Relato oficial
XV Congreso Nacional de Filosofía
Universidad Nacional del Altiplano (parte IV y última)
“Conflictos culturales. Actualidad y perspectivas”
26 – 30 de octubre / 2015
Dr. Víctor Samuel Rivera
Universidad Nacional Federico Villarreal
Miembro de la Sociedad Peruana de Filosofía
En
la atmósfera de lo raro, extraordinario y grandioso, la Dra. Delgado recibió de
las autoridades de la Universidad Nacional del Altiplano el grado de Doctor
Honoris Causa. La familia Chacaltana, notoria casa histórica del pueblo aymara,
complementó de modo espontáneo ese honor con una ofrenda inesperada a la Dra.
Delgado. Le fue entregada una imagen de la Virgen de la Candelaria de Puno que,
como es bien sabido, es representativa de la cultura del Altiplano. Entre
sollozos, se entregó copia de la imagen también para honrar a Fidel Castro,
revolucionario icónico y mandatario por décadas de Cuba; Castro, ese líder
histórico de la revolución americana contra el poder imperial del liberalismo
metafísico, que Cuba tan bien ha conocido luego de 50 años de opresión política
y económica de los Estados Unidos. Claudio Chipana fue objeto de un
reconocimiento especial por sus aportes en el Congreso. Sentidas y tiernas
palabras de gratitud de parte de los organizadores y las autoridades de la
Universidad debían haber cerrado el evento, pero había en Puno una secreta
llamada, entre la admiración y el temor, que extendió las actividades hasta el
día siguiente, en que se hizo visita de Sullustani, localidad famosa del
Altiplano peruano por hallarse allí las chullpas o lugares de entierro del
mismo nombre, moles de piedra que desafían, como lo hace el filósofo, la
finitud. Y el final, el final que hace sentido y cierra, a la vez que es
apertura, fue la cuarta y última tertulia, la tertulia del viernes.
Este
relato no termina en Sullustani, sino en la tertulia, la última tertulia de
este congreso, que se llevó a cabo esa noche cerca de las instalaciones de la
universidad, esta vez con el resabio de todos los alcoholes, el canto andino
gozoso, la discusión circunstancial, pero honesta, los proyectos de planes y
reformas que se dejan al azar y que todo entusiasta como lo era cada uno de
quienes allí estuvimos tiene luego del vino, aunque también del pisco, y la
cerveza y ocultos rones, que más de uno tenía encaletado en la chaqueta. La
tertulia, en este congreso, ha terminado siendo el lugar privilegiado, allí
donde, en prioridad sobre todas las cosas, yació con el hombre la verdad. Este
documento, cuya versión original fue leída por su autor en el Acto de clausura
del viernes 30, debe concluir con una doble declaración de gratitud. La primera
con los organizadores del evento, cuya labor y cuidado han sido la constante
durante estos días de fiesta filosófica, y la segunda, con todos aquellos
profesores y alumnos de filosofía, sin restar el digno lugar que los
investigadores independientes han aportado, sobre todo al tema de lo andino;
todos, organizadores, conferencistas, ponentes y asistentes, han sido honestos
y laboriosos, dialogantes y comprometidos, pues han dado testimonio, para sí
mismos, pero también para la comunidad que representaron estos días de
noviembre de 2015, de la vocación profunda de la filosofía. De forma
misteriosa, hay algo que la llama desde la historia social y política para
forjar, como los filósofos suelen hacer, un destino de la humanidad, ese
destino que la historia le ha asignado. Muchas veces el vino, el pisco de
Moquegua, nuestra plebeya cerveza, indica al filósofo sobre algo más allá.
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