Datos personales
- Doctor en filosofía. Magíster en Historia de la Filosofía. Miembro de la Sociedad Peruana de Filosofía desde 1992. Crío tortugas peruanas Motelo y me enorgullezco de mi biblioteca especializada. Como filósofo y profesor de hermenéutica, me defino como cercano a lo que se llama "hermenéutica crítica y analógica". En Lima aplico la hermenéutica filosófica al estudio del pensamiento peruano y filosofía moderna. Trabajo como profesor de filosofía en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos; he trabajado en Universidad Nacional Federico Villarreal desde 2005. He sido profesor en la Facultad de Teología Pontificia y Civil de Lima hasta 2014. He escrito unos sesenta textos filosóficos, de historia de los conceptos, filosofia política e historia moderna. Tengo fascinación por el pensamiento antisistema y me entusiasma la recuperación de la política desde el pensamiento filosófico. Mi blog, Anamnesis, es un esfuerzo por hacer una bitácora de filosofía política. No hago aquí periodismo, no hago tampoco análisis político de la vida cotidiana- De hecho, la vida cotidiana y sus asuntos no son nunca materia del pensamiento.
martes, 9 de marzo de 2010
Dios, Patria y Rey (III). Carácter de la literatura: su composición
Para mis lectores historiadores del pensamiento político y la filosofía peruana. La lectura de este post debe sujetarse a la de sus precedentes en la numeración “Dios Patria y Rey”. Pronto voy a colgar una selección de archivo aparte de filosofía en el Perú.
A los lectores hermeneutas: les ruego que tengan paciencia.
Pronto: Hermenéutica de la actualidad. En abril o mayo regresamos con “Lezione di congedo” de Vattimo y otros comentarios de hermenéutica.
Dios Patria y Rey (II)
Carácter de la literatura del Perú independiente (1905)
Parte I: La composición del libro monarquista
Víctor Samuel Rivera
Universidad Nacional Federico Villarreal
En Carácter de la literatura hay una tesis transversal de Riva-Agüero relativa a la influencia de las literaturas nacionales que debemos observar ahora. De acuerdo a Montealegre, estas influencias son fundamentalmente la española, la francesa y otras, en el orden que estamos anotando. “Otras” se refiere de manera general a la influencia inglesa, alemana e italiana. En principio, la influencia nacional fundamental es la de España, la cual resulta ser el “original” frente a la literatura peruana. Riva-Agüero llega a sostener la tesis bastante fuerte de que esta subordinación es inevitable, pues se remite al origen de la tradición literaria, que se vincula a su vez con la continuidad histórica de la lengua nacional, el español. Escribe Riva-Agüero que:
“En las grandes literaturas, v. gr.: la francesa, la inglesa, la italiana, es clarísima y casi inconfundible la línea que separa a los autores propios de los extraños. Sobre los criterios de nacimiento, nacionalidad y residencia, predomina el del idioma, que en la inmensa mayoría de los casos se confunde con el de la raza” (a partir de aquí en general cito la edición de 1905, pp. 170-171).
La conclusión respecto del “carácter” peruano es manifiesta:
“No sucede lo mismo con las que podríamos llamar literaturas provinciales y coloniales, a falta de más adecuado nombre, que vienen a ser subdivisiones de las primeras, dentro de las cuales están comprendidas por el vínculo superior de la lengua y de la raza” (p. 171).
La literatura peruana, pues, debe ser definida por su carácter subordinado porque, desde el punto de vista de la tradición literaria, depende de España. Eso quiere decir: los modelos eminentes literarios serán siempre los mismos que los españoles “por el vínculo superior de la raza”. Se trata de un vínculo “colonial” inevitable, que el lector entiende no afecta sólo al carácter literario, sino a la “raza” misma. Pero la literatura admite influencias nacionales externas al idioma y, de una u otra manera, también por ello estilos o caracteres de otros pueblos. Como vamos a ver después, la tesis fuerte es fundamentalmente una apariencia que, como todas, es algo engañosa, y hace menos evidente una de las sugerencias políticas más interesantes de la obra: la idea de que en el carácter peruano hay una suerte de germen de “originalidad”. La “originalidad” es una idea política muy poderosa: en el contexto conceptual de Tarde y Les lois de l’imitation, que ésta sea posible significa también la tesis de que puede pasarse de ser un país imitativo y “atrasado” a la condición de país original o “avanzado”; esto es, de país dependiente a un país con un carácter “propio”, no imitativo. El carácter “colonial” no implica la falta de originalidad. Desde el punto de vista político, es ésta la idea central que guía el libro entero: el Perú puede ser un país original.
El carácter colonial del Perú se vincula también con la fuente de su originalidad. Ésta procede de la historia de las influencias literarias y sociales en España misma, de la que el Perú era parte y con quien se identifica hasta 1824. Continuando la polémica entre Carácter de la literatura y Estado social del Perú durante la dominación española de Javier Prado, mientras que Prado confunde en los trescientos años de la monarquía peruana las dinastías de Habsburgo y Borbón como un único sistema político y un mismo “ideal”, Riva-Agüero se esmera en destacar sus diferencias a través de la evolución de la influencia literaria. Se trataría de una dinastía tradicional (tradicionalista) frente a una dinastía moderna. Pero sólo el gobierno austriaco, tradicional y católico, habría sido auténticamente hispánico y, por ello, orientado en la originalidad no sólo literaria, sino social y política de España; habría tenido un “ideal propio”: la teocracia católica. La dinastía borbónica, en cambio, por su origen francés, habría introducido la influencia de la Francia ilustrada, una Francia desdichada cuyo destino estaba en la anarquía, la revolución y la República. En España, el régimen borbónico habría desnaturalizado al país con la influencia francesa, llevándola a la negación de su “ideal”, que significaba también la desarticulación de su Imperio y su decadencia literaria y social hasta el presente, mientras no hubiera un “nuevo ideal” que remplazara al anterior. Aunque la influencia francesa habría hecho pasar a España de un país “adelantado” y con una literatura original a ser un país imitativo y “atrasado”, en el Perú, en cambio, habría definido en la historia social el tipo nacional, esto es, el tipo psicológico propiamente peruano . Desde un punto de vista general de la obra de Riva-Agüero, el ingreso del mundo moderno bajo la dinastía Borbón habría significado así la definición del carácter nacional peruano.
La originalidad del Perú, como vemos, depende de reconocer características del carácter nacional originado bajo el reinado de la dinastía borbónica, es decir, en el siglo XVIII. A partir de allí, la decadencia española es un proceso independiente del Perú. En cierto sentido, el “Perú independiente” sería un evento histórico cuyo origen habría sido la monarquía borbónica. Desde entonces, la influencia española procede de la tradición literaria, pero se filtra por el carácter nacional. Ahora bien. Esta originalidad es “colonial” en un sentido doble: porque procede de una evolución española, y porque además esta evolución significó el ingreso de la influencia francesa, habría que agregar, del “carácter francés”. Como esto ocurre inicialmente bajo los Borbones, hay una parte “francesa” en el carácter nacional peruano. En relación inversa a la historia social y política de España, Francia habría ido ocupando desde su génesis un lugar cada vez más relevante en la imitación peruana, hasta devenir en la pretensión de “influencia exclusiva” (pp. 231. 237), que albergaría la tendencia en convertirnos (de colonia española) en “colonia francesa”. Es inevitable pensar en la ideología positivista de Prado, cuya nacionalidad es indiscutible.
La influencia francesa se haría presente más particularmente a partir del periodo romántico. En este periodo se constataría también el ingreso de las influencias nacionales inglesa y alemana. Ahora bien: las influencias nacionales en el estilo literario no son mera literatura, sino que son elementos formativos del “carácter”, esto es, informan las expectativas políticas y sociales. Buena parte de la Sección VII está consagrada a este tema. España se afrancesa, y el Perú se afrancesa a través de España. Pero también el Perú se afrancesa por sí mismo, al seguir modelos literarios franceses, lo cual sería especialmente cierto en la prosa, y más en especial en la literatura social: la filosofía, la sociología y la ciencia política. Escribe Montealegre que de “filosofía y ciencias sociales y políticas” “no sabemos los peruanos sino por los libros y manuales franceses; y cuando nos aventuramos a estudiar a un pensador, crítico o literato que no es francés, no lo estudiamos sino porque en París está de moda”, “es una miserable servidumbre; es una triste y vergonzosa abdicación de nuestra raza, de nuestro ser y de nuestro criterio”. La influencia “exclusiva” francesa debe moderarse para evitar caer al estado de “colonia” del que habríamos salido hacia el siglo XVIII; éste es, en efecto, un tema central de la argumentación se la Sección VII. Un buen ejemplo de ese coloniaje, de ese “galicismo de pensamiento” ¿no sería acaso Javier Prado? Pero no había cómo nombrarlo. ¡Carácter de la literatura trata sólo de literatura!
Hemos ya visto la división en partes desde el punto de vista de las influencias nacionales. Pasemos ahora a los modelos o tipos literarios eminentes que dominan cada uno de los tres períodos básicos. Es notorio que hay una muy marcada para cada uno de los periodos de la parte narrativa de Carácter de la literatura. Para la sección “clásica”, conformada por el acápite III y el fragmento narrativo de la II dedicado a Melgar y Olmedo, el modelo eminente es el poeta español Manuel José Quintana. En la Sección IV, “romántica”, el modelo eminente es José Zorrilla. Llama la atención encontrar la “moderna” sin un modelo, pero el lector entre líneas advierte pronto que está descolocado en la Sección VII. Es evidente que es para no mencionarlo en la que le corresponde. Se trata de Rubén Darío. Los “modernos” -que en buena parte eran contemporáneos del marqués- “Se imaginan que rivalizan con Rubén Darío, poeta exquisito, pero funestísimo maestro”. Agrega Riva-Agüero que Darío es “admirable en sí a título de curiosidad singular” pero que en cambio resulta “aborrecible” “como jefe de escuela” (p. 233). Ya que “funestísimo maestro” y “aborrecible” “jefe de escuela” es natural que se lo mandara a otra parte. En lugar de tratar del maestro, se enfatiza por el contrario la influencia nacional francesa en especial párrafo aparte. En el desarrollo narrativo de las secciones II-VI no escapa al lector que frente a cada una de las personalidades “originales” corresponden los literatos peruanos del periodo respectivo como epígonos locales, cada uno de los cuales es objeto de diversos juicios, algunos de una espantosa crueldad y un no menor sentido de la chanza: “Mis juicios carecerán de aquella sólida y jugosa madurez que sólo dan los años y la experiencia” –se excusa el joven- “y he declarado con entera sinceridad la impresión que dichas obras me han producido” (p. 3). Los epígonos son valorados por el criterio de su originalidad artística, la cual es a su vez medida por su relación con los modelos eminentes y las influencias nacionales.
Nuestra clasificación de las secciones de la parte narrativa de Carácter de la literatura sugiere pronto que debe poder señalarse un autor representativo para cada periodo, tanto de la influencia nacional predominante como del modelo literario que se sigue. No deberá sorprendernos que a cada uno de estos tipos corresponda también un ideario político, cada uno de los cuales es correlativo a uno de los temas de la tesis de Prado. Y en efecto: para el clasicismo y Quintana el texto ofrece en la Sección III al poeta Felipe Pardo y Aliaga (1808-1868); para el romanticismo y Zorrilla tenemos en la Sección IV a Ricardo Palma; al modernismo y su “funestísimo” Darío corresponde Manuel González Prada (1848-1818). La influencia nacional de acuerdo con el proceso evolutivo de la imitación española se da de manera transversal. Así, al clasicismo corresponde la influencia de la España borbónica, al romanticismo la imitación española de autores eminentes franceses y al modernismo la influencia francesa. Como ya sabemos, hay un proceso que se inicia con una influencia española que es cada vez más dependiente, ella misma, de la de Francia. La idea central subyacente aquí es que, mientras más nos acercamos hacia el presente (de 1904) y vamos de un periodo literario al que sigue, más poderosa es la influencia francesa y, viceversa, mientras más alejados estamos del presente, mayor es la influencia española. El presente, es, sin duda, la imitación francesa directa, leída ya en francés. En el punto medio se halla el romanticismo, que con toda certeza tiene la preferencia del autor. Felipe Pardo es hijo del clasicismo, que es España imitando a la Francia del absolutismo; Palma imita la España romántica, que es también una imitación de la francesa (e indirectamente de la alemana y, sobre todo, de la inglesa, a través del novelista de leyendas Walter Scott). González Prada es ya casi Francia misma. El juicio de cada uno vendrá acompañado, como estudio sociológico, de cada uno de los temas del Prado de 1894.
Continuaremos la semana que entra.
Caetera desiderantur
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3 comentarios:
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