Víctor Samuel Rivera

Víctor Samuel Rivera
El otro es a quien no estás dispuesto a soportar

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Doctor en filosofía. Magíster en Historia de la Filosofía. Miembro de la Sociedad Peruana de Filosofía desde 1992. Crío tortugas peruanas Motelo y me enorgullezco de mi biblioteca especializada. Como filósofo y profesor de hermenéutica, me defino como cercano a lo que se llama "hermenéutica crítica y analógica". En Lima aplico la hermenéutica filosófica al estudio del pensamiento peruano y filosofía moderna. Trabajo como profesor de filosofía en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos; he trabajado en Universidad Nacional Federico Villarreal desde 2005. He sido profesor en la Facultad de Teología Pontificia y Civil de Lima hasta 2014. He escrito unos sesenta textos filosóficos, de historia de los conceptos, filosofia política e historia moderna. Tengo fascinación por el pensamiento antisistema y me entusiasma la recuperación de la política desde el pensamiento filosófico. Mi blog, Anamnesis, es un esfuerzo por hacer una bitácora de filosofía política. No hago aquí periodismo, no hago tampoco análisis político de la vida cotidiana- De hecho, la vida cotidiana y sus asuntos no son nunca materia del pensamiento.

viernes, 6 de noviembre de 2015

José Lora Cam, recuerdos / El pensamiento andino es y debe ser hermenéutica









José Lora Cam, recuerdos
El pensamiento andino es y debe ser hermenéutica

Víctor Samuel Rivera
Miembro de la Sociedad Peruana de Filosofía


Durante el XV Congreso Nacional de Filosofía, que fue organizado por la Universidad del Altiplano en Puno, tuve la suerte de compartir el alojamiento con diversos asistentes al evento. Recuerdo los simpáticos desayunos con Alisa Delgado Tornés, doctorada en Ciencias Filosóficas por la Universidad de Oriente, en Cuba, con quien, junto a Zenón Depaz, querido profesor de la Universidad Nacional de San Marcos, solíamos ir al congreso en un coche dispuesto por la institución organizadora. En el hotel se hallaban algunas personalidades regionales de la comunidad filosófica; junto a Fidel Tubino, posiblemente el más notable filósofo especializado en temas de interculturalidad en el Perú, encontraba en las mañanas de café y pan con mermelada a Julio Olórtegui, de Iquitos, o nos visitaban desde su hotel Carlos Mora y Aníbal Campos, de San Marcos; no faltaba algunas veces el místico Padre Hermógenes Coral, tan afecto a las reformas de la Iglesia por cuyo motivo he dejado de asistir hace años a la misa ordinaria; lo que es motivo de esta reflexión, sin embargo, se hallaba siempre en mesa aparte y rodeado impecablemente de rubias e inspiradoras jovencitas europeas. Era José Lora Cam, el más marxista y más ortodoxo de cuantos filósofos haya yo conocido en mi vida. Estaba Lora Cam enterado de cuanto en el Congreso se había dicho, en particular temas como la decolonialidad, el multiculturalismo, la aproximación andina a la racionalidad y lo andino como pensamiento e, incluso, como filosofía. “Eso no es más que folklorismo, es antropología; a eso que hace esta gente no se puede llamar filosofía; más bien es una muestra de cómo los filósofos se dejan dominar por la última moda que se hace en Europa”. En algo a Lora Cam no le faltaba razón y, en algún sentido, este texto se escribe para explicar por qué.

Lora Cam es, hasta hoy, una gran personalidad cultural de Arequipa; ésa es la razón de su participación en el XV Congreso en calidad de conferencista magistral, aun cuando en la actualidad, superando los 70 años, no ejerce la docencia universitaria. Entiendo que en las décadas de 1990, pero más aún en la anterior, colmaba los auditorios del sur del Perú, especialmente de la Universidad de San Agustín de Arequipa, que es su institución de procedencia, con impactantes arengas materialistas y marxistas, en una época en que el Perú venía signado por el terrorismo, inspirado en esas ideas materialistas y marxistas, precisamente. Los cambios ocurridos desde entonces en el mundo histórico han ido junto con un gran viraje en los discursos recurrentes de la izquierda; Lora Cam deplora esos cambios y, a través de su aceptación y su acogida por el auditorio, queda claro que quienes hacen o pretenden hacer filosofía andina, al menos quienes la hacen en los Andes y no en la Costa, aceptan con mayor entusiasmo las arengas materialistas, aunque sean ya discurso antiguo para la comunidad filosófica en general. ¿Por qué esto es así? En gran medida lo es en contraste con la evolución del discurso recurrente de la izquierda en los últimos 30 años. Se permita aquí un excurso.

Una vez que cayó el muro de Berlín, y en un lapso de tiempo récord para la historia del pensamiento, los filósofos o pensadores marxistas devinieron mayormente en lo que ahora se llama “liberalismo de izquierda”. Éstos se han desviado primero, en las décadas de 1990-2000, a dar soporte y hacer causa común con el programa económico y político liberal, pasando de la lucha de clases y la dictadura del proletariado, de Hegel, Feuerbach, Marx y Engels, a los derechos humanos liberales y la democracia, americanamente comprendida. Después, hacia 2000 y la actualidad, los discursos “de izquierda” han pasado a dar forma ideológica a agendas de estimulación social y ampliación de los espacios institucionales para la práctica del sexo, a dar articulación conceptual (sin mucho éxito que digamos desde el punto de vista estrictamente filosófico) a la idea de que los “derechos humanos”, un concepto filosófico ya por sí mismo discutible, pueden ser extendidos de la gente a los animales (¿pagan impuestos, tienen obligaciones, delinquen, van a las elecciones?, ¿cómo así pueden tener “derechos” los hipopótamos o los murciélagos?). El discurso recurrente de izquierda actual extiende la agenda ético-normativa del liberalismo, acentuando el individualismo metafísico que es la base de la ideología de mercado y su concepción de la sociedad humana como un acuerdo entre contratantes interesados en aumentar su cuota personal de placer y riqueza.

El desarrollo del discurso recurrente de la izquierda europea y anglosajona, sin duda, no ha calado en los Andes. Lora Cam dio una conferencia en Puno, ese jueves 29 de octubre, donde quedaba claro que la agenda individualista de la izquierda filosófica actual es inaceptable para él, pero también para el auditorio, ya que lo aplaudió: los animales no son hombres, hay placeres sexuales éticamente inaceptables o patológicos y todo compromiso con el liberalismo metafísico y el capitalismo es una renuncia a la emancipación humana. Aunque ninguna de estas posiciones fue defendida filosóficamente, interesa al hermeneuta que esa falta de argumentación no quitó para nada el favor de los asistentes. Eso tiene más significado filosófico que la argumentación misma de Lora Cam, que se puede por ello omitir. Se trata de un hecho que la historia del largo plazo juzgará tal vez como parte de la identidad y la fuerza de lo andino, justamente como un pensamiento y una manera de ver la vida extraña, en el sentido de genuinamente diversa, de aquello que el “liberalismo de izquierda” del Occidente considera la agenda y destino de las regiones donde es vigente.

Hablar de marxismo revolucionario y colmar con ese discurso las aulas y los auditorios culturales de 1980, como hacía Lora Cam, no era cosa de juego. El hecho de que aún llene los auditorios indica algo, algo local y andino, aunque no relacionado con el marxismo, pues la caducidad epistemológica y metafísica, pero también histórica del marxismo como una teoría, no requiere prueba. Pero volvamos al hotel de mi encuentro con Lora Cam, Pacha Hostel, en la primera cuadra del jirón Lima, de Puno, este jirón un lugar elegante donde una cena puede resultar más cara que en el europeo y exclusivo balneario costero de Miraflores. Lora, a quien yo no conocía, iba rodeado de su corte de rubias hablándoles en un español que ellas no entendían sino en inglés, idioma que Lora confesó no frecuentar; les comentaba en frenglish entusiasta sobre sus logros como filósofo. “He leído en mi vida 25 mil libros”, les comentó una vez, las ninfas oídos sordos. Su personalidad dominaba el escenario de mantequilla y pan serrano. Reclamando enfático un café digno de su fama en el sur andino, se hallaba allí quizá el último que es capaz de creer, fuera del argentino Atilio Boron, que los presupuestos conceptuales del marxismo son filosofía y, además, herramientas genuinas para interpretar la realidad social o histórica. Por motivos que me resultan extraños –e ignorando con quién compartía sus opiniones-, me refirió del “puro relativismo” que la hermenéutica filosófica significaba, y que en su opinión había contaminado el discurso de la izquierda andina, derivando su interés a “ritos ancestrales” y “la palabrería de lo originario”, que al final no era en su concepto sino “pura superstición y rechazo al progreso”. “A éstos (de aquí) se les ha dado en creer ahora en mitos y ritos de los Andes, cuando la filosofía, como todo el mundo sabe, se basa en la superación del mito por la razón”. “¿No es verdad que la filosofía nació cuando el hombre griego superó el pensamiento mítico?” “¿Quién podría negar eso?” “¿Acaso éstos (los asistentes al XV Congreso) quieren volver a la religión?”

Lora Cam, acto seguido, acusó a la hermenéutica –y creo que injustamente- de ser cómplice de la evolución del liberalismo de izquierda en sus agendas “frívolas” de animalismo y el fomento del individualismo sexual (dicho todo en términos algo más exactos y enfáticos, pero que la sensatez me siguiere no colocar aquí de manera literal). A esto último, relativo a la hermenéutica, volveré al final. Nada puede ser más equivocado ni más injusto que atribuir a la hermenéutica las agendas del activismo de los liberales de izquierda o sus doctrinas, pues si hay una filosofía incompatible con el liberalismo metafísico y sus extrañas agendas sociales, ésa es la hermenéutica. Gianni Vattimo, mencionado con especial interés en esta conversación por Lora Cam puede, en efecto, compartir algo del activismo liberal de izquierda, pues se halla comprometido con el movimiento y la ideología gay, pero creer que este filósofo particularmente es, como pensador y no como otra cosa, un liberal de izquierda, implica dos cosas que hablan mal del objetor: o uno no ha leído sus libros, que son lo que cuenta en filosofía, o uno no los ha comprendido, que es lo que cuenta de la lectura.

Como ya he anotado, Lora Cam suele ser algo excesivo en su forma de expresarse. Y se debe observar su especial inclinación por descalificar a las personas por razones que no son filosóficas, sino anatómicas, estéticas, étnicas o sexuales. Lo hace con un gran humor, pero que una cierta prudencia me obliga a depurar en mi recuerdo, aún fresco, cuya argumentación ad hominem los filósofos, en general, no consideramos ni muy amable ni muy convincente. Es bueno abandonar esa manera de hablar a los bloggers, pues son éstos los únicos -que yo recuerde- que son capaces de pretender que razonan con insultos sexuales y descalificaciones contra la persona sin que recaiga sobre ellos la sanción que la ley tiene prevista contra la difamación y las expresiones contra el honor, de las que yo mismo he sido a veces víctima. Cualquier demente puede argumentar de esa manera. Conozco uno que se ha querido suicidar varias veces en los últimos años por su espantosa obesidad y que, al momento de argumentar ad hominem en Facebook contra este pobre filósofo que nada le hace, parece dar lo mejor de sí mismo, ignorando que quizá su mayor logro en la vida es cobrar miles de dólares de una universidad millonaria sin trabajar. Otro de esos difamadores, que pasa por filósofo como el papel usado por los conductos de agua, y lo tengo en la mente porque me insultó reiteradamente en la cuenta de Facebook de un conocido lobbista corrupto “de izquierda” hace apenas un semestre, iba a asistir al Congreso. Quise ver su barba pelirroja al hablar de esa filosofía medieval de la que no sabe nada en el salón vacío donde yo y un par de gentes lo esperábamos, pero tuve la fortuna de que la fatalidad me privara de la descarga de su dudosa inteligencia. En todo caso, queda claro que toda cita textual de Lora Cam aquí ha sido desprovista de los epítetos personales reales, pues estas memorias, antes que tratar de describir la realidad, desean rescatar un razonamiento central del arequipeño marxista que es perfectamente correcto y que sólo él fue capaz de soltar en el XV Congreso.

Una de las razones de esta memoria es que pude observar en el transcurso del Congreso que Lora Cam no es el único filósofo regional en su honesta adhesión marxista. Aún la lucha de clases, la dictadura del proletariado, la violencia como partera de la historia y la ansiedad por una explicación filosófica basada en la economía o la racionalidad científica son frecuentes en los Andes. Lo extraordinario es que, como Lora Cam mismo ha comprendido, los marxistas regionales desconocen la problemática filosófica que plantea apostar por un pensamiento o, más aún, una filosofía andina y, a la misma vez, secundar todo este discurso de la lucha de clases, el proletariado, la violencia, etc. Quizá lo único que acerque a ambas aproximaciones es que pueden las dos pasar por “izquierda”; pero el capitalismo light de los socialdemócratas de la tercera vía, como Anthony Giddens o Philipe Petit es también de izquierda, y es bien sabido que nada tiene qué hacer esta “izquierda” con reivindicaciones indígenas, étnicas o culturales en general y se enlaza bien, en cambio, con el economicismo metafísico cuya agenda en el mundo ha generado la reivindicación de algún tipo de nuevo indigenismo, orientado a dar cuerpo a un discurso filosófico qué oponerle como respuesta. Tal vez muchos liberales de izquierda o izquierdistas tercera vía adopten discursos multiculturalistas, interculturales o de diálogo entre culturas, pero suele ser siempre bajo el esquema metafísico liberal, cuya consecuencia es el mismo economicismo metafísico contra el que, en el contexto del Congreso, da lugar y sentido a las posturas en favor de un pensamiento o una filosofía andina.

La filosofía del multiculturalismo, lo intercultural, etc. ha sido pensada en función de realidades sociales donde hay agrupamientos humanos cuyo encuentro va de la mano con un alto nivel de conflictividad; en esas realidades el lugar hermenéutico de encuentro es preferentemente una sociedad capitalista organizada metafísicamente, bajo valores e instituciones políticas liberales que se hallan fuera de cuestión y a la que se supone los agrupamientos humanos en conflicto desean pertenecer. Sin duda eso ocurre en el Canadá, donde Charles Taylor esbozó en la década de 1980 El multiculturalismo y la política del reconocimiento y por supuesto, ocurre en la Europa de la inmigración descontrolada que existe hoy. Eso no es lo que sucede en el mundo andino. Y tampoco lo que ocurre con las realidades histórico-sociales alternas del mundo contemporáneo, allí donde no hay gay marriage, donde por lo regular el poder no se separa de la religión ni se halla en conflicto con ella y donde, por lo demás, no hay tampoco crisis económica, ni inmigración masiva ni instituciones metafísicas liberales (y donde, por alguna razón será, estos discursos filosóficos sobre el multiculturalismo, etc. no tienen mayor interés). La filosofía de la que aquí se trata no ha sido pensada, como se hace aquí y se hizo en el XV Congreso, para afrontar el reto de sociedades que aspiran a situar sus creencias e instituciones políticas básicas fuera del esquema liberal que rige el mundo occidental actual; un horizonte economicista, cientificista y racionalista, y por eso también nihilista, donde no tiene sentido tomarse en serio las diferencias de los agrupamientos humanos exigidos de convivencia.

Quien desee pensar seriamente el mundo andino desde un ángulo filosófico no debería abordar los problemas que son de su interés desde la filosofía del multiculturalismo, etc. sino desde alguna filosofía que le permita diferenciarse del mundo Occidental sin tener, a la misma vez, que aceptar sus instituciones y sus valores, lo que evidentemente conduce tan solo a una penosa perplejidad. No vivimos en París o Londres, ni en la nueva Alemania multicultural, donde viviremos para verla escenario de las más atroces consecuencias violentas de una convivencia pensada neciamente.

Volvamos a Lora Cam. La tarde-noche que reconocí a Lora Cam y me acerqué a entrevistarlo, el jueves 29 de octubre de 2015, en el hotel, le hice una entrevista de unos 25 minutos, dedicada principalmente al problema filosófico que plantea la idea de un pensamiento andino y su relación con el marxismo. Alcancé a decirle de mi parte que el marxismo era tan apropiado para un discurso sobre agrupamientos humanos en conflicto como lo es el liberalismo en la filosofía del multiculturalismo, etc. Lora Cam juzgó a partir de sus presupuestos que ninguna posición de izquierda era compatible con la idea de un pensamiento, y menos de una “filosofía andina”. “¿Filosofía andina? ¿Qué es eso?”, me dijo Lora Cam. “Hablar así no tiene sentido”. En esto creo que se halla equivocado y, ya que su elocuencia y su seguridad no me dieron entonces oportunidad de argumentar nada más ante él, reservo un lugar más adelante para completar esa charla con mi punto de vista. Expresamente deseo aclarar que no lo haré para defender un pensamiento de izquierda, pues creo que el pensamiento o la filosofía andina no tienen por qué ser “de izquierda”, y que plantearse esos tópicos como si implicaran un compromiso de esa manera involucra lo andino con las agendas de la izquierda individualista liberal, sus instituciones y valores nihilistas, que, como ya se ha visto no parecen ser del gusto de loa andinos mismos. Lo haré en cambio para rescatar la pertinencia filosófica y el interés social e histórico que las posturas en favor de lo andino tuvieron en el XV Congreso. Vattimo recientemente ha intentado reivindicar el uso de “comunista” para hacer referencia a una postura de izquierda que se halle fuera de los lineamientos del “liberalismo de izquierda”, con lo que quiso significar que su posición filosóficamente hablando es confrontacional con el capitalismo y, de manera derivada ya, de sus agendas nihilistas. Una manera andina de hacer filosofía podría quizá ser denominada comunista, pero de ninguna manera marxista.

Aunque uno puede creer que Alain Badiou es comunista, que de alguna manera Ernesto Laclau y su esposa, o Gianni Vattimo también lo son, sería un grave error creer que se trata de pensadores marxistas como lo eran los de la época de la Guerra Fría. Los que en la actualidad se autodenominan “comunistas” no son estudiosos del legado de teoría económica o la filosofía de la historia de Carlos Marx, sobre lo que ya no se realiza estudios académicos significativos y resulta raro, en realidad, hallar estudios de cualquier clase, incluso para estar en contra. Y esto se debe a que, digan lo que digan los antes mentados, ellos mismos no se toman en serio los rasgos que definen el marxismo como filosofía: una metafísica de la historia, que es la traducción en términos sociales del lenguaje cientificista, racionalista y economicista que sería propio de un filósofo que verdaderamente fuera marxista. Tampoco se toman en serio pensar un régimen político comunista, donde reinara ese marxismo economicista, etc., en el sentido de no democrático-representativo, libre de esa amenaza a todo proyecto histórico de largo plazo antiliberal que son los procesos electorales que ahora se llama “democráticos”, aunque sería mejor denominar “liberales”, pues el ABC de todo conocimiento político sobre la democracia es que la liberal es solo una variedad de la democracia, aunque los medios de prensa se aúnen a la ignorancia para sostener lo contrario.

¿No son los procesos electorales los que hacen a los países andinos de izquierda gobiernos inestables y geopolíticamente vulnerables? Mientras escribo esto, resaltan los casos de Venezuela, el factor determinante de la revolución antiliberal en América Latina ,y de la Argentina, uno de sus sustentos más significativos y tierra de origen del Papa que, aliado de la revolución, puede verse pronto en conflicto con el proceso de su propio país. Todos sin excepción se adhieren a una manera de concebir la política para la cual la herencia ética y política de la Ilustración es determinante, algo que Vattimo y Santiago Zabala han denominado “democracia metafísica”, pero contra la cual no es mucho lo que han podido argumentar, en gran medida porque no han sido capaces de imaginar un régimen político que fuera políticamente incorrecto y que fuera viable en el largo plazo. Esto genera una distancia, hasta ahora insalvable, entre la realidad social e histórica de las transformaciones revolucionarias realmente existentes, no sólo en América Latina, y discursos como los de los mentados u otros.

El único país comunista de verdad en América es Cuba que, como realidad revolucionaria exitosa y vigente, tuvo en el XV Congreso a la profesora de la Universidad de Oriente a una representante genuina. Ella recordó a todo el auditorio (quien firma incluido) que si uno se halla interesado en la verdad de los problemas políticos y sociales, deberá ver el canal Telesur. Descubrí con sorpresa que la mayoría de los asistentes al Congreso veían ese canal. Ahora reflexionemos un poco. Cuando uno ve al actual presidente de Cuba en la primera fila de las grandes misas multitudinarias que se ha celebrado en La Habana en el último lustro, cabe preguntarse si él mismo es cientificista, racionalista o economicista como Lora Cam, o si cree en algún tipo de metafísica de la historia con esos rasgos en la cual Cuba fuera la realidad del Espíritu absoluto. En realidad el Presidente de Cuba parece ser comunista tanto como el teócrata de Irán, un clérigo chiíta que es más poderoso políticamente que el emperador al que ha sustituido con su revolución, o como el gobierno ruso, que ha sellado una alianza entre el Estado y la Santa Iglesia Ortodoxa y va camino a restablecer la monarquía, o el Presidente de Namibia, uno de los países que encabezan la resistencia global contra la ética sexual de los regímenes capitalistas y que, aunque los medios liberales tratan de dictador, la verdad es que es un gobernante democráticamente elegido. Con algo de reticencia, debe incluirse en esta lista, aparte de China e India, mega-países donde hoy se defiende las religiones nacionales a costa del Estado, se levanta o restaura los templos y se protege los cultos ancestrales, al Vaticano, cuyo gobernante dijo delante del Presiente del Ecuador hace unos meses –literalmente- que había que seguir “con nuestra revolución”. Todos estos países, desde Irán a la Santa Sede, son aliados del comunista de La Habana. Si hubiera algo “comunista” en todo esto, con certeza no hay nada en el significado de estas realidades político-sociales de racionalismo, cientificismo o economicismo. Nada de liberalismo de izquierda tampoco, que se filtra siempre a través de recursos o instituciones financiadas por los Estados Unidos o sus dependencias europeas.

La revolución no le consulta a los filósofos para ser o, como diría Joseph de Maistre, “la revolución camina por sí sola”. Al menos no le consulta a los filósofos que dan prioridad a los procesos electorales sobre el pensamiento de la realidad y terquean, como es fácil comprobar, con la Ilustración, la revolución sexual anglosajona -que acabará con la extinción de la raza europea-, el secularismo o el racionalismo cientificista. Los filósofos harían bien en preguntar a la revolución cómo es que ella va, por qué no es cientificista, ni economicista, ni racionalista, por qué la revolución va a misa y, para decir algo contrastante con Lora Cam, por qué no es marxista, siendo como Marx lo ha sido, y Lora Cam indudablemente lo es también, un hombre muy inteligente. Pero la inteligencia humana y la revolución parecen ir por caminos diversos y toda inteligencia humana que desee ser realmente revolucionaria debía preguntarle cómo va a la revolución misma en lugar de hacerlo a los filósofos del multiculturalismo, el liberalismo de izquierda o a Carlos Marx. Esto es posible filosóficamente, y es la hermenéutica, que no el marxismo, quien tiene las herramientas para hacerlo, para que la entrevista a Lora Cam se transforme en una entrevista al Ser.



 
Badiou o Vattimo, si son comunistas en algún sentido, calzarían como comunistas utópicos, esto es, unos comunistas llenos de esperanza social en un futuro mejor para los desfavorecidos, pero con la triste situación –que Marx no conoció- de no contar con ninguna teoría económica o metafísica detrás que justifique ese entusiasmo. Laclau y su esposa, Chantall Mouffe, son unos socialistas schmittianos, que  deben más a Heidegger que a Marx a la hora de hacer filosofía política. Como se ha visto, los desfavorecidos mismos, en aquellos procesos históricos que están en sus manos en la actualidad, sea en América, sea en África o Asia, debe decirse, tienen más que enseñar a un filósofo marxista que tuviera hoy la pretensión de hacer de su “vanguardia”; hacen mal los países que se dejan asesorar por filósofos liberales, que los atan a realidades que no corresponden con los cambios históricos realmente existentes, sus agentes y sus aliados políticos, sino que los hunden en el nihilismo en el que ha desembocado el liberalismo de izquierda. En este universo humano es manifiesto que el comunismo es “un fantasma que recorre el mundo”, pero lo hace, justamente, en su calidad de espectro; es una imagen del pasado resignificada en un contexto diferente. Demás está decir que Lora Cam sí se presenta a sí mismo como un comunista de la usanza antigua, es decir, como un marxista. De la entrevista que le hice no se deduce que crea en algún tipo de metafísica de la historia, y tal vez haya leído a Sir Karl Popper o a Karl Löwitt y, en cualquier caso, citó al primero de ellos como un gran filósofo, aunque es el mismo que escribió Miseria del historicismo para refutar las metafísicas de la historia de las cuales la marxista es una especie. Lora es cientificista, racionalista y economicista; estos son rasgos que un marxista comparte –curiosamente- con un liberal, sea de izquierda, sea de derecha. No sorprende nada que le resulte inaceptable cualquier posición relativa al pensamiento humano que carezca de estas características.

Como ya he anticipado, la breve entrevista entre Lora y yo trató el tópico central del XV Congreso Nacional de Filosofía, que era la cuestión de los conflictos culturales. Lora se presentó primero ante mí como un filósofo marxista. Luego de haberle yo preguntado por el contenido de su ponencia plenaria, esto es, de su conferencia magistral para el evento, que se esperaba para esa misma tarde-noche del 29 de octubre, ésta fue la respuesta: “vengo –me dijo- a poner en su lugar a todos estos filósofos andinos”; “ahora han venido con esta nueva moda de lo indígena, del pensamiento de los pueblos originarios, a hablar de pensamiento andino, de filosofía andina…”, “de cosas que no existen”; “hablan éstos de la pachamama, de la tierra y de los apus pero –enfatizó Lora- esas cosas no existen sino en la imaginación primitiva; son producto del pensamiento mítico, todo es pura superstición”. “La verdad es aquí que todo, o es ciencia, o no es nada” –esperó con fuerza Lora-. “Lo que no es ciencia, ¿qué cosa puede ser?... No es sino folklore, puro folklore, una cosa de antropólogos”. Y agregó al instante: “y, además, no está probado que la antropología sea tampoco ella misma una ciencia; es más, a pesar de los esfuerzos de los franceses, ni siquiera es una ciencia”; “todo no es más que puro mito, pura superstición”. “Y todos sabemos que los griegos crearon la filosofía cuando separaron el mito del logos, cuando descubrieron la razón, o sea la ciencia”; “no vamos a retroceder ahora, a renunciar al progreso, para volver al pensamiento ancestral, para salir de la civilización y volver, ¿a dónde?”.

En todo esto, que reproduzco casi literalmente –alusiones personales y chistes sexuales censurados- queda clara la autenticidad moral del pensamiento de Lora en tanto marxista, su consecuencia conceptual, su integridad como pensador que ha leído a Carlos Marx y su adhesión consecuente –se me permita insistir- al economicismo, al racionalismo y al cientificismo. Y, en efecto, la adhesión a estas posiciones excluye, suprime, elimina toda capacidad de diálogo paritario con lo que Lora denominó en la entrevista “folklorismo andino” y que, de manera más técnica, podríamos denominar más bien culturalismo que, debo decir, ha sido la posición predominante en el XV Congreso, que la mayoría de los asistentes cubrieron de ropaje marxista sin percibir nada de lo que Lora dijo tan acertada como enfáticamente. Como una observación de pasada, declaro que Lora hizo uso de una extraordinaria capacidad de referir adecuadamente autores de teoría social, psicología, antropología y filosofía de la ciencia para sustentar y dar cuerpo a su argumentación, que sin embargo resultó –sin duda involuntariamente- tan breve. Pero fuera de Gianni Vattimo, Lora Cam no mencionó a ningún autor que recuerde mi mente posterior a 1990.

Lora agregó luego un paréntesis digno de observación y que va a ayudarme a llegar al punto final de esta memoria. Dijo Lora Cam, ya con el chofer esperándolo en la puerta del Pacha Hostel: “¿Y de dónde sale esto de volver al mito, de renunciar a la razón?”. La respuesta es de lo más interesante para quien esto firma. “Estos Feyerabend, los Lakatos introdujeron el caos en la teoría de la ciencia, ya desde Popper, y después apareció la hermenéutica. Y viene luego esto de la posmodernidad, ¿qué es la posmodernidad?, imagínate, los filósofos pos-modernos, que dicen que la ciencia no conoce la verdad o que la verdad no existe, y que la ciencia es cosa superada, y se aparece este Gianni Vattimo a decir que ya se acabó la epistemología y a cuestionar la modernidad, que la ciencia debe ser superada”.

He omitido las frases o expresiones cuyo tono alto es a la vez inútil y cuyo desarrollo pudo oírse luego en el auditorio. Lora Cam, tal vez sin proponérselo, dejó en claro que el discurso sobre lo andino o los conflictos de culturas son epistemológicamente incompatibles con el racionalismo, el economicismo y el cientificismo, que es lo que nos interesa aquí resaltar y cuya paradoja subyace, como antes he subrayado, en la filosofía del multiculturalismo, etc. que se ha creado en los países liberales para resolver sus problemas de integración entre agrupamientos humanos en sociedades donde, supuestamente, hay un consenso general sobre los valores e instituciones liberales. Antes que problemas filosóficos, la filosofía que trata estos temas en los países hegemónicos se halla interesada en la implementación de políticas sociales de asimilación o convivencia con agrupamientos altamente disímiles en una cultura liberal. Allí la filosofía se halla enmarcada en el interés, metafísicamente anterior, de conservar sociedades capitalistas ricas con poblaciones complejas. Nada de eso tiene que ver con el mundo andino, como tampoco con el mundo ruso, o chino o japonés. Quien quiere una filosofía propia, andina o peruana, debía primero pensar en la realidad que debía suscitarle el planteamiento de sus problemas; si esa realidad se halla sólo en los libros en inglés, en la televisión de cable o en la ideología de los colectivos sociales financiados por los Estados Unidos, ya se entiende qué realidad quiere atender ese pensamiento “andino”.

La primera consecuencia de lo arriba expuesto es que todo marxista o posmarxista que es economicista… etc., practica una especie de magia conceptual cuando quiere llevar a cabo empresas tales como la filosofización del patrimonio cultural andino. Para que esto sea posible, por decirlo en lenguaje kuhniano, se requiere de un paradigma diferente, que no sea economicista, cientificista, etc. Por la misma razón el pensamiento y las agendas del liberalismo de izquierda, que presuponen de igual modo una suerte de consenso en que todo lo que importa es económico, que el único criterio de examinar y comprender la realidad es la razón, y que degrada, posterga o minimiza lo ancestral, originario, tradicional, mítico o religioso en nombre de un saber más cierto o científico nada tiene que aportar en una articulación conceptual de raíces o intereses andinos. Lora, pues, tiene toda la razón en eso.

Si hay algo de la entrevista con Lora Cam que me deja sumamente insatisfecho, y con lo que deseo terminar estas memorias, que entiendo ya deben resultar excesivas para el lector, es que no parece conocer la hermenéutica, ni su significado como discurso filosófico orientado a la interpretación de realidades sociales, incluyendo allí los conflictos de culturas o los conflictos en general. Su extremo racionalismo, cientificismo, etc. se sostienen en gran medida en el desconocimiento de la hermenéutica lo cual es, se me permita decirlo, intolerable académicamente hablando. No se trata, como dijera Vattimo en la década de 1980, de que la hermenéutica es un lenguaje “koiné” de la cultura, pues no creo que eso sea cierto realmente. El vocabulario social recoge, hasta hoy, ideas metafísicas del siglo XVIII que cualquier filósofo atento a la historia de su propia profesión sabe que no tienen sustento, y a veces ni siquiera sentido, como “razón”, “progreso”, “Historia”, “libertad”, etc., por citar solo algunos de los que generan menos resistencia en el inconsciente filosófico. La gente educada, por las razones que fueran, incluso dentro de la esfera de la tradición filosófica, da por sentado que los códigos de interpretación liberales de la experiencia humana tienen un contenido normativo, esto es, que son criterio para calificar y estimar un trabajo filosófico como bueno o malo, o al menos como peligroso.

Es una circunstancia afortunada que esta realidad normativa y punitiva no agote nunca del todo el quehacer filosófico y que siempre sea posible, institucionalmente hablando, que haya filósofos anómalos que sean capaces, tengan el interés, o simplemente se dejen llevar por motivaciones para las que eventualmente ellos mismos no se hallan preparados para procesar. En este ámbito del pensar, hermenéutica y pensamiento andino, hermenéutica y saber de los pueblos originarios, hermenéutica y conflicto entre la cultura local y su verdadero otro, que es el liberalismo, se hallan juntos. La hermenéutica, un pensar histórico, que parte de la finitud humana, ha sido pensada para hacer un lugar para aquello que la Ilustración europea había rechazado. Y es desde ese lugar, lleno, en efecto, de ritos, misterio y religión, que la revolución tiene lugar.



Caetera desiderantur…

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