Datos personales
- Doctor en filosofía. Magíster en Historia de la Filosofía. Miembro de la Sociedad Peruana de Filosofía desde 1992. Crío tortugas peruanas Motelo y me enorgullezco de mi biblioteca especializada. Como filósofo y profesor de hermenéutica, me defino como cercano a lo que se llama "hermenéutica crítica y analógica". En Lima aplico la hermenéutica filosófica al estudio del pensamiento peruano y filosofía moderna. Trabajo como profesor de filosofía en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos; he trabajado en Universidad Nacional Federico Villarreal desde 2005. He sido profesor en la Facultad de Teología Pontificia y Civil de Lima hasta 2014. He escrito unos sesenta textos filosóficos, de historia de los conceptos, filosofia política e historia moderna. Tengo fascinación por el pensamiento antisistema y me entusiasma la recuperación de la política desde el pensamiento filosófico. Mi blog, Anamnesis, es un esfuerzo por hacer una bitácora de filosofía política. No hago aquí periodismo, no hago tampoco análisis político de la vida cotidiana- De hecho, la vida cotidiana y sus asuntos no son nunca materia del pensamiento.
viernes, 23 de julio de 2010
Metarrelatos y geografía hermenéutica
Estimados lectores: Aquí la tercera pregunta del cuestionario. No olviden que no hay versión pdf (ya que va a salir impreso todo en unas cuantas semanas).
3) Dada la crisis de legitimidad de los grandes relatos, ¿cómo se concibe la posmodernidad hermenéutica en cuanto filosofía de la historia?
El lunes 28 de junio de 2010 Hugo Chávez, Presidente de Venezuela, ocupó la plana principal de la sección internacional de los diarios. Venía de reunirse en Caracas con Bashar al-Assad, el Presidente de Siria; el jefe oriental le había propuesto el puesto de Secretario General para la coalición internacional del “Eje del Mal”. Era una broma. Pero, como vamos a ver, es también una ironía filosófica. Una genealogía de la expresión “Eje del Mal” nos remite a una entera lección de filosofía posmoderna de la historia: la filosofía de la historia donde no hay más la idea de “la Historia” . Ésta es una forma más bien recurrente de caracterizar a la hermenéutica de Vattimo: una filosofía “hegeliana” de las instituciones y prácticas humanas en la que el Espíritu Absoluto ha abandonado el escenario . Pero hay una experiencia reciente que concede un lugar a su contraria y que está en la genealogía del “Eje del Mal”, precisamente. La hermenéutica como filosofía de la historia frente a la Historia universal que determina el carácter de “mal” del “Eje del Mal”. Estamos ante una paradoja cuyo punto de partida es la facticidad. Ésta es una observación metodológica sencilla, pero indispensable . La genealogía que haremos se remite a la facticidad, parte de ella y la hace sentido. Esto se debe a una herencia heideggeriana: la misma pregunta por el sentido tiene su lugar en la facticidad. Es la facticidad misma la fuente para ver ahora la concepción hermenéutica de la historia como la más sólida, como la argumentativamente más razonable y preferible frente a cualquier posición que desee rescatar algún pensamiento sobre la historia después del fin de la Historia.
Vamos ahora al “Eje del Mal”. Se trata de una frase que acuñó Georges Bush a inicios de 2003 para justificar el intervencionismo militar de las “democracias” contra Irak. Se trataba de una retórica de la violencia, pero no de cualquier violencia, sino de una violencia metafísica: desde la globalidad (buena) contra la excepción (mala). Bush quiso indicar que su referente representaba un extremo hermenéutico para la política internacional (global), el “mal” versus “el bien” . Es natural creer que se trataba de mera retórica. Pero los lenguajes públicos no son mera retórica. En una concepción hermenéutica de la racionalidad, la comprensión del lenguaje público no puede diferenciarse de su efectividad histórico-social. Esto debe interpretarse de esta manera: reconocemos un lenguaje público porque abre un horizonte de significado social, que son sus consecuencias. Éste es reconocible porque sitúa la propia comprensión de los interlocutores como parte de una experiencia histórica ésta o aquélla . El significado de la experiencia es debatible, es un diálogo, pero todo diálogo es acerca de la instancia no debatible de ciertos presupuestos que son, en última instancia, factuales: los osos polares quedan varados en Europa; el sistema de libre mercado se ha arruinado. Estamos ante “consensos” sin diálogo, que “se imponen” . Una manera heideggeriana de decirlo es que pertenecen al Ser o que los mensajes hablan en sus portadores . Respecto de su verdad, los mensajes sociales son ónticos, pero sus presupuestos factuales deben considerarse “ontológicos”. Esto es especialmente cierto cuando es referido a las discontinuidades radicales de la experiencia social. En una perspectiva hermenéutica las discontinuidades deben entenderse más como la apertura de historias no contadas aún antes que como fracturas dentro de un proceso más grande. En ambos casos algo continúa, pero de manera típica la discontinuidad (histórica) aparece como “nueva” . A esto lo vamos a denominar el novum. El novum es una verdad en la política, en la política tomada como una continuidad de eventos discontinuos.
En tanto referida a mensajes históricos, a la comprensión de expresiones como “Eje del Mal” le corresponde lo que podríamos llamar un “compromiso de traducción” de acuerdo a lo que sugiere la tradición filosófica que las ha gestado. Un segmento exitoso del lenguaje público es una verdad-monumento filosófico. De este modo, un lenguaje público pasa a la escucha del filósofo como el lenguaje que se ha impuesto socialmente (que ha llegado a ser real en la experiencia social), pero que en la reflexión se impone desde la historia de la filosofía o –si se me permite usar del lenguaje estándar de la tradición de Vattimo-, desde la historia de la metafísica. Pues bien. La retórica del “Eje del Mal” viene de la mano con una realidad efectiva que se relaciona con la comprensión social del sentido de la historia y sus exigencias normativas. Vamos a ver, examinando con Vattimo, que la genealogía del “Eje del Mal” es criterio de la puesta en marcha de una apertura de sentido nueva para la filosofía de la historia: que, en tanto que nueva, es parte de un compromiso de traducción que vamos a llamar “inaugural”: la inauguración de una historia que es filosóficamente nueva.
La genealogía de “Eje del Mal” aparece como una tensión conceptual entre dos enfoques sobre el concepto de la historia que han pugnado por la hegemonía del pensamiento político en los últimos años . Uno se asocia al liberalismo, que en nuestro esquema es la traducción social del nihilismo; el otro es el que permite gestar la hermenéutica nihilista y que vamos a llamar “historia eventual”. El primero de los enfoques corresponde a la concepción tradicional de la historia como lugar de la emancipación humana. Se trata de la conocida idea de la historia como un “metarrelato”, en este caso, el liberal. Recordemos su definición: un metarrelato es una concepción de la historia que establece el sentido de la interpretación del acontecer dentro de una narración total que integra y reconcilia las discontinuidades de la práctica humana como los costos marginales de una teleología. El enfoque liberal de la historia aparece de esta manera, como la narración total de la libertad, la democracia y los derechos. Al enfoque contrario lo hemos denominado “historia eventual” apelando a la noción de “evento” (Ereignis), que es centro y eje de la filosofía de la historia que surge de la recepción de Heidegger por parte de Vattimo . Con una simplificación, inevitable en este contexto, vamos a definir “evento” como la instalación de un hecho como “verdad” histórico-social: esto ocurre, impacta, y no podemos gacer de cuenta en lo sucesivo que no aconteció. “Evento” es fundamentalmente un acontecer que es histórico, pero no en relación a la historia total de los liberales, sino a lo que Vattimo llama en la Lezione di congedo “un envío específico”. Hay una tensión conceptual entre historia total e historia eventual. Pero esta tensión no se da en el nivel de la teoría sobre la historia, sino en la experiencia histórico-social del pensamiento del acontecer social efectivo, esto es, en el plano “ontológico”.
La tensión conceptual que tratamos puede resolverse en función de la postura del intérprete ante el novum. El novum es el nudo de la cuestión. En el enfoque liberal un metarrelato resuelve la novedad desde una perspectiva “interna”. Algunos países no son exitosos en términos de la economía de mercado: lo serán cuando hayan abrazado la democracia, o hayan intensificado su agenda de derechos, o hayan aumentado la “inclusión”. Como un hecho factual, en la solución interna se apela al metarrelato de la emancipación como irrenunciable en el mismo sentido en que lo es la globalización . Esto se debe a que se establece un paralelismo histórico entre dos “procesos”; si ambos se identifican como el mismo, va de suyo que las características de ambos pueden cruzarse en un horizonte de sentido único. Ahora bien: la emancipación, como todos los demás metarrelatos, corresponde con una lectura moral de la historia: la modernidad política entendida como emancipación incluiría unas ciertas creencias normativas últimas propias del liberalismo . Podemos suponer que se trata de creencias que tienen una fundamentación racional última de algún tipo, como en los neokantianos interlocutores de Vattimo . Pero para efectos de la hermenéutica nihilista y no nihilista la fuerza normativa de la globalidad es un asunto de facticidad: procede, no de la epistemología, sino del carácter irrenunciable de la experiencia histórica misma de las sociedades liberales. Cualquier lector educado de las secciones internacionales de los noticieros globales puede certificar este aserto que, lejos de ser una descripción teórica, es en realidad una constatación del lenguaje de la facticidad, así como su “compromiso de traducción” en conceptos. Ésta primera corresponde con lo que desde la década de 1990 se llamó el “pensamiento único” a partir de un ensayo de Ignacio Ramonet. En ese escenario el novum es y no puede ser otra cosa que una desobediencia respecto del “pensamiento único” irrenunciable: el saber que ha hecho posible la globalidad. Y si hay alguien que se afirma en el novum, entonces éste a la vez miente (pues niega el saber irrenunciable) pero, lo que es más terrible, es inmoral (atenta contra la universalidad del compromiso moral de la experiencia histórica planetaria): debe ser eliminado.
La segunda manera de resolver la tensión conceptual y abordar el novum es la que vamos a llamar “externa” . El núcleo es la idea de que si el novum es posible, su presencia instala una realidad que, por haber logrado imponerse, es “verdad”. Si creemos la historia de la emancipación, pero observamos que esta verdad no corresponde con las claves morales de esta historia, lo consideramos un envío propio, con el que habrá que negociar pero, ante todo, habrá que aceptar. Se trata de un problema, no de moralidad, sino de geografía. “Interno” y “externo” son definiciones de espacio. Creo que si se aplica esta distinción a la vigencia de los metarrelatos se hace posible explicar los dos extremos de la tensión del “mal” del “Eje del Mal”. De un lado, las demandas de universalidad y necesidad de las instituciones y creencias liberales en tanto se aplican a la geografía del dominio liberal. De otro, es posible comprender a la par la legitimidad de lo nuevo, la legitimidad de los rivales factuales de la globalidad como lo que son, sus enemigos. No importa si los agentes del novum se hallan en La Habana, Caracas, Teherán, Moscú, Pekín o Roma (o en el Cielo). En el enfoque externo el “mal” es más bien el límite fáctico de las demandas de los metarrelatos. Es el límite a partir del cual ya no es posible instalar el metarrelato ilustrado en términos histórico-sociales. Es el acontecimiento de una frontera. La globalización tecnológica e incluso económica son inevitables e irrenunciables, pero tienen una geografía diferente a la de la vigencia del programa normativo ilustrado. Mientras que en la primera habría en efecto una experiencia universal del ser humano, la segunda tiene de hecho un límite: un ámbito de pertenencia efectiva (histórico-social) respecto del relato moderno de la emancipación como idéntico con el programa del Occidente .
¿Es posible la experiencia del límite? Cuando Bush estableció en 2003 la diferencia entre el ámbito del bien y del mal como hermenéutica de la política global quedó claro desde la “traducción” filosófica que cualquier disidencia en la interpretación más general de las instituciones y creencias liberales era inmoral; esto es, presupone la imposibilidad de aceptar el límite. Pero esta imposibilidad se puede retraer en último término a una visión de la eficacia histórica del pensamiento, esto es, a la posibilidad factual de una imposición ilimitada. Esta posibilidad aterradora puede comprenderse dentro de los parámetros de la propia historia eventual. Pero la posibilidad de la imposición ilimitada tiene su realización en las mismas consecuencias que hoy nos permiten pensar en su límite. En 2003 había una chance efectiva de que el metarrelato de la emancipación (liberal) fuera la auténtica y única ruta de la historia humana: si el Occidente se imponía de hecho frente a cualquier disidencia. Entonces las anomalías incomodarían poco. Pero simplemente el devenir de la experiencia de la globalidad misma nos sugiere pensar las cosas desde la historia eventual y no desde la de Bush. Luego, toda insurgencia posible en términos institucionales o de creencias socialmente eficaces contra la globalidad aparece son un novum y es el novum y no la solución de discontinuidades en un metarrelato la experiencia presente de lo histórico. El novum genera la experiencia histórico-social de lo que alguna vez llamó Vattimo, en la década de los 80’, el “temor a las consecuencias nihilistas y reaccionarias” de la hermenéutica . Desde la emancipación (pero su ser es la no-emancipación en la historia efectual planetaria) el novum deviene la ironía del mal, que asoma desde fuera.
Tenemos razones para creer que los ámbitos de interpretación de la experiencia son en realidad siempre limitados, pero no es el momento de desarrollar esas ideas aquí. Su carácter fáctico, referido a la facticidad de los acontecimientos humanos en tanto que globales nos llevan también a esta consecuencia: Si acontece que no es posible la imposición ilimitada en términos de instituciones y creencias del Occidente liberal, estamos en la obligación conceptual de aceptar el límite. Esta experiencia reconocería el límite en la incapacidad de incorporar las experiencias históricas al modelo de instituciones, prácticas y creencias “normativas” de la Ilustración tomadas como una realidad. La historia eventual encuentra el límite fáctico de la geografía de la historia de Occidente más allá del cual “algo está aconteciendo”. Volvamos ahora al “Eje del Mal”. El contexto histórico-social, el significado ontológico del pensamiento único como realidad planetaria ha sido sobrepasado por el novum, que permite ver en la disidencia global una verdad del Ser. “Ocurrirá cada vez con mayor frecuencia que los shock al final provengan del exterior, de las iniciativas del terrorismo o de la revuelta de los pueblos “terceros” hartos de consumir solo migajas” .
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