Relato oficial
XV Congreso Nacional de Filosofía
Universidad Nacional del Altiplano (parte II)
“Conflictos culturales. Actualidad y perspectivas”
26 – 30 de octubre / 2015
Dr. Víctor Samuel Rivera
Universidad Nacional Federico Villarreal
Miembro de la Sociedad Peruana de Filosofía
La mañana de 27 de octubre fue también un momento destacado para la
juventud en filosofía. De un lado está Josellyn Alata Palacios, alumna de San
Marcos; debe anotarse de Alata que no sólo hizo una de las presentaciones más
documentadas e interesantes en las sesiones simultáneas de filosofía de la
cultura de todo el congreso, sino que fue la piedra en el zapato de varias de
las demás; como el tábano de Sócrates, fue una de las más polémicas y agudas disputadoras,
cuyas preguntas atormentaron a más de uno en los temas más diversos; su postura
crítica frente al racionalismo filosófico y la Revolución Francesa, así como
sus polémicas en defensa d la religión y el pensamiento simbólico dejaron
perplejo a más de uno. De otro lado, tanto por su calidad académica como por la
pertinencia de su argumentación, debe nombrarse a Gabriel Moreno, egresado de
la Universidad Antonio Ruiz de Montoya, de Lima, quien expuso en una de las
mesas de ética una estupenda ponencia sobre Ernesto Laclau, conocido teórico
argentino de la izquierda radical. Estas sesiones simultáneas fueron sucedidas
por dos notorias plenarias. La primera correspondió a la Dra. Soledad
Escalante, Directora de la Escuela de Filosofía de la Universidad Ruiz de
Montoya; con toda certeza, se trató de una de las conferencias más comentadas
entre el público y una de las más documentadas y serias narraciones filosóficas
del XV Congreso. A una extensa y erudita exposición de la filosofía de la
decolonialidad, siguió una apuesta final por el diálogo, de un diálogo que la
propia Escalante tuvo que reconocer en tensión con el conflicto. La exposición
de la Dra. Escalante fue seguida por la conferencia magistral del Dr. Luis
Salluca, de la Universidad Nacional de San Agustín, de Arequipa, cuyo reflexivo
discurso fue seguido de un merecido homenaje y un largo aplauso.
Aunque fue una constante a lo largo del congreso entero el interés de los
asistentes por la mesa de pensamiento y filosofía andina, la tarde del martes
27 fue testigo de un inusitado éxito de la pedagogía. El profesor José Miguel
Gutiérrez Carpio, de la Universidad de San Agustín de Arequipa, generó un
extenso debate sobre el rol normativo de la enseñanza de las humanidades, que
se extendió en el tiempo tanto como el debate de una sesión plenaria, si no es
que más. La mesa de Filosofía, ateísmo y religión no fue precisamente la más
concurrida del XV Congreso, pero causó bastante expectativa esa misma tarde el
encuentro, por lo demás digno de todo interés, de un místico y un escéptico
racionalista que, al parecer, tenían mucho que decirse uno al otro. Expuso
primero el Padre Hermógenes Coral, de la Universidad Privada San Pedro, en
Huaraz. El Padre Hermógenes, entusiasta de la experiencia divina y las ventajas
de la religión tanto para la vida social como para la integración del hombre
con su entorno, se encontró con el más temido anticlerical de la comunidad
filosófica peruana, Abraham Paz y Miño, quien propuso la invalidez de las pruebas
de que Dios existe. Paz y Miño debió enfrentar una cierta resistencia del
auditorio, en especial de un par de estudiantes de la Universidad de San
Agustín, así como de la Universidad Nacional Federico Villarreal, quienes
abrieron un debate que se extendería incluso hasta la calle y la noche, y el
día siguiente. Discusiones teológicas que alguna vez fueron el centro de la
angustia en los pétreos conventos de los Andes regaron las calles de la
cosmopolita Puno de ladrillo y cemento.
En filosofía andina merece mención especial ese martes 27 la mención de Luis
Enrique Albizuri, quien expuso en su peculiar manera lo que llamó su “malestar
ante la mentalidad racional”. Como se sabe, Albizuri es miembro notorio de la
Sociedad de Filosofía Andina (Sifandina), aunque se presentó como investigador
independiente. La sesión magistral de la tarde correspondió al Dr. Alfonso
Jaguande, del Instituto de Filosofía que funciona en la Universidad Ricardo
Palma, de Lima y que cuenta con la presidencia nominal del Dr. Francisco
Miroquesada Cantuarias, el filósofo vivo más representativo del Perú en la
actualidad. Jaguande, materialista e iconoclasta. Su tono enérgico y dominante recordó
a los asistentes que la verdadera filosofía no es amor a la sabiduría, sino a la
verdad, que Jaguande sostuvo se expresa en las obras de Carlos Marx, Charles
Darwin y el publicista anticlerical peruano del siglo XIX Manuel González Prada.
“Los verdaderos filósofos no aman la sabiduría, sino la verdad y, por eso –decía Jaguande- en los inicios los filósofos no
se llamaban a sí mismos como lo hacemos nosotros, sino “aletheios”, es decir, los que
saben la verdad”. Su discurso, quizá algo polémico históricamente hablando,
y que dejó sorprendida buena parte de la
asistencia por su audacia, sería recogido al día siguiente. Hizo explícito uso
del nombre “aletheio” para referirse al filósofo el plenarista Dr. Marcial Abanto y la misma
historia sería aludida favorablemente, como un logro en la desconstrucción de
la historia de la filosofía, por otros ponentes. Jaguande se despidió del XV
Congreso dejando para la Biblioteca de la Universidad del Altiplano un ejemplar
de El origen de las especies, de
Darwin, así como otro de El Capital,
de Marx, ejemplos de libros de autores aletheios.
Ese martes hubo un inesperado cierre de la jornada en el auditorio que merece
lugar aparte. Antes que filósofos, y porque lo somos precisamente, somos
humanos. Y de humanidad se trata ahora.
Por primera vez en toda la experiencia de XV congresos de filosofía en el
Perú, los organizadores propusieron, como una extensión de las actividades, un
espacio para la amistad. Un buen número de asistentes hicieron un círculo de
unas 50 sillas en el centro del local. Alumnos de diversas universidades,
profesores pero, ante todo, los mismos plenaristas y los organizadores,
hicieron un brindis, y luego un segundo, y un tercero, mientras, de manera
imprevista, tras el tronar de un corcho más, surgió acalorado, el debate. Lo
que por sensatez, o por timidez comprensible, permaneció en el silencio durante
las plenarias, de pronto a todos quedó expuesto. La música del acordeón y la
melodía andina completaron el panorama, mientras de los brindis iniciales con
vino y cerveza se dio paso al pisco aligerado con agua gaseosa. El poder de la
alegría sirvió esta vez a la filosofía. Y en la noche puneña, bajo esa luz
mortecina de las calles estrechas y acogedoras de la ciudad de los Andes, se
veía errantes después de la jornada a los grupos de filósofos prolongar la
tertulia, esta vez con un tazón de sopa caliente.
El
miércoles 28 la sesión matinal se vio sorprendida por un segundo lleno total en
la mesa de gnoselogía, lógica y epistemología, esta vez con agolpada
concurrencia de alumnos y profesores de la Universidad de San Agustín de
Arequipa. Aunque Xavier León Borja de la Universidad Central del Ecuador hizo
honor particular a la sesión simultánea sobre arte, debe recordarse al profesor
Fidel Gutiérrez, de San Marcos, que en la simultánea dedicada a pedagogía dio
una auténtica lección magistral. No debe sorprender a nadie si tuvo una larga
disputa con el tábano del congreso, Josselyn Alata. Por supuesto, como era de
esperarse, la mesa de filosofía andina concitó la mayor atención. Víctor Mazzi,
de la Universidad de La Cantuta, hizo una extensa exposición, que dio lugar a
una polémica que habría de seguirse en la sesión extraordinaria de la noche,
entre la música del Ande y el pisco de la Costa: la segunda tertulia. Mazzi
planteaba “buscar un esquema propio para conocernos a nosotros mismos”. Zenón
Depaz, entre otros, polemizaron agudamente. Esta mañana debe destacarse la
ponencia simultánea de Carmen Zavala, un trabajo de innegable calidad académica
sobre El Político de Platón y que mostró
el talento de una colega a quien se recuerda entrañablemente en la comunidad
filosófica. Carmen Zavala, junto a José Maúrtua, serán recordados en su
esfuerzo por crear espacios populares de filosofía a través de la institución
Búho Rojo, de Lima. Ese esfuerzo lleva unas dos décadas y no hay estudiante o
investigador serio en filosofía en el Perú que no haya visitado el Búho Rojo al
menos alguna vez: El lugar donde los cafés filosofan y los filósofos son los amigos
del pueblo.
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