Víctor Samuel Rivera

Víctor Samuel Rivera
El otro es a quien no estás dispuesto a soportar

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Doctor en filosofía. Magíster en Historia de la Filosofía. Miembro de la Sociedad Peruana de Filosofía desde 1992. Crío tortugas peruanas Motelo y me enorgullezco de mi biblioteca especializada. Como filósofo y profesor de hermenéutica, me defino como cercano a lo que se llama "hermenéutica crítica y analógica". En Lima aplico la hermenéutica filosófica al estudio del pensamiento peruano y filosofía moderna. Trabajo como profesor de filosofía en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos; he trabajado en Universidad Nacional Federico Villarreal desde 2005. He sido profesor en la Facultad de Teología Pontificia y Civil de Lima hasta 2014. He escrito unos sesenta textos filosóficos, de historia de los conceptos, filosofia política e historia moderna. Tengo fascinación por el pensamiento antisistema y me entusiasma la recuperación de la política desde el pensamiento filosófico. Mi blog, Anamnesis, es un esfuerzo por hacer una bitácora de filosofía política. No hago aquí periodismo, no hago tampoco análisis político de la vida cotidiana- De hecho, la vida cotidiana y sus asuntos no son nunca materia del pensamiento.

martes, 23 de noviembre de 2010

José Ignacio Moreno y Joseph de Maistre


José Ignacio Moreno:
En defensa de la teología política


Víctor Samuel Rivera
Miembro de la Sociedad Peruana de Filosofía



Estoy redactando un texto grande sobre José Ignacio Moreno (1767-1841). Quizá me demore algo, pues tengo orden médica de reposar. En mis posts anteriores, así como en la versión de mis reflexiones “José Ignacio Moreno, el de Maistre del Perú” para la Biblioteca Saavedra Fajardo de Pensamiento Político Hispánico, he venido sosteniendo que este personaje monarquista de la era de las independencias, era en realidad un teólogo político. He intentado sugerir que fue un lector temprano de la obra de Joseph de Maistre y que tuvo acceso a ella incluso desde antes de la independencia. Pero mis argumentos han sido observados por algunos lectores serios, en particular por tres colegas, uno peruano, otro español y uno italiano. Los tres me han insistido –no sin razón- en que los textos de Moreno que yo cito no prueban que el personaje haya leído a Joseph de Maistre. Los tres, en cambio, me han indicado la cita de L'Esprit des lois de Montesquieu.



Moreno escribió un discurso monarquista en 1822 amparándose en argumentos tomados de Montesquieu. Eso es cierto. También Bernardo Monteagudo usaba los mismos argumentos, como se puede probar por sus memorias, que son casi al pie de la letra los de Moreno-Montesquieu. De hecho, parecen la trascripción de una traducción libre de M.V. Licenciado, impresa en Londres en 1821 en cuatro tomos y de la que tengo el original. Pero yo nunca he negado que los argumentos de Moreno en favor del gobierno monárquico procedían de esa fuente. Lo que he hecho es afirmar que junto con esos argumentos venían ideas de Joseph de Maistre que tienen que ver con los sentimientos ontológicos de la experiencia histórica del nihilismo liberal. Esto último de ninguna manera pudo salir de Montesquieu. Joseph de Maistre también había leído a Montesquieu, y cualquier ojo educado en la historia del pensamiento político sabe que Montesquieu es citado profusamente en el célebre panfleto contrarrevolucionario Considérations sur la France del Conde de Maistre (1796). De Montesquieu procedían los argumentos monarquistas de Moreno, que concluyen en una tesis sobre la vigencia del gobierno mixto (monarquía constitucional) para el Perú. Pero esa tesis era también compartida por Joseph de Maistre, de quien parece proceder el diagnóstico del constitucionalismo liberal y el civismo republicano como un “error”, cosa de la que he tratado antes. Esta vez quiero poner en consideración del lector esta cita de Moreno, tomada de un contexto de polémica contra el clero nihilista de la república temprana y que es –esto sí, indudablemente- una defensa de Joseph de Maistre como inspirador de Moreno. De sus ideas políticas y religiosas:


Los vencedores de la historia prolongan su mandato con el silencio y el olvido. Ya en el siglo XIX Moreno era una suerte de interlocutor mudo en un diálogo de sordos. A quien en Lima se conocía como “el Doctor” por su inegable sabiduría y talen to, se lo ninguneaba como a un delincuente porque le cabñia –cito a Moreno- “esa palabrita”: ultramontanismo. El charlatán parece siempre –en el corto plazo, por suerte- más poderoso que el pensamiento, y lo es, pues se remite al éxito de lo obvio, aunque bajo la venda protectora que concede la estulticia. Siempre los helados serán más sabrosos que la comida que alimenta. Merecen, pues, los helados, ser más famosos. Así, los libros de Moreno se leían y comentaban, pero las grandes discusiones de filosofía política y política religiosa que han constituido la historia escrita del siglo XIX durante el siglo XX hacen caso omiso del nombre del presbítero de Guayaquil, para remitirse tan sólo a sus ideas. Escribe Moreno en 1831 en defensa del Conde de Maistre y de de la filosofía política religiosa (en un mensaje cuyo eco parecieran ser los gélidos pasillos donde chuchurra la ignorancia):


“En el Mercurio Peruano, Nº 760, del 10 de marzo de 1830, en una nota al discurso sobre las relaciones de la América con la Europa y consigo misma, se ha escrito del Conde de Maistre y de su obra intitulada El Papa: “No es posible encontrar más ultramontanismo, ni más mala fe, textos truncados, doctrinas falsas, y cuanta perfidia puede poner en obra para sostener la monarquía universal del Papa, con todos los errores de los Ultras”.


Lo de ultramontanismo no es de extrañar: éste es un término de moda, que está a la mano para despreciar e insultar a todo el que no piensa como el común de los autores franceses, cuyas obras son las únicas que se leen y consultan para decidir del Papa, y es por esta parte muy cómodo para salir del conflicto en que nos pone la fuerza de los raciocinios y argumentos de los Ultras, sin más discusión y examen. Lógica admirable, que enseña a triunfar del contrario, no destruyendo sus pruebas, sino previniendo los ánimos con una palabrita y alarmando contra él las pasiones.
Más cuando se denuncia al público la mala fe de un escritor célebre por sus talentos, erudición, estilo y honradez, habría sido preciso probárnosla, mostrarnos esos textos truncados, convencer de falsas sus doctrinas, en fin, poner en luz su perfidia; porque decir todo esto nada cuesta a un charlatán cualquiera; probarlo sí sería obra de un verdadero crítico y erudito [...]. Entretanto, la evidencia de lo contrario repele por sí a la calumnia”.


El lector entre líneas no puede evitar ser él mismo quien, en esta ocasión, realice una analogía. Moreno era, en realidad, todo lo que describe de positivo al Conde de Maistre. “Lo de ultramontanismo –escribió- no es de extrañar: éste es un término de moda, que está a la mano para despreciar e insultar a todo el que no piensa como el común de los autores franceses”. ¿No puedo haber trocado “franceses” por “peruanos”? Pero entonces ya sabemos quién es el “ultra”. Es el propio Moreno. La “lógica admirable, que enseña a triunfar del contrario, no destruyendo sus pruebas, sino previniendo los ánimos con una palabrita y alarmando contra él las pasiones” se usa contra Moreno. “Cualquier charlatán” lo descalifica sin citarlo, con “una sola palabrita”. Se denuncia, pero no en Francia, sino en Lima, “la mala fe de un escritor célebre por sus talentos, erudición, estilo y honradez”. Es evidente que se refiere a sí mismo, al propio Moreno que, como Joseph de Maistre en Francia, era esto: un “erudito” y un “escritor célebre”. También un "Ultra". El charlatanismo, por cierto, no ha cambiado gran cosa desde la época de Moreno, pues "una palabrita" parece tan eficaz hoy como antaño. Tampoco ha cambiado la naturaleza de la verdad, que es tan esquiva para los ganadores apresurados.

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