Todo tiene su final
Carlos Meléndez
Tomado de su blog El Jorobado de Notredame, accesible en el archivo de Correo.
Por primera vez tendremos un gobierno de izquierdistas elegido democráticamente (aunque ellos mismos se empeñaron en hablar de fraude los días previos) y es, valgan verdades, hasta cierto punto merecido para quienes insistieron por diversas vías (desde el proyecto revolucionario, la organización partidaria, pasando por el frente electoral y ahora a través del atajo de un outsider militar) llegar al poder. Felicidades muchachones del ayer. No creía que la harían. Precisamente mi escepticismo sesgó parte de mi análisis durante la campaña: al igual que muchos otros no pensé que Humala podría triunfar; al igual que pocos sí veía las posibilidades del fujimorismo debido a su soporte social. Gajes del oficio de analista político.
Con esta columna termina mi colaboración con el diario Correo. Agradezco a su director por permitirme tener un espacio semanal desde el cual coincidimos y discrepamos, pero sobre todo desde donde pretendí (usted lector juzgará si con éxito o no) promover una voz discordante en medio de un unísono políticamente correcto que ha pecado de acrítico y que hasta ahora estigmatiza los argumentos que no suenan a aplausos. Precisamente por eso, Correo me pareció la palestra ideal para azuzar los prejuicios con los que se lee la prensa nacional.
Al nuevo gobierno le deseo lo mejor, ya que el panorama que se le viene no es sencillo. Ha levantado las expectativas de los sectores movilizados y tiene que demostrar que tiene operadores políticos para contener la violencia. Me gustaría ver a Javier Diez Canseco volviendo a Puno a desbloquear carreteras. Ha prometido un cambio en la administración de políticas sociales, pero no distingo una tecnocracia social capaz de trascender los papelógrafos y los plumones de las ONG. Como quisiera que Mocha dé el salto a una Dilma. El Ministerio de la Mujer debe dejar de ser lo más mediocre de la burocracia estatal. Si de verdad creen que su triunfo electoral ha sido la victoria de la memoria (sic), me gustaría verlos capaces de plantear políticas de reconciliación y de promoción de los derechos humanos que calen en las mayorías (¡ahora no tienen excusa!). Si de verdad están convencidos que ésta es la oportunidad del progresismo para gobernar y hacerlo bien, me gustaría ver a los palomillas de Twitter dejar las redes virtuales y volverse activistas de redes sociales reales. Si de verdad creen que Lima no es el Perú, agarren sus chivas y múdense a Ilave a construir democracia. Y a los que votaron por Humala, dejen el rollo ridículo de "vigilantes" (eso en todo caso sería para la oposición), y tengan un rol activo. No caigan en la ilusión de la democracia participativa, porque no podemos darnos el lujo de un posible fracaso de Humala. Ahí sí podríamos tocar fondo.
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Unos pocos comentarios insubstanciales a las partes subrayadas del artículo de Carlos en negrita.
1. Keiko debió ganar. Representa el 75% de los votos del exterior. El 60% de los votos de Lima (esto es, de las clases educadas), el 80% del voto céntrico (esto es, de las clases propietarias, San Isidro, Miraflores, Surco, etc.). Era el voto católico (Rey, la jerarquía eclesiástica) y el protestante (Humberto Lay). Era además un voto esencialmente popular urbano (Keiko triunfó sobre Ollanta hasta en Villa el Salvador). Pero, pese a todo, perdió. Eso implica que un segmento de las gentes educadas, los religiosos, los propietarios y el pueblo llano resolvió no votar por Keiko. Eso fue resultado de la campaña de Ollanta, llena de calumnias y falsedades a las que uno puede sobreponerse solo lentamente. La guerra sucia contra Keiko duró una semana. En tres semanas el resultado se hubiera repuesto y Keiko hubiera triunfado.
Si algo demuestra el actual triunfo de la extrema izquierda en el Perú es que una buena campaña (inclusive una muy sucia) es un elemento que no debe desestimarse en un proceso electoral. Keiko hizo una pésima campaña. Su oponente es a todas luces un personaje más que cuestionable. Keiko se limitó a criticarle generalidades. Su campaña, a diferencia de la de Ollanta, manifiesta una increíble incapacidad para entender la metafísica de la política. Estos últimos comicios constituyeron una analogía de guerra civil y era muy importante marcar posición y adoptar el tono emocional de una guerra civil. Keiko no lo hizo, y perdió.
2. Victoria de la memoria: De la memoria de la izquierda caviar y de la extrema izquierda. La "memoria" sólo afectó al voto urbano popular de Lima. Y es una memoria de la que no nos acordamos otras personas. Creo que el 25% de peruanos que votaron como "fujimoristas duros" poseen una memoria social de mejor calidad. Keiko no hizo nada por esa memoria. Había que recordar lo que la izquierda había hecho del Perú entre 1969 y 1992. Pero de eso no se hizo campaña. Es una lástima.
Ahora veremos con calma qué ocurre en el Perú.
Datos personales
- Doctor en filosofía. Magíster en Historia de la Filosofía. Miembro de la Sociedad Peruana de Filosofía desde 1992. Crío tortugas peruanas Motelo y me enorgullezco de mi biblioteca especializada. Como filósofo y profesor de hermenéutica, me defino como cercano a lo que se llama "hermenéutica crítica y analógica". En Lima aplico la hermenéutica filosófica al estudio del pensamiento peruano y filosofía moderna. Trabajo como profesor de filosofía en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos; he trabajado en Universidad Nacional Federico Villarreal desde 2005. He sido profesor en la Facultad de Teología Pontificia y Civil de Lima hasta 2014. He escrito unos sesenta textos filosóficos, de historia de los conceptos, filosofia política e historia moderna. Tengo fascinación por el pensamiento antisistema y me entusiasma la recuperación de la política desde el pensamiento filosófico. Mi blog, Anamnesis, es un esfuerzo por hacer una bitácora de filosofía política. No hago aquí periodismo, no hago tampoco análisis político de la vida cotidiana- De hecho, la vida cotidiana y sus asuntos no son nunca materia del pensamiento.
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