Víctor Samuel Rivera

Víctor Samuel Rivera
El otro es a quien no estás dispuesto a soportar

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Doctor en filosofía. Magíster en Historia de la Filosofía. Miembro de la Sociedad Peruana de Filosofía desde 1992. Crío tortugas peruanas Motelo y me enorgullezco de mi biblioteca especializada. Como filósofo y profesor de hermenéutica, me defino como cercano a lo que se llama "hermenéutica crítica y analógica". En Lima aplico la hermenéutica filosófica al estudio del pensamiento peruano y filosofía moderna. Trabajo como profesor de filosofía en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos; he trabajado en Universidad Nacional Federico Villarreal desde 2005. He sido profesor en la Facultad de Teología Pontificia y Civil de Lima hasta 2014. He escrito unos sesenta textos filosóficos, de historia de los conceptos, filosofia política e historia moderna. Tengo fascinación por el pensamiento antisistema y me entusiasma la recuperación de la política desde el pensamiento filosófico. Mi blog, Anamnesis, es un esfuerzo por hacer una bitácora de filosofía política. No hago aquí periodismo, no hago tampoco análisis político de la vida cotidiana- De hecho, la vida cotidiana y sus asuntos no son nunca materia del pensamiento.

martes, 11 de diciembre de 2007

Eduardo Hernando Nieto

Eduardo Hernando Nieto
Unos apuntes sobre Pensando peligrosamente (2000)
Y unas notas sobre Vattimo y la hermenéutica nihilista.

Escribí este textillo que va abajo para ser impreso en Expreso, de Lima, en ocasión de la salida de la imprenta de la obra, a la vez maldita y perfecta, que ha hecho de Eduardo Hernando Nieto uno de los, sino el, filósofo político del Perú: Pensando peligrosamente (Lima: PUCP, 2000, varias reimpresiones). Libro éste que es casi lo único que se ha hecho en filosofía política en nuestro país con valor académico, más allá de los grandes ensayos movilizadotes, ensayos que remecieron el siglo XX, pero más por su aplicación que por la eficacia social de su aplicación que por su profundidad o su rigor (pensemos en los textos de José Carlos Mariátegui o Augusto Salazar Bondy).

Hace unos meses coloqué el texto al que hice referencia, original del año 2000 tal y como estaba en la memoria de mi computadora en la página de mi blog. Dos semanas después de colgado mi espacio web fue saboteado. Antes de ser sustraído el documento por la internacional capitalista de la informática, esos silenciadores del destino, leyó allí esas líneas Gianni Vattimo, y le gustó. Supongo que más por Hernando que por mí. Hablamos de la reacción entonces, y todo lo que me dijo, en realidad ya lo sabía, pues cualquiera puedo leerlo en sus obras de los últimos dos lustros, adecuadamente disminuidas en proporción, dada la fe comunista de su autor. Con Vattimo comparto mucho de su actual diagnóstico antiimperialista y, por lo mismo, también antimoderno y antiilustrado, tal y como puede comprobar el lector en su reciente (y maravillosa) compilación Ecce Comu, impresa en Cuba bajo el auspicio de Fidel Castro (2006). Aunque Hernando no lo sepa, y sea incluso natural que el lector “normal” de pensamiento político no tenga las herramientas para “hacer uso” de estas ideas –no en vano son marginales, como todo lo que algo tiene qué decir-, la hermenéutica política de izquierda, en su corriente nihilista crítica, y con toda certeza a su pesar, se aproxima al grueso del pensamiento político reaccionario, a las ideas de Joseph de Maistre y Louis de Bonald y también a Carl Schmitt. La agenda práctico política que el propio Hernando significa se extiende a la hermenéutica, tal vez desde ángulos que difieren en sus presupuestos epistemológicos, pero no de sus consecuencias sociales: La subversión, la dis-torsión del lenguaje político del liberalismo contemporáneo, el aliado más leal –por su hipocresía- del capitalismo internacional y sus secuelas violentistas. En realidad –aunque Vattimo aún no lo admite, pero sí Bonald, de Maistre, Schimtt y, por supuesto, quien esto firma-, el pensar liberal es de la esencia de la violencia, es intrínsecamente expansivo, tanto a nivel militar como económico, y es en este rasgo de extensión sin límite que deviene, a su vez, globalidad y guerra permanente.

La simpatía entre reacción e izquierda radical merece más desarrollo, sobre todo en los países periféricos como los nuestros, sembrados de profetas de la mismidad que se rasgan las vestiduras por “la verdad”, “la transparencia”, los “derechos” pero que, bien sabemos nosotros todos, incluso ellos mismos, su trabajo es fundamentalmente el puntal educativo institucional, en la información conceptual, de la conservación (monetaria o guerrera) de los poderes que lo subtienden. Estos “pensadores” infatigables de lo mismo pueden ser tolerables en Occidente, pero carecen de perdón en países como los nuestros, claramente objeto de dominación en su contexto de marginalidad. No escribo más de esto ahora porque me urge la composición de unos textos antes del semestre académico en las universidades donde trabajo. Con la promesa de mayores detalles cuando haya terminado el par de encargos que tengo para Europa, reproduzco mi artículo del año 2000, pace el agente informático del capital que lo sustrajo antes para destruirlo y dañó y daña (a falta de razones), ya mi computadora, ya mi blog. Advierto que no estoy ya más de acuerdo con las críticas al texto de Hernando vertidas entonces:

Expreso, año 2000:

“Una característica del liberalismo hegemónico de izquierda, socialmente manifiesta, es su extraordinario sentido de la "verdad". La práctica política de sus defensores políticos e ideológicos va sujeta a un énfasis moralista sobre lo "correcto" que muestra sus fuentes históricas: el racionalismo ilustrado y el legalismo protestante. Ambos rasgos son lo propio de la modernidad política. Ambos se fundan en una denodada denuncia de la realidad de la práctica humana y, así, son la fuente utópica de mundos políticos "verdaderos" y "correctos" pero manifiestamente poco humanos. El antihumanismo de la utopía liberal moderna consiste en una suerte de "patología política de la verdad". Como observa Eduardo Hernando en Pensando peligrosamente, esto se debe a que el pensamiento político moderno es, por "correcto" y "verdadero", siempre una forma de dogmatismo.
Es en las pretensiones de "verdad" del actual liberalismo de izquierda que se presenta el debate académico sobre la validez y el alcance de sus instituciones. Como han hecho notar a su modo (y con otros fines) filósofos de nuestro medio como Miguel Giusti y sus discípulos, la modernidad política asocia su utopía con un enfrentamiento a la historia, con la que ellos, como muchos neoaristotélicos y republicanos actuales, la han querido reconciliar. Y es que la historia es el escenario para el carácter provisional y contingente de los valores e instituciones humanas, esto es, lo contrario de un programa normativamente "correcto" y "verdadero".

Esto se muestra en lo que, dicho por Heráclito para la naturaleza, se aplica mejor aún a la historia: le gusta ocultarse. De nada sirven los alegatos sobre las verdades definitivas en materia política pues sabemos que lo "políticamente correcto" de hoy es la materia de lo incorrecto para la agenda de mañana. En la frase de Heráclito, Martín Heidegger creyó ver encerrada una concepción de la verdad que muestra la perspectiva de lo político como apertura a la contingencia. Es de la comprensión de la historia como el lugar de la verdad que buena parte de la reflexión occidental contemporánea extrae una demanda insatisfecha por el reconocimiento de la pluralidad, la multiculturalidad y el derecho a la soberanía de los pueblos, todo lo contrario del racionalismo ilustrado y el legalismo protestante. Y aquí es donde ingresa Hernando.

El libro de Hernando pretende sustituir el discurso conciliatorio con la modernidad de filósofos como Giusti por una radical nostalgia reaccionaria . Pero el movimiento reaccionario, que debía ser aristotélico, relativista y católico, puede adoptar en cierta lectura de Maistre y Donoso un tono místico que atribuye a la historia de Occidente un matiz heideggeriano sobre la historia de la modernidad. Y debo agregar que aquí veo el fallo en un texto brillante, pues la visión de la historia que la sustenta es creación manifiesta del platonismo de la modernidad y reproduce así sus contradicciones en términos de opresión internacional, caos social y desorientación política. La historia, que nos enseña la contingencia de nuestras invenciones, sustituye la "patología de lo verdadero" por el relativista reino de la sensatez y la prudencia políticas. Hernando es consciente del riesgo del dogmatismo y también de su contrapartida, la anomia y la violencia políticas, de lo que juzgo hemos ya padecido bastante. En este sentido, en la patología por la "verdad" toda apelación teórica trascendente padece el mismo marco de la opresión ideológica norteamericana, restaura la modernidad y puede mostrar la misma faz opresiva y violenta que ya llevan a cabo los cómplices de la hegemonía y la política del globo”.
 
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