L'Action Française y el Dios del Conde de Maistre
La rebelión monarquista de 1911 (Parte IV)
Nosotros (1934-1946)
Víctor Samuel Rivera
En nombre de Charles Maurras, el líder de l’Action Française, podremos llamar a las ideas que giran en torno suyo y del movimiento que las acompañaban con el epítome de “maurrasianas”; a la corriente de pensamiento en general la llamaremos “maurrasianismo”, un neologismo para la lengua española que es tan útil como acogedor para los efectos de esta composición. Maurras y sus seguidores, los lectores y transmisores del significado social del Conde de Maistre a inicios del siglo XX, adaptaron las ideas tradicionalistas en una clave más sociológica que religiosa, enfatizando el lado pragmatista del pensamiento del Conde de Chambéry. El “catolicismo” de los maurrasianos es más una manera de pensar que una religión. Es un catolicismo positivista, es decir, posiblemente sin tanto Cristianismo. En la imaginería religiosa el catolicismo que los maurrasianos habían tomado de Joseph de Maistre enfatizaba más el carácter colérico del Dios del Antiguo Testamento que la ternura del Jesús que había nacido en un pesebre. El Conde de Maistre era muy considerado a inicios del siglo XX por una razón que ahora resulta más bien paradójica. De Maistre era famoso por haber santificado la guerra en sus Veladas de San Petersburgo, entonces una obra popular; era frecuente asociarlo en esa época, por su justificación de la guerra, con el pensamiento de su antípoda, Federico Nietzsche, uno de los fundadores del nihilismo antimoderno. El Dios católico de los maurrasianos, antes que Jesús, era el Dios Sabaoth, el Dios de los Ejércitos que hacía alianza con un pueblo. Era el Dios que, leal a la alianza con el pueblo de Israel, hundía en la muerte el carruaje del faraón de Egipto; definitivamente, no era el dulce Jesús que le había pedido de beber alguna vez agua a una samaritana.
Desde el punto de vista doctrinario, Ventura, Francisco y José no eran de ir a la Iglesia. Aunque no ha sido subrayado aún lo suficiente, una clave central del pensamiento del 900 peruano es su cercanía al pensamiento de Maurras. No se define mal a los del 900 si se los caracteriza como unos maurrasianos, esto es, unos pragmatistas esotéricos. No estaban muy convencidos de que la modernidad política hubiera traído consigo beneficios irrenunciables al consagrar el régimen representativo y los Derechos del Hombre. Nadie expresaba mejor esa disconformidad que de Maistre. Más bien, en su compañía, se trataba de interpretar y aprovechar el lado religioso y aun místico de los agentes del universo social móvil e inestable que la Revolución de 1789 había creado. En este sentido, escribe Francisco en 1907: “En el catolicismo no vemos la verdad absoluta, sino la utilidad social”. El resto que acompaña la cita es manifiestamente para cualquier lector atento a los lenguajes culturales una argumentación extraída de las Considérations sur la France del Conde de Maistre. Si se piensa que leemos demasiado entre líneas, el propio Francisco confirma nuestras sospechas. Se trata de un fragmento de “maurrasismo” o “maurrasianismo”, una interpretación positivista de las ideas del Conde de Chambéry. Una referencia académica tomada de Maurras remata la argumentación maistriana.
La crónica de Ventura es tajante. Frente al Cristianismo amoroso de Víctor Andrés Belaunde, los del 900 se reconocían en una tradición que rápidamente se puede rastrear en las ideas de positivistas de esa época del estilo de Maurras. Su nacionalismo era, entonces, maurrasiano y, además, siempre francés. “Francés” no es en oposición aquí a “alemán”, sino a “español”, esto es, a tradicionalista religioso. “Nuestra generación no fue ponente de la teoría española de la gracia santificante” –dice Ventura para el lector entre líneas- “ni fue víctima de semejante candor” . Nada de “gracia santificante”; “nuestra generación aprendió que debemos contar solo con nosotros mismos”. Es obvio que en este código, para Víctor Andrés quedaba sólo la puerta falsa. Poco antes Ventura ha citado a Ernest Renan [1823-1892]. Renan es famoso por haber orientado el pensamiento francés de la nación y la nacionalidad en el siglo XIX y era un referente indispensable de Ventura y sus amigos de retrato. Pero Renan es también famoso por haber escrito La vie de Jésus [1863], una biografía blasfema y escandalosa sobre el Jesús del Cristianismo. La influencia de este Renan, para quien la figura de Jesús es mitológica, es manifiesta en Carácter de la literatura. “Dios apoya siempre” –cita a Renan Ventura en Nosotros - “al pueblo que tiene mejor artillería” . En las páginas dedicadas expresamente a la personalidad y obra de Víctor Andrés, Ventura es inagotable en sus elogios; éstos se extienden a sus ensayos religiosos, pero el lector entre líneas observa una sombra de Renan, un espectro renaniano y laico que al final insurge por su nombre. A pesar de todo el talento que Belaunde parece tener para escribir sobre el Cristianismo, “Jesucristo sigue pareciéndome como a Renan” –escribe Ventura-. “Yo consiento en arrodillarme ante el sublime Perdonador –termina Ventura con Belaunde- siempre y cuando no me quiten el revólver del cinto”. Puede ser que haya del Cristianismo “misterio” –doctrina esencial del esotérico Conde de Maistre-, pero aquello del “amor” no cuadraba bien la fotografía para enmarcar de los hijos del 900.