Víctor Samuel Rivera

Víctor Samuel Rivera
El otro es a quien no estás dispuesto a soportar

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Doctor en filosofía. Magíster en Historia de la Filosofía. Miembro de la Sociedad Peruana de Filosofía desde 1992. Crío tortugas peruanas Motelo y me enorgullezco de mi biblioteca especializada. Como filósofo y profesor de hermenéutica, me defino como cercano a lo que se llama "hermenéutica crítica y analógica". En Lima aplico la hermenéutica filosófica al estudio del pensamiento peruano y filosofía moderna. Trabajo como profesor de filosofía en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos; he trabajado en Universidad Nacional Federico Villarreal desde 2005. He sido profesor en la Facultad de Teología Pontificia y Civil de Lima hasta 2014. He escrito unos sesenta textos filosóficos, de historia de los conceptos, filosofia política e historia moderna. Tengo fascinación por el pensamiento antisistema y me entusiasma la recuperación de la política desde el pensamiento filosófico. Mi blog, Anamnesis, es un esfuerzo por hacer una bitácora de filosofía política. No hago aquí periodismo, no hago tampoco análisis político de la vida cotidiana- De hecho, la vida cotidiana y sus asuntos no son nunca materia del pensamiento.

domingo, 28 de febrero de 2010

Dios, Patria y Rey (II). Javier Prado y Montealegre


Para mis lectores historiadores del pensamiento político y la filosofía peruana. La lectura de este post debe sujetarse a la de sus precedentes en la numeración “Dios Patria y Rey”. Pronto voy a colgar una selección de archivo aparte de filosofía en el Perú.

A los lectores hermeneutas: les ruego que tengan paciencia. Esta misma semana sobre el Terremoto de Concepción (Chile) y el paralelismo histórico. ¿El evento toca ya las puertas del mundo?

Pronto: Hermenéutica de la actualidad. En abril o mayo regresamos con “Lezione di congedo” de Vattimo y otros comentarios de hermenéutica..

Arriba: Patricia Aspíllaga, la última rubvia del viejo régimen peruano.

Dios Patria y Rey (II)
Carácter de la literatura del Perú independiente (1905)
Parte I: La composición del libro monarquista


Víctor Samuel Rivera
Universidad Nacional Federico Villarreal





Sabemos que Riva-Agüero inició la redacción de su tesis de bachiller en letras apenas al año siguiente de haber ingresado a la universidad. Eso quiere decir que ya la tenía virtualmente pensada desde el colegio, también que debía contar con parte importante del material necesario para ese efecto, leído ya en gran medida. Por propia confesión, sabemos también que tenía escrita casi la tercera parte hacia fines de 1903, hasta la página 67 exactamente. Entonces, en el verano de 1904, a la altura del baile en casa de Barreda, por alguna razón que es fácil sospechar, el escritor detuvo la composición. Esto coincide con el año lectivo en que Montealegre estudió Historia de la filosofía con Javier Prado en la universidad. Es interesante saber que la parte de la tesis que afecta la obra de Javier Prado se halla justamente después de la antedicha página 67, esto es, que fue escrita cuando el curso había terminado. Pero no nos adelantemos. La composición siguió desde fines de 1904 para prolongarse hasta el año siguiente, en que la concluyó. Como recordará el lector del post anterior, nuestra postura es que Carácter de la literatura tiene como referente un libro de Prado de 1894, Estado social del Perú bajo la dominación española, célebre discurso muy alabado en su tiempo. Es importante ahora anotar cuál es el tema de la obra para analizar luego cómo está compuesta. No debe sorprendernos al final que su organización interna obedezca a refutar la tesis de Prado.





El texto de Carácter de la literatura del Perú independiente es, en términos generales, un estudio de historia literaria. Es frecuente –y, en cierto sentido, hasta es natural- considerar el trabajo como un libro de crítica o historia literaria. Es un hecho innegable que Carácter de la literatura contiene una historia de la literatura peruana republicana que, además, es la primera de su género. El cuerpo de la obra es una exposición pormenorizada en escuelas, autores y obras, del conjunto del trabajo literario del Perú durante el lapso de los 80 años que separaban el final de la monarquía peruana (1824) de la fecha de la publicación del texto (1905). Pero al lector entre líneas no puede escapársele que el tema del libro no es realmente la historia de la literatura peruana. En efecto: el título mismo ofrece un indicador; se trata, no de literatura, sino del “carácter” de ésta. Esto es: hay literatura, pero no sólo ni principalmente literatura. Esto quiere decir: la historia tiene la función de exponer el “carácter”, el carácter nacional a través de la historia literaria. Si éste es el caso, antes que un libro de literatura, tenemos uno de sociología, esto es, de filosofía social positivista. En 1890 una tesis de criminología de Prado de 1890 había difundido la expresión “carácter nacional”, lo que a nadie podía escapársele en Lima en 1904. Bajo la impronta criminológica de Prado el asunto es más claro: se trata de un trabajo de filosofía para hacer un diagnóstico del “carácter” en relación con las virtudes y vicios de la “raza”. Pero el título sugiere también otra cosa: se trata de examinar los vicios y las virtudes de la raza bajo la república. Veamos ahora cómo está compuesta la obra.

Carácter de la literatura contiene siete secciones señaladas por el índice temático en números romanos, I-VII, que podemos dividir a su vez en dos partes en orden a su contenido, en una parte “sociológica” y otra “narrativa”, respectivamente. La primera parte está fundamentalmente conformada por las secciones I y VII, esto es, la inicial y la final. La otra, por las secciones II-VI, que aparecen como el cuerpo del texto y hacen la historia literaria propiamente dicha. Es fácil pensar que la Sección I es la introducción y la VII la conclusión del resto del texto, pero es también sencillo notar que el tema de las secciones I y VII no es la literatura, sino la psicología social o sociología. Literalmente, tratan de temas “sociológicos”, o de “psicología peruana”, lo que remata todo en lo mismo: filosofía social positivista. Hay una premisa central de esta naturaleza que sirve de punto de partida al resto de la investigación, que podríamos resumir así: la literatura expresa las características políticas de un pueblo, su “genio” o su “carácter”. Ese carácter es la psicología del pueblo, su ser así o asá, de tal manera que, si queremos identificar los problemas o las perspectivas políticas de ese pueblo, es necesario estudiar su producción literaria. Es una manera de decir que la agenda de futuro de una nación depende en parte del estudio sociológico de su historia literaria. Ese estudio sociológico coincide con un examen psicológico de tendencias, virtudes o vicios. Como ya sabemos, en lo último se trata de la idea de que los pueblos tienen un “carácter nacional” cuyo origen es la criminología de Javier Prado.




En 1890 Javier Prado había establecido que en “la observación psicológica” (o sea, el trabajo que está haciendo Riva-Agüero) hay que “recurrir a todas las ciencias que procuran interpretar y reglar los fenómenos sociales”. Prado pensaba en todo, menos en la literatura. Justamente por eso, no es muy difícil entrever que el concepto de “carácter nacional” de Prado de las secciones I y VII va a interpretarse con la influencia de otro autor, uno que sí hubiera hecho psicología colectiva en base a la historia literaria, que no era Prado. El modelo por antonomasia pertenecía a la misma corriente positivista de la que Prado era representante en el Perú. Se trata del pensamiento histórico social de Hyppolite Taine, un autor socorrido y de moda para el 900. La idea de que el carácter nacional se vincula con la historia y la evaluación de la producción literaria de un pueblo es la tesis central de la Histoire de la littérature angalise de Taine. Este libro es un estudio de la psicología social inglesa a partir de su producción literaria, que es lo mismo que Montealegre se estaba proponiendo hacer. Esta interpretación del “carácter nacional” bajo la inspiración de Taine debe haber parecido obvia para cualquier persona educada de comienzos del siglo XX. De hecho lo puso así de manifiesto Francisco García Calderón en una reseña de 1906, dejando presente su extrañeza porque la obra mentada no hubiese sido citada. Riva-Agüero prefirió colocar como referencia otro texto de Taine: los Essais de Critique et d’Histoire, a los que agregó En torno al casticismo, de Miguel de Unamuno. Ambos libros eran recientes, de 1892 y 1895, respectivamente, y su fecha sugiere al lector entre líneas compararlos con la fecha de imprenta de Estado social de Prado.



Ahora tenemos un indicio de cómo ha de interpretarse el resto del texto: la historia literaria debe entenderse entera como psicología colectiva, esto es, en función de su interpretación bajo un código de filosofía política positivista. Pasemos ahora al cuerpo de Carácter de la literatura.

Resulta ostensible que las partes II-VI de Carácter de la literatura constituyen en su conjunto la historia de la literatura “del Perú independiente”, esto es, de la República Peruana entre 1824 y 1904; estas secciones conforman la parte “narrativa” del documento. Esta parte a su vez hace un conjunto que puede dividirse en tres: 1. Un resumen de la historia literaria durante la monarquía más un examen del estado general de la literatura y las influencias de ésta en el periodo en que se introdujo en el Perú el régimen republicano; se trata de la Sección II, que incluye acápites para dos grandes figuras literarias: José Joaquín Olmedo y Mariano Melgar. Riva-Agüero pasa luego a 2. la historia literaria propiamente dicha, que abarca las secciones III-V. Esta historia está dividida por periodos clasificados de acuerdo al estilo o escuela dominante, una sección para cada uno; para cada uno de los periodos se hace una reseña cronológica de los autores que pasan por “tipos representativos” de cada estilo o escuela: este procedimiento incluye regularmente una semblanza de cada autor, así como un examen más o menos detallado de sus obras. Esto permite establecer para las secciones III-V la siguiente clasificación: a la Sección III corresponde el periodo “clásico”, a la IV el “romántico” y a la V el “moderno”, respectivamente. 3. La Sección VI es un apéndice; el índice la rotula “La generación actual”, pero es manifiesto que VI no continúa la historia de III-V, sino que es una sugerencia de posibles talentos contemporáneos; esto se comprueba por su extensión de apenas dos páginas. Ahora bien: la división en secciones de la parte narrativa se basa en una concepción política que atraviesa II-VI transversalmente. Resulta que esta concepción transversal es “sociológica” o de “psicología peruana” y empalma, por tanto, con las secciones I y VII. Esto confirma la esencia filosófica del conjunto, que habremos de examinar ahora.

Como hemos visto, exceptuando la Sección II, la parte narrativa de la tesis de bachiller de Riva-Agüero se divide formalmente en periodos cronológicos marcados por sus autores representativos “clásico”, “romántico” y “moderno”. La premisa central para esta clasificación aparece en la Sección II, que la presenta. Según ésta, la literatura peruana, como fenómeno social, consiste en una actividad eminentemente imitativa. Escribe Riva-Agüero que: “Las sociedades inferiores, débiles y jóvenes, viven casi por completo de la imitación de las sociedades poderosas y adelantadas. La originalidad es allí rara” . Esta postura da el título mismo a la Sección II, “La imitación en la literatura peruana”. En esto se reproduce de manera genérica la teoría para los cambios sociales y culturales del sociólogo francés Gabriel Tarde, en Les lois de l’imitation, que es expresamente citado. La idea básica tomada de Tarde es que las culturas “poderosas y adelantadas” se caracterizan porque logran plasmar tipos y modelos culturales propios, “originales” de sí mismas; las más “débiles y jóvenes” serían -en cambio- copias, dependientes de los (las) anteriores. El objetivo del texto según esto es establecer “cuáles han sido las influencias que han dominado” (en cada periodo) y “señalar la parte de originalidad”. Bajo los parámetros de II, las secciones siguientes, III-V resultan marcadas por la fuente o “influencia” de la imitación. Carácter de la literatura presenta dos modos de “influencia” literaria en general, bien a través de autores eminentes, “modelos” o “tipos representativos” de un estilo, bien de influencias nacionales, esto es, los caracteres literarios propios de una literatura particular. Nos acercaremos al texto en el orden inverso: primero las influencias nacionales, luego la de los tipos representativos, esto para que la interpretación política del libro y su relación con la obra de Prado de 1894 sea más evidente.

Continuaremos la semana que entra.

Caetera desiderantur

lunes, 22 de febrero de 2010

Dios, patria y Rey. Montealegre y Javier Prado (I)



Dios, patria y Rey (I)
Javier Prado y el marqués de Montealegre (1904-1905)


Víctor Samuel Rivera
Universidad Nacional Federico Villarreal

La versión final de este texto, impreso en Arauraria, 24, 2010, desarrollado y con notas, es accesible en pdf desde aquí.



Era 1904. José de la Riva-Agüero, futuro Marqués de Montealegre de Aulestia “preparaba entonces su bella tesis de Letras: Carácter de la literatura del Perú independiente, a la que Unamuno consagró varios artículos llenos de elogios”. Los amigos Francisco García Calderón y José de la Riva-Agüero caminaban de un lado para el otro del salón; conversaban acerca del Conde de Maistre y Emilio Castelar. Una Lima aún colina de conventos, colmada centenaria de torres que llamaban a adorar al Santísimo Sacramento, de luz colapsaba esa noche en el palacete de Don Enrique Barreda. Admiración y loor del pueblo de la Ciudad de los Reyes, refulgía allí en pleno la aristocracia. Estaban Raymundo Morales, Mansuelo Canaval, Carlos Zavala, José Gálvez, Felipe Sassone y otros grandes jóvenes señores de Lima. Era el primer gran baile social al que asistían García Calderón y Riva-Agüero: pero ellos mismos no eran amigos de bailar. Los dos grandes genios generacionales del Perú preferían ir caminando de un extremo al otro discutiendo sobre quién era más inteligente: si los profesores Mariano Cornejo o Javier Prado. Sus amigos del colegio francés se turnaban esa noche la mano de la espléndida Paquita Benavides. Ella les prodigaba con prudencia “su majestad un poco prematura”. Estupenda, reposaba su belleza impávida María Olavegoya.

Durante el baile en casa de Don Felipe Barreda se hizo un brindis por José de la Riva-Agüero: Lizardo Alzamora, entonces el decano de Letras de San Marcos, interrumpió un instante la recepción para invocar con grandes halagos y celebrar con una copa la brillante carrera del joven positivista, el joven nietzscheano y anticristiano cuya tesis Carácter de la literatura estaba entonces ya avanzada. Monseñores Tovar y Roca, sorprendidos a la alabanza del talento del aristócrata, veían severos la escena desde una esquina, cubierta su incomodidad ante el irreligioso en elegante traje clerical. Desde la esquina opuesta del salón de los Barreda observaba solitario Javier Prado: era el filósofo más importante de la Lima positivista.

En el ambiente amigable de la vida social espléndida de lo que la historiografía peruana conoce como “la República aristocrática” Javier Prado (1871-1921) era el filósofo positivista más reconocido del Perú. De hecho, Prado era famoso por haber introducido al país este tipo de filosofía de manera profesional y académica. Prado además era aún bastante joven para 1904, sólo trece años mayor que Montealegre. Para la fecha del baile de los Barreda venía de haber sido profesor de Riva-Agüero en el curso de Historia de la filosofía en la Facultad de Letras regida por Alzamora. Hay testimonio del aprecio que tenía Riva-Agüero por el profesor positivista, cuyas enseñanzas seguía en gran medida en la composición de su tesis: pero esta simpatía escondía una incomodidad profunda, que los modales de Lima obligaban a llevar en el misterio. Y es que sobre la familia de Javier Prado pendía un terrible problema social. Era un asunto derivado del comportamiento de su padre, el General Mariano Ignacio Prado. Prado papá había tenido un lamentable desenvolvimiento durante la Guerra del Pacífico (1879-1885).

El General Prado había sido en fechas de la guerra el Presidente de la República. La opinión pública lo acusaba de haberse escapado a Europa; lo acusaba del doble cargo de desertor y ladrón. Escribe Montealegre a Unamuno en 1906: “El General Mariano Ignacio Prado no fue únicamente gobernante rapaz sino totalmente inepto”, “y, lo que es más, desertor del mando supremo en los angustiosos momentos de una tremenda y desgraciada guerra nacional”. Aunque no era probado que Prado papá hubiera robado dinero del Estado, su familia, luego de terminado el conflicto, hacía gala de una extraña ostentación que cernía sobre sus miembros una fama vergonzante. Quizá es necesario apuntar que es un lugar común de la historiografía del pensamiento político peruano que los jóvenes de la generación del 900 eran especialmente sensibles ante todo lo relacionado con la guerra. Estos bailes con los Barreda y Paquita Benavides resultaban, después de todo, bastante desagradables. “Todos en el Perú, yo inclusive” –escribiría Montealegre un par de años después- “nos hemos hecho cómplices en tolerar a la familia” (Prado). “Infinito me cuesta contar tales vergüenzas”, añade. Hacía referencia a los banquetes y bailes compartidos con Javier Prado.

Por insólito que parezca, precisamente el año del baile de Enrique Barreda, los mismos jóvenes aristócratas organizaron un brindis para Javier Prado. Ese año de 1904 se celebraba una década de la publicación del libro más emblemático del positivista, un ensayo filosófico-político que se consideraba en la época su obra magistral. El texto se llamaba Estado social del Perú durante la dominación española, y había sido impreso en 1894. El joven filósofo positivista era llamado ese año para desempeñarse como plenipotenciario en la Argentina “y encargado de una misión secreta con Chile”. Con arrepentimiento escribe Riva-Agüero al respecto que había contribuido él mismo “a organizar una fiesta de la juventud en su honor”. “Olvidando de la historia” “lo que yo debía a mi misión y a la patria”. Agrega: “le pronuncié (entonces) un discurso elogioso”.





De alguna manera Javier Prado se había ganado su propia fama a través de la vida académica. Ya de 1888 databa su primer libro, El genio, pero sus textos decisivos para la historia de la filosofía peruana fueron los dos siguientes. En 1890 redactó El método positivo en el Derecho Penal y en 1894 su Estado social. Riva-Agüero iba a hacerse cargo de apropiarse e invertir el significado político de las dos últimas obras. La de 1890 era una tesis de criminología, y sería muy famosa en la historia del Derecho Penal en el Perú. Esa tesis contenía además un concepto filosófico que era parte del ingreso de la psicología colectiva en el Perú, era el “carácter nacional”. Los países tenían una psicología colectiva, un “carácter” social que podía ser conocido a través del método estandarizado de la ciencia positiva. El diagnóstico del “carácter nacional” era útil socialmente: permitía establecer las virtudes y los vicios de un pueblo, aquello para lo que éste era apto y aquello para lo que carecía de cualidades; también sus más atávicos defectos. En Javier Prado la idea del carácter nacional venía ligada con un poderoso ingrediente de racismo “científico”. Su fuente eran las ideas racistas del Conde Gobineau, la psicología social de Gustave Le Bon y el evolucionismo de Herbert Spencer. Con estos antecedentes, se tipificaba la psicología colectiva a través de la herencia genética y la influencia del medio geográfico y el clima sobre las razas. La filosofía positiva podía ir en auxilio de las ciencias sociales, por ejemplo, del Derecho Penal.

Estado social fue el discurso de apertura del año académico en San Marcos en 1894. Se consideró en su tiempo una pieza excepcional de aplicación de las nuevas doctrinas positivistas al pensamiento social y político, recibiendo por ello de inmediato el aplauso de los más destacados catedráticos de la Facultad de Letras, Alejandro Deustua (1849-1945) y Pablo Patrón. El texto de Prado tenía por agenda dos cosas; la primera era poner de manifiesto, a través del método positivo, las ventajas de las instituciones y prácticas del sistema republicano de gobierno sobre el monárquico; la segunda era defender la concepción positiva de la filosofía como proyecto social, como visión de “progreso” a través de la ciencia y la libertad. Esto se observa claramente en la división del texto.

Estado social se divide en cuatro secciones I-IV, siendo las tres primeras evaluación de determinadas prácticas e instituciones sociales y la última una serie de observaciones correlativas de comparación del régimen tradicional con el moderno. La sección I trata sobre el régimen monárquico, la sección II sobre el catolicismo y las instituciones religiosas; la sección III es un examen sobre las razas que componen el Perú, su cruzamiento y los factores geográficos que influyen sobre ellas. Como emplea el modelo de criminología de 1890, hace un listado de las virtudes y los vicios del “carácter nacional”. Está implícito que el sistema institucional de la monarquía española debía ser sustituido por uno radicalmente nuevo, la república, con la premisa implícita de que el régimen nuevo es más apropiado para el “progreso”. En la sección IV encontramos tres conclusiones, una por cada una de las tres secciones anteriores; república, laicismo y “progreso”. Y el “progreso” requería un quiebre radical con la tradición institucional española: acabar con las distinciones, fiestas, religión y costumbres sobrevivientes del Antiguo Régimen peruano; en pocas palabras: romper con la tradición. Es el programa general del liberalismo positivista.

Del libro de Javier Prado de 1894 nos interesan, antes que sus premisas, sus conclusiones. Su punto de partida en un acendrado determinismo racial, que en buena parte compartía José de la Riva-Agüero. Era un lugar común de la filosofía política del último tercio del siglo XIX, originado en autores como el Conde Gobineau y los sociólogos positivistas Herbert Spencer y Gustave Le Bon, autores de moda en la universidad peruana del 900. Compartía también con Prado la idea del método positivo como una manera de comprender las instituciones sociales. Incluso estaba Riva-Agüero de acuerdo en líneas generales con la tesis criminológica de 1890. De hecho, ya desde que era alumno de Prado en 1904 estaba en marcha la tesis “Carácter de la literatura”, esto es, una tesis de filosofía social, en el mismo sentido que las de Prado de 1890 o 1894. Era una tesis sobre el “carácter nacional” y, por lo tanto, una evaluación de las virtudes y los vicios del pueblo peruano, aunque esta vez desde el ángulo de la historia literaria. Ahora bien. Aun compartiendo puntos de vista substanciales, Riva-Agüero no encontraba que la obra del maestro fuera muy sólida. Del amplio y detallado estudio de las razas que componen el Perú, su degeneración y cruzamientos, no se deducía las rotundas afirmaciones de Prado. De las tres premisas no salían las tres conclusiones. No se deducía que “el gobierno republicano (es) el más avanzado y perfecto de todos los sistemas políticos”. Tampoco quedaba muy claro si la religión que durante la monarquía “estableció un fanatismo abrumador en lugar de propagar las verdaderas enseñanzas del Evangelio” iba a correr mejor fortuna si “el poder religioso” ya no estaba más “íntimamente unido al poder monárquico”. Y, por supuesto, era muy discutible que el mero cambio de régimen de la monarquía religiosa a la república laica fuera en sí mismo un modo de corregir los efectos que el cruzamiento racial y el clima tibio del trópico habían causado. Javier Prado, pues, tenía una pera en dulce.

Para García Calderón y Riva-Agüero el episodio de la guerra de 1879 marcaba especialmente su vida, tanto académica como moralmente. El padre de García Calderón había sido Presidente provisional de la República en la ausencia desertora del papá de Javier Prado; mientras el General vivía holgado y desertor en París, García Calderón padre era a un tiempo prisionero y desterrado. En el brindis de 1904, en presencia de Francisco García Calderón, su mejor amigo, Montealegre debía sentirse bastante incómodo halagando al que en privado tomaba por hijo de un traidor y un delincuente. “Los hijos del General” –escribe Riva-Agüero a Unamuno- “intentan” “hacerse perdonar su triste historia” “con el prestigio de sus riquezas y con la afabilidad que han adoptado”. Pero no habían tenido mucho éxito realmente. En el banquete para Prado estarían otra vez Morales, Canaval, Zavala y Felipe Sassone, estaría José Gálvez y Francisco García Calderón. No se podía desairar a Prado. Pero tampoco lo halagaría con sinceridad. El joven marqués, que tanto admiraba al maestro, no podía darle mejor tributo que demostrarle cuán lejos podía llegar a interpretar el país alguien que, siguiendo los principios de la filosofía que él mismo había impuesto, no deseaba ningún vínculo con “los Prado”. ¿Cómo mostrar su posición frente a Prado sin dejar de respetarlo como maestro? ¿Cómo podía Riva-Agüero diferenciarse del filósofo de la familia “vergonzante”? Existía una manera: era mostrarle que su tesis tan famosa estaba equivocada.

En efecto. Una manera gentil de afrontar la situación tan incómoda que venimos describiendo era dedicándole a Prado la tesis que estaba redactando en 1904. Era demostrar que la obra de Prado era incompatible con el pensamiento de los jóvenes que le ofrecían banquetes y bailes. En el brindis del banquete a Prado ofrecido por él mismo escribe el Montealegre de 1904: “Aquí se ha hecho alusión hace poco, brillantemente, al más célebre de vuestros escritos, a vuestro discurso sobre el coloniaje, que han leído con avidez cuantos se interesan por nuestra historia patria”. Carácter de la literatura saldría a la imprenta un año después. La obra de Riva-Agüero estaba en camino de ser la refutación del más admirable texto que Prado jamás hubiera redactado: con el mismo método, con los mismos presupuestos, con la expresa idea de mostrar que las conclusiones de la sección IV de Estado social no eran la consecuencia razonable de las premisas de las secciones restantes. Agrega en su discurso Riva-Agüero esta deliciosa ironía: “No es lisonja” -le dice a Prado- “porque en la conciencia de todos está” que “aquel trabajo juvenil se contará siempre entre las más exactas y excelentes aplicaciones que en el Perú se han hecho de los modernos de sociología”. En efecto: no era lisonja. Era una ironía maliciosa. Prado lo comprendería todo al leer la tesis de Riva-Agüero. Los demás circunstantes del banquete lo sabrían también.

martes, 16 de febrero de 2010

Respuesta a Sinesio López (de Ricardo Vázquez Kunze)



SL y la Izquierda en el Perú

Ricardo Vázquez Kunze


(aparecido en Perú 21, 15/02/10)



El profesor Sinesio López (SL), reputado sociólogo, ha escrito no hace mucho en La República, un artículo sobre la Derecha en el Perú. Como SL parece dominar el tema igualando ideológicamente a De Bonald con Von Hayeck o a Popper con Riva-Agüero, tal vez, abusando de su militancia de Izquierda, pueda ilustrar a muchos, entre los que me incluyo, sobre qué significa ser de Izquierda en el Perú. ¿Qué filosofía la inspira? ¿Qué ideología la orienta? ¿A qué organizaciones, líderes y programas adhiere? ¿Cómo opera? ¿Cuál es el perfil de un izquierdista peruano? Déjeme decirle, profesor SL, que tengo tantas dudas que soy un mar de preguntas sin respuestas.

Por ejemplo, seguro puede usted aclararme si la premisa de que “el poder nace del fusil” es ideológicamente una premisa de Izquierda. O si el maoísmo que la inspira es lo mismo que la “revolución permanente” del asesinado mártir León Davidóvich.

¿Y el estalinismo que despachó a Trotsky de este mundo es revolucionario o contrarevolucionario? ¿En ese sentido, son las barbas de Castro de Izquierda como las de Marx o de Derecha como su buzo Adidas?

¿Y en tanto antiimperialistas, es la boina roja de Chávez solo una variación estética-ideológica del turbante negro de los Ayatholas?

¿“Que no importe el color del gato mientras cace ratones” es acaso una sutil interpretación teórica de aquello de que “a cada cual según sus necesidades, de cada cual según sus capacidades”?

¿La “Revolución Cultural” es un modelo para cualquier gestión de Izquierda de la educación pública? ¿Será que la “idea Suche” es la “Tercera vía”? ¿Es Tony Blair de izquierda?

¿Y la China que crece a 10% anual es de Izquierda o neoliberal? (A propósito, ¿sabía usted que el término “neoliberal” lo inventó Ludwig Von Mises para definir a los socialistas que se hacen pasar por liberales?)

Y ya en el plano del perfil del izquierdista peruano y su consecuencia política, dígame, porque estoy un tanto confundido: ¿El gobierno de Toledo, fue de Izquierda? ¿Lo fue también la negociación del TLC con Estados Unidos? ¿Y el señor Kuczynski, ministro de Economía y primer ministro de Toledo, no se habrá enterado de que es de Izquierda? ¿Tal vez fue por eso que usted los acompañó durante todo su quinquenio como director de la Biblioteca Nacional? ¿O será que la cultura de los libros no tiene ideología?
(añadido por el dueño del blog: mire la foto)

¿Tal vez estaba usted demasiado ensimismado en su Biblioteca para percatarse de la alianza Toledo-Bush? ¿En qué momento se dio usted cuenta de que Ollanta Humala era de Izquierda? ¿Antes o después de la asonada golpista contra Toledo en Andahuaylas? ¿Por qué tardó tanto en unirse a su proyecto?

Finalmente, estimado profesor SL, ¿no será que esa “dialéctica de las oportunidades” significa ser de Izquierda en el Perú? ¿Tal vez estaba usted demasiado ensimismado en su Biblioteca para percatarse de la alianza Toledo-Bush? ¿En qué momento se dio usted cuenta de que Ollanta Humala era de Izquierda?


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Le faltó a mi amigo Ricardo preguntarle al profesor Sinesio López si Tony Blair leía las obras de Engels cuando bombardeaba Irak, si Obama está en la onda de Sendero Luminoso y si el Dalai Lama es de izquierda. Cuando Sinesio López haya contestado estas preguntas, me voy a dar ánimos para explicarle por qué la Confiep no debe leer muy seguido las obras del Conde Joseph de Maistre.

Allí abajo: Sinesio López con Alejandro Toledo, que se preciaba de ser amigo de Georges Bush hijo y bajo cuyo régimen se diseñó un TLC con Estados Unidos.




"¿En qué momento se dio usted cuenta de que Ollanta Humala era de Izquierda? ¿Antes o después de la asonada golpista contra Toledo en Andahuaylas? ¿Por qué tardó tanto en unirse a su proyecto?"

Muy bien dicho.

jueves, 11 de febrero de 2010

Diccionario político y social del mundo iberoamericano



Javier Fernández sebastián; Diccionario político y social del mundo iberoamericano. Madrid: Fundación Carolina, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2009, 1422 pp.

Yo he redactado en ese diccionario los artículos "Liberalismo" (Perú), pp. 808-822 e "Historia" (Perú) pp. 654-665. Han colaborado varias decenas de investigadores de primer nivel de diversos países.

lunes, 8 de febrero de 2010

Bartolomé Herrera



Comparto con ustedes un divertimento sobre Bartolomé Herrera de mi amigo Willy Quevedo.

En el video, la grandiosa "Marcha religiosa" para ir a comulgar de Luiggi Cherubini, quien, como Rossini, era un músico de la Restauración.

Bartolomé Herrera


Willy Quevedo



En solo contadas oportunidades,intelectuales peruanos han participado del intercambio de ideas con sus pares europeos. Bartolome Herrera Vélez fue un filósofo peruano que entre 1842 y 1862 aportó al corpus creado por el pensamiento político contrarrevolucionario francés. Conmemorando el bicentenario de su natalicio se han preparado diferentes ensayos que estudian y actualizan su obra.

Los más interesantes trabajos son los de Víctor Samuel Rivera, con su tesis académica titulada "Tras el incienso", impresa en la prestigiosa revista de pensamiento político Araucaria, el de Raúl Chanamé Orbe y su ponencia "Herrera y el krausismo" y el de José Pancorvo Beingolea con su escrito "La ascension de Herrera". Algunos de estos interesantes temas han sido publicados recientemente por la Sociedad Peruana de Historia que preside el notable polígrafo limeño Juan Vicente Ugarte del Pino.

Víctor Samuel Rivera en "Tras el incienso" nos ilustra ubicando a Herrera en la pugna entre liberales y conservadores del lado de su amigo, su santidad Pío IX, en un momento que los tradicionalistas estaban a la defensiva resistiendo la arremetida de los anticlericales y regicidas. No olvidemos que en esa época es derrotado Napoleón III y Roma es tomada por las tropas masónicas... Asimismo, Rivera nos explica cómo hizo Herrera para ser reaccionario y republicano a la vez. Herrera combatió la teoria del Contrato Social de Juan Jacobo Rousseau. "El pueblo no se autolegisla, ni es el soberano, ni se representa a sí mismo, ni es superior a las leyes", suscribió el prelado. El obispo de Arequipa denuncio a la Revolucion Francesa como propagadora de errores impios y antisociales y asocio la derrota frente a Bolivia en la Batalla de Ingavi a la carencia de valores catolicos en el Peru.

Raúl Chaname descubre la influencia del pensador alemán Karl Krause en el maestro carolino.El krausismo concibe al Derecho como un vehiculo para formar ciudadanos que aspiran construir una sociedad con orden y libertad.

Pancorvo resalta la profunda vocacion religiosa de Herrera. Su principal mision fue glorificar a Dios. Fortalecio a la Iglesia defendiendo los dogmas cristianos como el de la Inmaculada Concepción.

Lo paradojico de todo esto es que un patriota multifacetico y virtuoso como Bartolome haya tenido como tataranieto a Bieto Quimper Herrera, actualmente preso por corrupto.

miércoles, 3 de febrero de 2010

La derecha en el Perú (según Sinesio López)



La derecha en el Perú
(tomado de La República, 29/01/10)

Sinesio López Jiménez

Advertencia:
Estimados lectores: recojo este texto del diario La República (Lima) porque creo que lo que allí se contiene merece algunas observaciones entretenidas. Entre otras cosas porque, como suele suceder en los periódicos, lo que en él se dice es particularmente falso. Por ahora me remito a publicarlo pues mis lectores, mis lectores que estiman lo que aquí se escribe:

1. Nunca leerían un diario llamado "República".


2. Pueden creer, amparados en el legítimo prestigio de su autor, que nosotros, puesto que leemos y estudiamos seriamente a autores como Bartolomé Herrera, el Marqués de Montealegre de Aulestia o Donoso Cortés, entonces, por arte de birlibirloque, resulta que somos neoliberales, o que creemos en el libre mercado o -lo que es peor- que nosotros no estamos en favor del Presidente Hugo Chávez y de la revolución americana antiimperialista, antinorteamericana, antipensamiento único y anticaviar.

¡Oh tempora!

Terribles deducciones que se siguen de lo que este artículo afirma y de las que mejor es hacer higiene. Prometo hacerme cargo de ellas en mi siguiente post. Por ahora, los dejo con lo escrito por el señor López, que por lo demás es digno de mi más sincero respeto.

He subrayado con negritas la parte académica del artículo, así como los detalles que me parece son los más inexactos y sobre los que incidiré en su momento.



"¿Qué significa ser de derecha en el Perú? ¿Cuál es el perfil de un derechista peruano? ¿Qué filosofía la inspira? ¿Qué organizaciones, qué líderes, qué fuerzas políticas integran el campo de la derecha, qué corrientes de opinión? ¿Tiene algún programa? ¿Cómo opera? Voy a ensayar algunas respuestas provisorias a este conjunto de preguntas. En el Perú no existen investigaciones históricas y empíricas que ayuden a definirla mejor. La peruana es una derecha difusa, borrosa, sin perfiles claros. Ella alberga a conservadores y a reaccionarios, a los defensores de la tradición y del statu quo, a los promotores del autoritarismo (la mano dura) y a los arribistas de toda laya. Cuando son católicos pertenecen al Opus Dei o al Sodalitium y, por eso mismo, son fundamentalistas pues fusionan la religión con la política. Son endogámicos: estudian en los mismos colegios, pertenecen a los mismos clubs exclusivos, se divierten en las mismas playas de moda, leen los mismos best sellers y, desde luego, a Vargas Llosa, su novelista favorito.

Son liberistas (adoran al liberalismo económico) más que liberales. Aman la molicie rentista y odian el esfuerzo industrial. Son hispanistas, anglófilos o pro yanquis y, por eso mismo, excluyentes y racistas. Buscan la unanimidad y rechazan el pluralismo. Los mueve el miedo a los otros que pueden desbordarlos (los indios, los cholos, los amazónicos). Prefieren el orden al cambio y a la libertad. Son elitistas y están contra toda participación de las masas. Sus sectores ilustrados se inspiran en el pensamiento reaccionario de Louis de Bonald, Joseph de Maistre, Edmund Burke, Lammenais, Donoso Cortés, Carl Schmitt, Bartolomé Herrera, Riva Agüero. La derecha peruana ilustrada de hoy, sin embargo, no ha alcanzado las cumbres de la generación del 900. Son sólo modestos libretistas de ese viejo pensamiento reaccionario, de la Escuela Austriaca de economía (von Wieser, von Misses, von Hayek) en su versión gringa (la llamada Escuela de Chicago) y de la Escuela de Viena (Mach, Bühler, Gomperz, Popper).

Son partidarios de la versión extrema del neoliberalismo (sólo mercado y nada de Estado, exportación primaria sin industrialización, apertura total al libre comercio sin protección de los intereses nacionales, autorregulación del mercado sin protección de la sociedad, libre movimiento de capitales sin regulación, explotación del trabajo sin derechos del trabajador, puro chorreo y nada de distribución equitativa). Son hermanos-enemigos del estatismo. Por eso aman y odian a Chávez. Creen ingenuamente (¿o maliciosamente?) que el estatismo es la única alternativa a su pensamiento único conservador. Son monótonos y monocromáticos. Están incapacitados para pensar otros modelos de desarrollo que se ubican entre el neoliberalismo extremo y el estatismo. No perciben los matices que dan tono y color a la compleja vida social.
La derecha está integrada por los poderes fácticos (los organismos financieros internacionales, la Confiep, los medios de comunicación, las FF.AA., la iglesia católica conservadora), algunos caudillos y sus entornos (Fujimori, García), algunos partidos (PPC, ¿el Apra?) y corrientes de opinión alimentadas por los medios nacionales e internacionales. Carece, sin embargo, de un liderazgo preciso. Tampoco tiene una representación política definida. Sólo cuenta con representaciones sociales. Está desarticulada y sometida a ambiciones incontenidas y a una competencia exacerbada. Los operadores políticos y algunos publicistas y periodistas de los medios pretenden superar ese déficit. Lo que unifica a la derecha dispersa, sin embargo, es el enemigo al que tienen que combatir porque pone en peligro sus intereses y su modelo neoliberal extremo: Ollanta Humala y su entorno. Para asesinarlos moralmente han alquilado a sicarios mediáticos, Tirifilos del insulto, la mentira y la calumnia".
 
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