Café con el Anticristo
Lima: el tiempo político para la Revolución Francesa
(1794-1812)
Víctor Samuel Rivera
Universidad Nacional Mayor de San Marcos
Tras el
oscuro velo de la libertad (IV)
Todo el mundo está concernido, a nadie escapa
ni puede escapar el interés por la obra de la Bestia. Trascribía en 1794 el Mercurio una carta pastoral del Obispo
de La Rochelle ante el asesinato del Rey Luis XVI: “Infelices los pueblos que
se dejaren llevar por sus errores. Infelices las potencias de la Tierra que no
se precavieren de sus atentados. Infelices los que la adoraren a ella y a su
imagen, y que llevaren su distintivo y su carácter” (Mercurio Peruano, 19/06/1794, 119).
“Las naciones” o “los pueblos” no pueden estar ausentes del evento. El
evento tiene lugar en una espacialidad envolvente, que en este
caso no deja lugar para la impasibilidad o la indiferencia. El evento fundante establece un lazo
emocional con el hombre, por el “interés que concita”. En este sentido, los
pueblos son pasivos, pues no son los agentes de lo que sucede, sino que, por
así decirlo, son “apropiados” por el evento, que los incorpora y los hace
propios emocionalmente, no ajenos a lo que pasa. Unos adorarán a la Bestia;
otros se dejarán llevar por ella y, algunos, tomarán sus precauciones frente a
sus atrocidades. Nadie (ningún “pueblo”) puede ser indiferente frente al
evento, y por esa razón, el evento deviene en histórico de una manera especial,
que –como se verá más adelante- lo diferencia de otros eventos fundantes que también son fenómenos históricos.
Es interesante que la declaración del tendero
catalán no fuese el punto reflexivo de un teórico de la historia, o de un
filósofo, o de un hombre de letras como Unanue, sino el de un hombre común de
la calle, alguien del “público”: un cualquiera. Se ha observado que el sentido
del evento revolucionario es caracterizado por su geografía, por su extensión
en el espacio. Este espacio, que es
el del universo entero, se asocia ahora con la idea de la opinión pública, de los que van al café a conversar. Hay
una sugerencia en los textos de los periódicos de los que es eco la opinión de
Momblán de que la universalidad espacial que involucra la Revolución está
asociada al público en un sentido peculiar. ¿Qué hace un tendero de Lima
irritado por algo que ocurre en otro hemisferio? Hay una relación de facto, que
hace de la universalidad espacial de
la Revolución fundante de la opinión pública. He aquí el Prospecto que anuncia
la aparición de la Gaceta de Lima:
“Nada debe
interesar tanto, y llamar la atención del hombre civil como la historia de las
revoluciones que acaecen en sus días. Toda la tierra representa un solo pueblo
entre cuyos ciudadanos existen unas relaciones muy estrechas que hacen la
felicidad, y constituyen el reposo del género humano. ¿Qué puede, pues, haber
de más tocante para el hombre social que los sucesos que alteran, o afianzan
esos mismos enlaces? Es indispensable presentarlos a sus ojos. Así lo han
juzgado las naciones cultas de la Europa difundiéndolos, desde que lo permitió
la prensa y la ilustración, en diversos papeles periódicos titulados, en lo
general, con el nombre de gacetas” (Gaceta
de Lima, Prospecto, 06/1793, 1).
El evento histórico (este evento, la Revolución)
aparece en la experiencia social como si la involucrara en tanto público de
gente que lee o participa de gacetas. Abre un mundo histórico cuyo habitante es
el público: “Es indispensable presentarlo a sus ojos” “en diversos papeles
periódicos”. Como este espacio es universal, lo es también la opinión como un
todo, sea favorable o no y así: “llama la atención de todo hombre civil”. Lo
inexplicable del evento debe ser remitido (en este caso) a la experiencia
social “pública” de este espacio universal (“Toda la Tierra representa un solo
pueblo”). Para decirlo de otro modo, la experiencia del espacio revolucionario
es universal porque es pública, porque concita el “interés” de la humanidad: y
hay que subrayar que no se está hablando de la humanidad a secas, por cierto,
sino de una humanidad que hace de Lorenzo Momblán uno de sus exponentes: lee
folletos, gacetas y pasquines y va a los cafés a discutir o escuchar artículos
y opiniones. Como es fácil notar, esa experiencia no se extiende a todos los
eventos, sino que se entiende, como antes subrayaron el Obispo de la Rochelle o
Hipólito Unanue, como única. La
Revolución es un evento fundante que
constituye la opinión pública como un mundo: al “llamar la atención del hombre
civil” en “sucesos que alteran” al “género humano”.
A pesar de lo que parece sugerir el Prospecto
de la Gaceta de Lima, no todo evento,
no todo acontecimiento histórico implica un carácter al que le sea propia la
publicidad. Esto es exclusivo de la Revolución Francesa. La misma Gaceta, por lo demás, lo aclara así más
adelante, al observar que se trata al presente de una “época en que se ventila
la causa de todo el linaje humano” (Gaceta
de Lima, Prospecto, 06/1793, 2). No todas las “revoluciones” involucran ni
han involucrado nunca al mundo humano, o hacen del hombre un mundo histórico
universal que deba ser, por su interés, publicado y narrado en gacetas. De allí
el carácter único que va unido al evento como experiencia. Pero el carácter
único del evento marca también una perspectiva temporal, que es el punto al que va a pasarse ahora. Mientras
tanto, Lorenzo Momblán, irritado en el café de Bodegones por aquellos que se
habrían “dejado seducir de los errores” de la Bestia, “asentó quién hablaba a
favor de la Asamblea y que quisiera acabar con todos los que pensaban así” (cf.
Egaña, 1794).
Caetera desiderantur...
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