Datos personales
- Doctor en filosofía. Magíster en Historia de la Filosofía. Miembro de la Sociedad Peruana de Filosofía desde 1992. Crío tortugas peruanas Motelo y me enorgullezco de mi biblioteca especializada. Como filósofo y profesor de hermenéutica, me defino como cercano a lo que se llama "hermenéutica crítica y analógica". En Lima aplico la hermenéutica filosófica al estudio del pensamiento peruano y filosofía moderna. Trabajo como profesor de filosofía en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos; he trabajado en Universidad Nacional Federico Villarreal desde 2005. He sido profesor en la Facultad de Teología Pontificia y Civil de Lima hasta 2014. He escrito unos sesenta textos filosóficos, de historia de los conceptos, filosofia política e historia moderna. Tengo fascinación por el pensamiento antisistema y me entusiasma la recuperación de la política desde el pensamiento filosófico. Mi blog, Anamnesis, es un esfuerzo por hacer una bitácora de filosofía política. No hago aquí periodismo, no hago tampoco análisis político de la vida cotidiana- De hecho, la vida cotidiana y sus asuntos no son nunca materia del pensamiento.
lunes, 7 de septiembre de 2009
Martin Heidegger: La política como obra de arte (1935-1936)
Heidegger: La política como obra de arte (1935-1936)
Víctor Samuel Rivera
Universidad Nacional Federico Villarreal
En una semana en pdf. Los textos sobre Gianni Vattimo ya están en pdf. Los colgaré en el archivo respectivo durante la semana.
En 1935 Martin Heidegger estaba bastante alejado ya del “Movimiento”. En 1934 había pasado como rector de la Universidad de Friburgo en calidad de institución Nacional Socialista. Pero la aventura había sido corta, y una experiencia desafortunada con el Movimiento lo apartaría de la propaganda expresa. Pero la filosofía de Heidegger no podía ni debía por ello pasar a ser una filosofía de la quietud. En realidad, se haría más intensamente una filosofía del movimiento, aunque no una filosofía del movimiento de Hitler. Heidegger expresaría su perplejidad ante el “Movimiento” en un hoy famosísimo ensayo de estética. Como lo conocemos, es una conferencia de 1935 fusionada con un tríptico análogo del año siguiente. Se trataría del documento inicial de Holzwege (Sendas Perdidas), una obra que la historiografía especializada señala como el texto inaugural de la Kehre ("la vuelta", "el viraje" o "el giro"), el segundo periodo del pensamiento del autor. Para este segundo Heidegger las temáticas de su obra inicial, Sein und Zeit (1927), serían desplazadas por reflexiones en torno de una idea básica: Para los hombres de la actualidad el Ser habría devenido en “evento” (Ereignis). “Nosotros los presentes” tendríamos la experiencia del Ser tendría lugar como un acontecer, un suceder histórico de la verdad. Es muy probable que Heidegger no haya estado pensando en la “Historia Universal” de los metarrelatos liberales y marxistas, que es la que nos es común a nosotros, sino que hubiera tenido en mente más bien la experiencia histórica más restringida de Alemania donde, en efecto, la experiencia del Ser había devenido en el acontecer del “Movimiento”. Por paradójico que resulte, en 1935 el filósofo redactó el desarrollo de este título: “El origen de la obra de arte”.
Cuando se lee un título como “El origen de la obra de arte” uno no se imagina en absoluto que va a complicarse con un documento de filosofía política. Es natural creer que es más bien uno de estética, y la estética en algún sentido es lo contrario de la política. Respecto del mundo de los hombres, a la política le corresponde tratar de lo que se mueve, mientras que a la estética le toca más bien dar cuenta de lo que es peculiarmente inmóvil: Un cuadro en un museo, por ejemplo. Un templo, una estatua. ¿No es ésta última el modelo de una representación humana cuya determinación es la inmovilidad? Los pliegues de Las tres Musas de Antonio Canova están congelados. En 1935 Heidegger cita ejemplos de este tipo para expresar un momento de la interpretación del arte, su punto de partida, que se parece más a la eternidad que al acontecer pues, como es notorio, los pliegues de las Musas de mármol de Antonio Canova, por más esfuerzo que hagamos, no se mueven. La política parece más vinculada con la historia, pues los hechos considerados históricos son fundamentalmente también fenómenos políticos, mientras la estética parece referirse a algo intemporal. Como es nuestra intención mostrar, el Heidegger de Holzwege no está interesado tanto en el carácter permanente del arte como en el carácter móvil del mundo de los hombres. Este Heidegger no es un esteta, sino un filósofo político. Pero, si estaba interesado en hacer filosofía política, ¿por qué hubo el filósofo de escribir sobre la obra de arte?
Como un fenómeno que se constata también en su famoso La época de la imagen del mundo (1938), el sentido de El origen de la obra de arte sólo puede ser sopesado si se realiza la operación de exponer el tema principal comenzando desde el final. Una clave de lectura es leer narrativamente al revés. Esto es posible haciendo una distinción entre materia y forma; lo que va al final es el tema principal y la forma del escrito, mientras que lo que va al principio y da lugar al motivo de la reflexión es su materia. Al final uno ya está bastante agotado para percibir la diferencia, y una seguidilla política aparece como un desvío natural sobre algo sin relevancia. Pero no es infrecuente que en textos como el que nos ocupa los finales sean en realidad la explicitación del sentido de sus comienzos. El de 1938, por ejemplo, se inicia con la ciencia, pero concluye en la política. Trata, pues, de la política. En el de 1935 se trata también ostensiblemente de una composición invertida en orden del significado. Comienza con el arte y cuestiones relativas a la esencia del arte, pero termina –cito- en alusiones a la “historia” y a “los acontecimientos del tiempo”; si algún lector discreto estuviera aún asaltado por la duda frente a lo que afirmamos, recordamos que Heidegger insiste textualmente en esta idea del arte: “el retirarse de un pueblo a su misión como inserción de lo dado con él”, en reflexiones sobre “la existencia histórica de un pueblo”. Dado que estas citas corresponden con las últimas dos páginas del artículo, no ser puede negar que son, pues, su conclusión. Es lo manifiesto. Pero si se atiende a la composición narrativa del conjunto, parecen ser también la respuesta a la pregunta inicial por el origen de la obra de arte: el pueblo es el origen de la obra de arte y es, por tanto, su verdad. Pero no vayamos tan rápido.
Volvamos a la idea de dividir el sentido del texto de Heidegger en materia y forma. La forma atiende a la esencia de una pregunta, de una pregunta filosófica. Definimos “filosófico” por lo que comprende el sentido de una experiencia frente, por ejemplo, a su explicación por una causa eficiente. La materia es la fuente de la reflexión que concita la pregunta. Heidegger mismo define esta relación a través de dos pares semántico-conceptuales, que a veces se superponen. Uno es el par presencia/ procedencia, el otro par es esencia/verdad. Lo presente es correlativo a la esencia, así como la procedencia lo es de la verdad. Los pares pueden yuxtaponerse, lo que genera algunos efectos retóricos interesantes. De un lado, la presencia es a veces semejante a la no-verdad, en el sentido de que la presencia es incompleta en su sentido. A la presencia le puede faltar el carácter de verdad. Heidegger interpreta que una presencia sin verdad debe traducirse como una presencia que no puede dar cuenta de su procedencia. De este modo, al pensar de la presencia sin su procedencia hablamos de una “mera presencia”, esto es, de una presencia que carece de sentido, de una presencia vacía. Ambos pares se determinan en una relación difusa de traslapamiento recíproco, que sería fuera de lugar tratar aquí. Pero interesa este traslapamiento en cuanto metáfora. En principio, significa en realidad la relación entre una materia y una forma aristotélicas. Esto no sería muy interesante si no fuera porque el traslapamiento recíproco antes aludido permite una operación en el pensar ontológico que lo convierte simultáneamente en un pensamiento social. En realidad la lectura ontológica es a la vez una pregunta político-social A veces sorprende lo sencilla que es la lectura política de Heidegger. El par esencia/verdad es a todas luces un binomio ontológico, pero el par presencia/procedencia en cambio es siempre relativo a la realidad histórica y es, pues, política. El traslapamiento de ambos pares, que a veces es una verdadera fusión retórica es el principal indicio del propósito político del artículo.
“Lo que algo es y como es, lo denominamos su esencia”. Con esta definición de “esencia” tiene su comienzo El origen de la obra de arte. La pregunta por la esencia es una pregunta ontológica, pero ya sabemos que no es sólo eso. De acuerdo al esquema semántico de traslapamiento, ahora entre esencia y presencia, podemos comprender que la pregunta ontológica es necesariamente política y que la política –por decirlo así- es la esencia de la esencia, es la verdad esencial de la esencia, la “esencia verdadera” de la pregunta por la esencia. Esto se debe a que la pregunta de Heidegger puede ser llevada de la “esencia” a la “presencia”, con la que se identifica. Al preguntar de ese modo la pregunta por la esencia es remitida al acontecer de lo presente, esto es, con un término que usaba ya en sus clases del mismo periodo, a la pregunta por el Ereignis, el evento.
A medio texto se hace la precisión del pensar la esencia desde la presencia, o bien la esencia como presencia, en particular como presencia histórica. Esto se denomina “pensar desde lo existente”. Plantearse la pregunta de la esencia desde la presencia significa colocar la interrogación desde algo que existe y que tiene la característica de lo incontestable, esto es, es un factum hermenéutico. La presencia por la que se hace la pregunta del origen es una realidad concreta en términos históricos. Se pregunta por lo presente en una dimensión que podemos considerar narrativa, que presupone a su vez una pertenencia histórica, con lo que la pregunta por la esencia equivale a un “¿De dónde procede este presente (histórico) al que pertenezco?”. El sentido de esta remisión a un factum histórico. Dejémonos llevar por Heidegger mismo: “¿En qué pensamos cuando decimos esencia?”, “¿En qué consiste la verdadera esencia de algo?” La respuesta no deja lugar a réplicas: “Es de suponer que se funda en aquello que lo existente es en verdad” (subrayado de Heidegger). Es en este sentido algo que es verdadero a la manera de un acontecer, de un factum. Esto se explica cuando se dice que “la esencia del acaecer de la verdad” –agrega páginas después- es relativa al “lugar ocupado por un presente”. Se refiere a un presente histórico. No podría ser más explícito el oscuro filósofo: “Esto es algo histórico de múltiples modos”. “Un modo esencial” (por ejemplo) es “el ponerse en obra” (la obra de arte). Pero –agrega acto seguido- “Otro modo de presentarse la verdad es el hecho de la fundación de un Estado”. Esto es, la presencia que da lugar al pensar desde lo que existe puede, de “otro modo”, ser también la fundación de un régimen político. Cuesta creer que el auditorio de la Alemania de 1935 no se hubiera sensibilizado ante el referente manifiesto al que se hacía alusión y del que se preguntaba entonces por la procedencia de su esencia, esto es, por la verdad de su realidad como evento.
La pregunta por la esencia nos demanda por el origen, y la respuesta nos envía al mundo histórico, donde la esencia (las esencias) encuentra (n) su verdad. Una buena pregunta sería cuándo un hecho histórico requiere de la pregunta por su esencia, cuándo un acontecer no es un mero acontecer, cuándo una presencia no es una mera presencia solamente. En realidad esta pregunta atraviesa veladamente el conjunto de todo el texto. Heidegger la contesta indirectamente a través del uso de otro par de vectores semánticos, esta vez dos voces que remiten a la idea de un baremo de valoración histórica. Este par semántico-conceptual opone lo “sorprendente” (a veces lo “monstruoso”) con lo simplemente “usual”. Lo “sorprendente” se diferencia de lo usual porque es portador de significado, y califica al evento como “verdadero” frente a lo que sería el “mero” evento. Este par debe situarse en torno de la idea de “movimiento”, que ahora podemos trasladar del mundo físico al que originalmente pertenecía al mundo de lo político-social. En Heidegger pensar en la quietud es siempre un “mero” pensar; la quietud misma siendo el ocultamiento del Ser. Se opone al pensar de lo que se mueve, que es el pensar de la verdad. Los eventos “usuales”, los meros eventos, no se acomodan al “movimiento”, frente a lo “sorprendente” y lo “monstruoso”, que son en cambio el vehículo de sentido del cambio. En 1935 había sin duda eventos sorprendentes en la historia de los efectos de Alemania, eventos que moverían pronto la historia del mundo humano. Habría que decir que era la verdad misma que acontecía y se instalaba como una obra de arte, esto es, como algo que llamaba internamente la atención de los hombres y los colocaba en situación de hacerse preguntas del tipo, “¿de dónde procede esto?” “¿Cuál es la verdad de este movimiento?” Hoy, que eso que se movía yace, sin embargo, quieto, aún se mueve lo que se tiene que mover. En el mundo de los hombres la quietud, la idea de que todo es igual, no es siquiera un pensar. Y lo monstruoso, sin embargo, sigue aconteciendo. Una obra de arte pregunta por su origen en el obrar del mundo de los hombres...
Y allí mira el filósofo, a la espera tal vez de un evento inaugural aún impensado.
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6 comentarios:
Querido Víctor:
Congratulaciones por tu texto sobre Heidegger. Has discutido temas muy importantes y complejos.
Tengo una observación: la lección correcta me parece "Antonio Canova", con pronunciación castellana ordinaria (acento, sólo vocal, sobre la "o"), como en italiano.
Saludos,
Piero
Estimado Piero;
Gracias por tu gentil observación. En realidad he escrito el nombre de Canova en español, posiblemente en analogía inconsciente con Cánovas del Castillo, el político español.
Un abrazo.
Prof.
Una pregunta al aire. ¿Puede poner un ejemplo de lo que ahora sería un evento? no hay ejemplos, o nos manda al crash del Himdemburg, pero no estaría mal que diera algunos. ¿O sólo son ejemplos del del III Reich?
Otra pregunta. ¿Son los eventos de las derechas? ¡cómo me doy cuenta de que algo es un evento? muchas gracias.
"La política parece más vinculada con la historia"; creo que la vinculación es muy cierta, de hay la necesidad de ser movimiento. muy buen ensayo, escuche una clase suya profesor sobre este tema y me habrio los ojos; espectacular. tengo un interrogante; El Estado, qué relacion tiene con esta obra de Arte, es pues este estado la obra de arte, por consecuencia, seria el Estado la politica, suplico lo responda. gracias; por su gran aporte a la filosofía y sin querer a la ciencia politica.
Estimado Héctor;
Has cambiado de estilo. Ya te pareces a Coronado.
El presente texto no pretende ni remotamente asociar el pensamiento de Heidegger con los aspectos morales de su contexto, sino que pretende exponer la ontología política de Heidegger. Como ves, la idea central de mi texto es que ésta está simulada en los textos principales de "Holzwege", que tratan aparentemente de otros temas (o que la historiografía prentende que así sea). Para el efecto, vengo aplicando una lectura straussiana, o sea, "leer entre líneas". Una deuda de Eduardo Hernando Nieto.
Sobre poner ejemplos, es pesado hacerlo en este espacio. No te imagines a Hitler, pues. Imagínate el mundo histórico y represéntalo en lo que Vattimo llama "la actualidad". ¿Qué ves? Yo al Rey de Tailandia, al Vladimir Putin, a Hugo Chávez. No es tan difícil después de todo.
Un abrazo.
Estimado Roberto;
Como intuyes, la idea central de Heidegger en "El origen de la obra de arte" en términos de filosofía política era explicar el "Movimiento" de Alemania con una ontología. Se trata de un esquema que repite la "Analítica" de "Sein und Zeit". Sería un error ver el texto como un tratado sociológico o peor, como una justificacíón ideológica ("!mira cómo mueve las manos¡").
El texto es explícito en que esto es una cuestión conceptual, no de adhesión, sino de comprensión. Frente a la comprensión, puede uno decidir que sí o que no. El acento está en dar categorías al pensamiento para acercarse a la experiencia de "la fundación de un Estado". La idea es que crear un Estado es como crear una obra de arte, no es patrimonio del artista "genial", de la filosofía de la subjetividad, sino que se trata de un advenir apropiador, del "destino histórico de un pueblo". En términos sociales, no es Hitler, ni Chávez, sino la fuente activa del pasado que insurge como "tierra". Es complicado saber cuándo ese destino "terrestre" nos llama a nosotros, y de qué manera, pero eso ya es otro problema.
Si te interesa, yo lo interpreto como preferencia del movimiento frente al mundo burgués liberal, como lo hace Vattimo y en general la hermenéutica española no gadameriana.
Un abrazo.
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