos asesinos de la misma línea política genocida que el peruano “Sendero Luminoso”. Insisto. Personalmente, no veo problema en que haya teocracias en el mundo. De hecho, la América democrática es una teocracia liberal. No me resultaría inexplicable que el Estado de Utha, por ejemplo, resuelva proclamarse monarquía independiente de los Estados Unidos en función de su religión. Los apoyadores del Dalai Lama, sin embargo, ni hacen colectivos por el Rey del Nepal, ni solicitan firmas para la independencia de Utha, ni serían capaces de exigir que las tierras de la Iglesia secuestradas por Garibaldi sean devueltas al Papa. Están muy felices, en cambio de la independencia del Kosovo, una provincia serbia poblada por albaneses con apoyo consecutivo de Benito Mussolini, Adolfo Hitler y el célebre dictador comunista Mariscal Tito, un país, pues, que surge como consecuencia histórica del nazismo y que es un acto de violencia histórica contra una narración centenaria cifrada en el territorio ocupado bajo ese auspicio. Si uno se coloca en el cerebro del comportamiento global, esas actitudes parecen (y son) bastante contradictorias. Apoyar a Kosovo es aliarse con la eficacia histórica de lo más abominable de las dictaduras de los años 30’ (podría, de hecho existe, haber sido su parte no abominable). El Rey del Tibet consolidó en parte su independencia de la China en el primer tercio del siglo pasado en lícita alianza internacional con los regímenes nacionalistas de los imperios del Japón y de Manchuria, y luego con la amistad implícita de otros amigos del Eje, que vencido fuera, como sabemos, por la intervención de los mismos países cuya ideología sustenta la racionalidad de los actuales colectivos de la “sociedad civil”. Pero es notorio que la “sociedad civil” no actúa de manera contradictoria, entre otras cosas, porque no piensa; por el contrario: Su no pensar es lo que asigna a su comportamiento absurdo un sentido muy claro, que es respaldar la política internacional y los intereses geopolíticos actuales de los Estados Unidos o sus dependientes europeos, que son a su vez sus aportantes financieros, sea de manera directa o indirecta. La “sociedad civil” es tan inteligente como la televisión de cable, que hoy puede apoyar a la monarquía afgana en nombre de los “Derechos humanos”, como lo hizo en la ocupación soviética, y luego estar en contra de la misma monarquía, justamente, en nombre de los mismos “Derechos humanos” un lustro después, para apoyar la ocupación americana.

Como ya tengo lo hecho por suficientemente escrito, agrego, como una cuestión meramente pragmática, que estoy dispuesto a censurar la celebración de los Juegos Olímpicos en China si se admite la intervención internacional de las ONG de “Derechos humanos” y la ONU contra los países violentistas, por ejemplo, el que sostiene con su dinero tanto a las ONG como a la ONU. Si los activistas contra la China se hacen activistas contra Estados Unidos, entonces me sentiré moralmente obligado a reconsiderar cualquier sanción, aunque sea moral, contra el Gran Imperio de la China, la potencia mundial más próspera, justa y pacifista que conozco, lo más cercano a un país posmoderno exitoso. De antemano, como no creo en que los discursos sobre “Derechos Humanos” sean dignos de una inteligencia sana -como tan bien lo demuestra el uso social irracional que hacen de ese concepto las ONG proamericanas y su servicio global de prensa- adelanto, sin embargo, que ni aún en ese caso le vería sentido alguno a censurar a China, aunque sea moralmente, el que resulta el país más admirable que haya procesado la historia reciente del mundo. ¿No ha celebrado Estados Unidos Juegos Olímpicos? A los comunistas, cuya ideología hacía inaceptable el imperialismo americano, nunca se les ocurrió a lo largo del siglo XX, por ejemplo, que había que censurar unos Juegos Olímpicos en un país capitalista porque (ya que no hay para el comunista “Derechos humanos”, pura metafísica liberal) eso iba en cambio en contra de la emancipación del hombre en el socialismo o porque afrentaba la dignidad del proletariado mundial (global), agente final de la historia. China, por ejemplo, pudo haber argumentado eso muchas veces, dado que han sido también muchas veces sede de los Juegos países capitalistas. El hecho es que ni la China de Mao fue capaz de razonar de esa manera, entre otras cosas, porque los chinos, a diferencia de las cabecitas de la “sociedad civil” global- sí razonan.

Mis parabienes porque, en lugar de dar apoyo político al caduco Rey del Tibet, la “sociedad civil” se sirva estimular a los restos de la nobleza china y presione al gobierno administrativo del Celeste Imperio para el pronto restablecimiento de una monarquía en Pekín. Si en algo no se equivoca la “sociedad civil” es en que tener reyes es a veces mejor que tener presidentes del Partido.
 
VISITANTES
Contador
 
VISITANTES EN LINEA
tracker
 
ESTOY EN