Víctor Samuel Rivera

Víctor Samuel Rivera
El otro es a quien no estás dispuesto a soportar

Datos personales

Mi foto
Doctor en filosofía. Magíster en Historia de la Filosofía. Miembro de la Sociedad Peruana de Filosofía desde 1992. Crío tortugas peruanas Motelo y me enorgullezco de mi biblioteca especializada. Como filósofo y profesor de hermenéutica, me defino como cercano a lo que se llama "hermenéutica crítica y analógica". En Lima aplico la hermenéutica filosófica al estudio del pensamiento peruano y filosofía moderna. Trabajo como profesor de filosofía en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos; he trabajado en Universidad Nacional Federico Villarreal desde 2005. He sido profesor en la Facultad de Teología Pontificia y Civil de Lima hasta 2014. He escrito unos sesenta textos filosóficos, de historia de los conceptos, filosofia política e historia moderna. Tengo fascinación por el pensamiento antisistema y me entusiasma la recuperación de la política desde el pensamiento filosófico. Mi blog, Anamnesis, es un esfuerzo por hacer una bitácora de filosofía política. No hago aquí periodismo, no hago tampoco análisis político de la vida cotidiana- De hecho, la vida cotidiana y sus asuntos no son nunca materia del pensamiento.

martes, 18 de enero de 2011

Montealegre como subversivo (1909-1914)




Franceses, hispanistas y monarquistas (1909-1914)
Montealegre como subversivo


Víctor Samuel Rivera
Miembro de la Sociedad Peruana de Filosofía

“¿Recuerdas nuestras largas charlas un poco subversivas y monárquicas?”, le escribe Ventura García Calderón a José de la Riva-Agüero en 1909. Ventura alcanzaba a la memoria del joven historiador unos no muy remotos episodios colegiales. El grupo de amigos que salía del Colegio de la Recoleta, al que tiernamente Ventura llamaba “Los cinco”, recorría el tramo entre la Calle de la Amargura y la de Lártiga con interminables charlas sobre Nietzsche, de Maistre y Donoso Cortés. Eran Ventura y su hermano Francisco, pero a veces también, junto con José, Mansueto Canaval y el frustrado poeta Raymundo Morales de la Torre. Les interesaba la excepción, la historia y la guerra. Pero para Ventura y Francisco, amantes de la subversión, la charla con Riva-Agüero se centraba en la forma de régimen político más apropiada para crear un gobierno futuro para el Perú. Conversaban sobre la monarquía constitucional y la república anárquica, comparaban el Imperio del Brasil del siglo XIX, expansivo y exitoso, con la historia del Perú de la misma centuria, de su paso de Reino poderoso a enjuta entidad revolucionaria y fracasada, ruina sobre cuyos recuerdos aplastaba cadencioso su paso. Por haber charlado así los cinco alrededor de 1900, algún día sería el grupo llamado “los novecentistas”. Pero por esto último, por su interés en una forma de régimen político apropiada para el Perú, alguna vez los cinco y sus postreros adherentes serían conocidos como los “futuristas”. Los jóvenes discutían para el futuro la teoría “del buen tirano”.

Mientras escribía su carta del año 1909, Ventura llevaba ya tres años en París. Vivía allí desde 1906 con su madre y sus hermanos, con Juan, José y Francisco. Para entonces el último era considerado en Europa un polígrafo célebre, un representante de las letras latinoamericanas. La Academia Francesa le había concedido ya un premio por su obra Le Pérou contemporain, uno de los grandes manifiestos de los “novecentistas”. Francisco era, pues, famoso. Para hacerse una idea de quién era ya Francisco en 1909 basta figurárselo sentado en la calle del Café Cornot, a 50 metros de la Place de l’Ètoile, renovando charlas, esta vez con grandes personalidades de la vida filosófica francesa del momento. Podemos figurarnos a Gustave Le Bon, Gabriel Tarde, Émile Boutroux, Gabriel Séailles, Théodor Ribot o Henri Poincaré. Ventura –que algún día habría de ser postulado al Premio Nóbel de Literatura- hacía entonces un esfuerzo bastante fructuoso por no quedarse atrás. Mientras recordaba las charlas antiguas de la Recoleta, podía jactarse de haber publicado ya también su primer folleto con los Hermanos Garnier, en 1908. En 1909, mientras escribía a Riva-Agüero, soñaba con terminar su más famosa obra de juventud, la hoy rara compilación de literatura peruana Del romanticismo al modernismo. Ventura quería en las letras hispanoamericanas lo que su hermano en la filosofía. En este contexto pasan las charlas “un poco subversivas”. También estas referencias monárquicas que, como habrá notado el lector, sugieren un verdadero enigma.

Ventura estaba elaborando los prólogos y los comentarios a su Del romanticismo al modernismo en un contexto muy afortunado de relaciones ligadas a su interés por publicar libros y volverse famoso. Alrededor de 1907, se había topado con una red de hispanistas franceses que giraban en torno de Fouché Delbosc. Por este último conoció a uno de los grandes expertos en literatura hispanoamericana y un representante singular de los estudios hispánicos en Francia, Ernest Martinenche (1869-1950). Éste era a su vez amigo muy cercano de un hispanista de origen argentino que vivía en París y que era de oficio editor de libros, Charles Lesca. Martinenche, además de estar interesado en la cultura y la literatura “hispánica” -que ahora llamaríamos más bien “iberoamericana”-, venía de ingresar en la docencia en la Universidad de La Sorbona de París, en 1907, lo que señala el inicio de una larga y exitosa carrera académica como experto en temas españoles y latinoamericanos. Edición de libros y ambiente universitario. Pues bien. Resulta que el círculo hispanista de Fouché Delbosc era también el nido de un tipo particular de activistas monárquicos, vinculados a l’Action Française, un órgano de prensa de la extrema derecha integrista francesa. Estos monarquistas como Martinenche y Lesca se caracterizaban por ser también positivistas y nacionalistas, y estaban asociados, a través de l’Action Française, con los grandes pensadores y activistas franceses del monarquismo de la época, Charles Maurras y Maurice Barrès. En 1907 Francisco había citado a estos dos últimos en su Le Pérou Contemporain. Riva-Agüero debía estar interesado, pues, en estos personajes. ¿No parecían cómplices acaso de sus charlas “subversivas” y “monárquicas”? Ventura, ahora, mientras componía su Del romanticismo al modernismo, los tenía muy, muy cerca.

Durante el año 1909 Ventura, que era muy ingrato para escribir, redactó una lista notable de cartas para Riva-Agüero, entre otros motivos, para obtener el material para la compilación del año siguiente, cuya existencia en la imprenta era debida a la ayuda de Martinenche y Lesca. El de Lártiga había redactado en 1905 una tesis de bachiller el Letras dedicada en gran parte a la historia de la literatura que ahora Ventura quería compilar. El libro es Carácter de la literatura del Perú independiente. El libro de Riva-Agüero, poblado de observaciones literarias, era en realidad un texto de sociología o psicología colectiva basado en el modelo de Hyppolite Taine y en el que se había desarrollado una historia de la literatura peruana, y muy en particular del periodo que Ventura refiere como “romanticismo”. Para 1909 José conservaba el material con el que había trabajado, una buena parte los originales de las obras citadas, pero también copias de los originales que su autor no había podido comprar y que debía haber tomado de la Biblioteca Nacional. En su mayor parte se trataba de obras raras y muy valiosas. Ventura, en París, no tenía acceso a nada de eso, y a José, en cambio, ese material le parecía ahora marchito e inútil. Ventura, consciente de que deseaba de Riva-Agüero más y más material para su compilación literaria, de que éste era inaccesible, y aun de que Del romanticismo al modernismo era una suerte de reciclamiento del trabajo de su amigo de la Calle de Lártiga, debía interesarle tentar al amigo en esta doble militancia hispanista-monarquista por el lado que estaba más asegurado: la monarquía.


Charles Lesca y Ernest Martinenche, los editores y contactos de Ventura, eran unos monarquistas nacionalistas y positivistas. Pero el autor de la tesis de 1905 también lo era. No ya en las polémicas infantiles a la salida del colegio, sino como tesista universitario. Riva-Agüero venía de haber defendido en 1905 la tesis de la “superioridad teórica de la monarquía”, un tópico que es fácil de olvidar en un país donde la idea misma de la nación se piensa en parámetros republicanos. “¿Recuerdas nuestras largas charlas un poco subversivas y monárquicas?” –podemos imaginar releyendo Riva-Agüero la carta de Ventura de 1909-. Pues bien: esas charlas continuaban en París, y las proseguía Ventura con sus amigos los literatos hispanistas. La posición monarquista es desarrollada como uno de los temas centrales de la obra, en particular en la sección dedicada al poeta Felipe Pardo y Aliaga, cuyas tendencias monarquistas la historiografía no se atreve a afirmar. Ventura usó de referente para su propia obra el texto de José, que sus amigos editores hispanistas podían leer en castellano. Ventura dedicó tiernamente la obra a Riva-Agüero y le dedicó unas líneas en calidad de escritor en la sección “los nuevos”, en cierta medida dedicada a resaltar a “los cinco”, esto es, a los “novecentistas”.

No mucho después de la impresión del libro de Ventura, en 1910, la Ciudad de los Reyes fue visitada por una extraña y diminuta comisión académica francesa. Ésta estaba integrada nada menos que por Martinenche y Lesca; la visita del hispanista y del editor fue sucedida por otra del propio Ventura, en 1911, en que intervino activamente en la vida política de Riva-Agüero. Desde el punto de vista formal, Martinenche venía acompañado por Lesca para crear lazos universitarios. En esta línea, Martinenche invistió a Riva-Agüero de corresponsal y encargado de la sección peruana de una institución dedicada a fortalecer los vínculos franco-latinoamericanos. En calidad de tal Riva-Agüero comenzó a redactar para una publicación dirigida por Martinenche unos reportes periódicos sobre la situación de la cultura, la producción bibliográfica y la literatura peruana, que se iniciaron en 1910 y continuaron un par de años más, hasta 1912. Pero ya sabemos que a Riva-Agüero, luego de su libro de 1905, no le interesaba la literatura peruana. Le interesaban en realidad más los temas subversivos de la sección política de su libro de 1905, que iba desarrollando en las obras sucesivas del mismo periodo de relación con Ventura y los hispanistas franceses, esto es, entre 1909 y 1912. Se trataba de la forma de régimen político y de temas como la monarquía, la guerra y el fundamento del orden social, los mismos temas de los cinco caminando desde la Calle de Amargura hasta Lártiga y viceversa. Algo nos sugiere que Lesca y Martinenche no atravesaron el planeta Tierra desde el Café Cornot hasta el palacio de la Calle de Lártiga para confirmar un corresponsal de literatura, sino para contactar con este Riva-Agüero subversivo. “¿Recuerdas nuestras largas charlas un poco subversivas y monárquicas?”, relee Riva-Agüero la letra de Ventura.

1 comentario:

Daniel Salas dijo...

Las miserias de La Coalación ya fueron explicadas por Chaplin:

http://www.youtube.com/watch?v=3cFTJ9q5ztk

 
VISITANTES
Contador
 
VISITANTES EN LINEA
tracker
 
ESTOY EN