Relato oficial
XV Congreso
Nacional de Filosofía
Universidad
Nacional del Altiplano (parte I)
“Conflictos
culturales. Actualidad y perspectivas”
26
– 30 de octubre / 2015
Dr.
Víctor Samuel Rivera
Universidad
Nacional Federico Villarreal
Miembro de la Sociedad Peruana de Filosofía
A nadie escapa que los conflictos culturales son de interés especial en la
actualidad filosófica. Por diversos motivos, políticos, económicos, e incluso
éticos y religiosos, los conflictos han llegado a configurar el relieve
cotidiano del mundo del hombre. En cierto sentido resulta inevitable que, como
parte de ese relieve, la realidad filosófica de nuestro país encuentre ella
misma su horizonte de interés, allí donde las realidades conflictivas cobran
mayor intensidad en la experiencia humana que otras. Es un caso atípico en la
historia del mundo y de la filosofía, que ha sido tan generosa en su interés
por la eternidad, la permanencia, la estabilidad política o la continuidad
histórica y económica. Este relieve de conflictualidad afecta de manera
especial al Perú, incorporado como está en la dinámica de encuentro
virtualmente universal entre los intereses económicos y los intereses que los
grupos locales, las tradiciones culturales y las diversas cosmovisiones étnicas
y religiosas suelen oponerle. El carácter universal del relieve conflictivo
conoce también oposiciones en el plano filosófico. La universalidad, que no sin
motivo puede ser asociada a la dinámica del mercado y la economía, conoce sus
filósofos. Las comunidades originarias, los pueblos ancestrales, los
desamparados del “progreso”, y la “civilización”, las religiones y las culturas
amenazadas por la universalidad conocen también los suyos. Todos en el relieve
del mundo tienen sus filósofos. Desde el primer día del congreso Luis Enrique
Alvizuri observó una peculiaridad de la representación congresal: de manera
notoria, el segmento de la comunidad filosófica que se hallaba congregado en
Puno podía extrañar a los representantes de la universalidad. Ellos fueron
representados por su total ausencia. Esta ausencia marcó de modo esencial el
desarrollo del sentido y el lenguaje del evento, cuyo acento recayó así en la
identidad, la cultura y, quizá en grado aún mayor, en el tema del pensamiento
andino. Esto mostró, de manera involuntaria, como suele suceder con la verdad,
cuál es la experiencia peruana del conflicto y, de esa manera, también la pauta
que deberá regir la reflexión filosófica futura en el Perú.
Anotado lo anterior, debe decirse que un congreso convocado para pensar
filosóficamente el conflicto ha resultado ser, por la naturaleza misma de la
gravedad y el interés que el tema convoca en tiempos recientes, y por la
dimensión de presencia y ausencia que la realidad del evento mismo ha
significado, el eje de diálogo que constituyó el XV Congreso Nacional de
Filosofía. De manera particular, este relieve de ausentes y presentes
correspondió a un horizonte común de interés, incluso más allá de lo que los
actores mismos pudieron prever: En este caso, el diálogo sobre el conflicto
convocado se ha situado claramente en el horizonte de lo andino y la necesidad
de su articulación discursiva, con las discrepancias que todo diálogo genuino
supone y donde unos y otros tuvieron acogida, empatía y, debe decirse, amistad.
El Congreso se abrió el lunes con la exposición magistral de Héctor
Escarza, uno de los principales organizadores del evento, representando a la
Universidad Nacional del Altiplano, que marcó a la vez la pauta de una
comunidad filosófica convocada para pensar el conflicto. Escarza expuso la
naturaleza de los conflictos culturales como problema filosófico y su plena
vigencia a través de la historia reciente, así como su relevancia en el
contexto local, en Puno, el mundo andino y el Perú. En este último sentido,
subrayó dos tópicos que iban a atravesar el conjunto del Congreso: el problema
del hombre del Ande que demanda reconocimiento desde su exclusión y
silenciamiento en el mundo político y social liberal, así como la dinámica de
la búsqueda de identidad y el origen de la conflictividad que afecta a los
marginados del mundo universal liberal. Debe subrayarse la sugerencia de
Escarza de que la problemática del conflicto, y más aún en el mundo andino,
implica la reivindicación de formas de acercamiento a la realidad alternativas
al racionalismo occidental, en particular el rescate del mito como fuente de
horizontes de sentido. Escarza sugirió una ruta donde la racionalidad y el mito
demandan reconciliación en lugar de ruptura, como ha sido la tradición
predominante de la interpretación social de la filosofía, sobre todo desde el
siglo XVIII y la filosofía de las luces. Es parte de lo que podemos llamar aquí
una tendencia a la rehabilitación de la oscuridad y el misterio, propia de la
filosofía peruana en sus diversas expresiones. Su exposición fue seguida por la
conferencia de la Dra. Alisa Delgado Tornés, de la Universidad de Oriente,
Cuba, una genuina apelación a la autenticidad en el mundo histórico y el
ejemplo que en ello aporta la heroica historia de su patria; la Dra. Delgado
extendió su postura a la exigencia de integrar en la temática de los conflictos
culturales una reflexión sobre la diversidad en América Latina y su potencial
en la lucha histórica de nuestros pueblos por alcanzar la libertad. Ambas
conferencias magistrales dieron lugar a una extensa discusión que se prolongó
mucho más allá de lo previsto, mostrando tanto la riqueza de las perspectivas
como la libertad de los participantes.
Luego de las primeras sesiones plenarias del día lunes siguió una sentida
ceremonia de inauguración, en la que destacaron tanto las palabras del Rector
de la Universidad del Altiplano como las palabras de acogida del Magister Lucio
Vizcarra. La jornada cerró con un cálido brindis, seguido de una secuencia de
danzas aymaras y quechuas cuya expresividad y alegría inspiró a los asistentes
a continuar, a través de la cena en común, la práctica del encuentro y el
diálogo como forma de vida en la que el filósofo se reconoce.
El martes 27 de octubre se dio el inicio de las sesiones simultáneas, que
fueron 11 con tres panelistas en dos turnos cada día, entre ese día martes y el
jueves 29; esto supone una necesaria selección de lo más significativo allí donde
sería deseable recordar a todos y cada uno de los expositores pues, en
filosofía, nadie sobra ni estorba. La mañana del 27 de octubre se disputaron la
popularidad dos de las once mesas de debate; la mesa de pensamiento y filosofía
andina, largamente siempre muy concurrida, si
no la más concurrida del evento, compartió esta fecha el afecto del
público con la dedicada a gnoseología, lógica y epistemología. Todos sabemos
cuánto de antagonismo hay en esta curiosa disputa de popularidad, pues ambas
mesas representan formas de presentar y significar la filosofía altamente
diversas. Los responsables del éxito de la epistemología fueron primero Carlos
Urrutia, de la Universidad de San Marcos, y luego Carlos Rojas Medina, de la
Universidad Alas Peruanas. A las 10: 30 de la mañana el aula uno estaba tan abarrotada
de público que mucha gente siguió los debates parada, en el piso o en el
pasillo, hasta llegar a la zona externa al pabellón. En filosofía andina
destacó la polémica suscitada por la ponencia de David Lupaca, de la
Universidad Nacional del Altiplano quien, bajo la premisa de que “no hay
filosofía sin metas” exigió llevar la reflexión sobre el pensamiento andino a
la práctica. Participaron en el animado debate Héctor Escarza, Luis Enrique
Alvizuri y Zenón Depaz, entre otros. Carlos Mora, conocido profesor de la
Universidad de San Marcos hizo la propuesta esa mañana, en una de las mesas de
filosofía de la cultura, de fundar un Estado plural como medio de rescatar la
diversidad cultural de nuestros pueblos. Hizo uso abundante a este respecto de
las reflexiones del filósofo mexicano Luis Villoro. Era el inicio de una
participación intensa que habría de extenderse hasta el final del congreso y
que es necesario reconocer.
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