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Teología para el golpe de Estado
El Nacimiento de la Paz de Descartes (IV)
Las tres partes precedentes se hayan disponibles en pdf en la Biblioteca Virtual de Pensamiento Político Hispáinico Saavedra Fajarado
Víctor Samuel Rivera
Universidad Nacion al Federico Villarreal (IV)
Hemos visto que el argumento central del Ballet se despliega lateralmente desde el centro hacia los lados, que son también claramente el pasado y el futuro, que están integrados en una unidad de comprensión narrativa. El argumento es, luego de la lectura del Discurso, la Carta sobre la Irresolución y Las Pasiones del Alma, claramente un extenso caso de una Reina irresuelta. Es un problema filosófico político, a saber, ¿qué hacer, qué sucede si la que decide no decide? Estamos ante una Pallas no puede ser sabia, pues le falta el criterio de definición de la sabiduría, que es la resolución en las acciones. Ya sabemos que es por eso que el problema se presenta como la convocatoria a sus consejeros, a sus pares, y a los Estados Generales-. Pero la historia de la Reina es que ésta no es capaz de admirarse por la gravedad del evento, no es capaz de ver la importancia del asunto. En los términos de la Carta del amor, Pallas no es capaz del “amor perfecto” que deben tener los soberanos por su pueblo. “Ella tiene el poder del destino”, decía el coro. Ése es el problema. Tiene un poder muy grande, que hay que quitarle.
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Hay elementos para pensar que Descartes podría haberse visto influenciado por la lectura de Nicolás Maquiavelo, de quien sabemos con certeza leyó El Príncipe y luego los Comentarios a Tito Livio. Pero lo cierto es que era crítico con la idea de Maquiavelo de que un Príncipe pueda legitimarse a partir de una iniciativa propia. En buen cristiano, era contrario a los golpes de Estado. En realidad la legitimación no es posible como un proceso humano pues, como hemos visto, la legitimidad es un presupuesto anterior, de orden ontológico; en la argumentación de Descartes sobre las pasiones, basado en la admiración, que es la pasión primitiva ante algo dado “más noble que nosotros”. Pero también hemos visto que la racionalidad relativa a la decisión atiende asuntos y eventos y es, por tanto, histórica, sujeta a un acontecer que no está enteramente en manos del hombre, salvo en la medida estricta de las decisiones. Como ya se anota en la Carta sobre la Irresolución, éstas, incluso cuando son resueltas y rápidas, pueden ser fallidas . Entonces se agrega la idea de que la resolución, que es una virtud, depende en parte de la suerte. No nos vamos a detener ahora en este tema, de por sí muy complejo tanto histórica como conceptualmente. Sí podemos afirmar que la relación entre la virtud y la suerte en la decisión del Príncipe va vinculada en la idea del acaecer como Providencia. Dice la Carta sobre la Irresolución que a la hora de afrontar el evento y decidir: “No es asunto aquí de tener temor de lo desconocido (que pueda venir)”. Por lo tanto –agrega Descartes para terminar la carta- “Lo mejor en esta clase de materias es confiarse en las manos de la Providencia Divina y dejarse llevar por ella”. La solución final del Ballet terminará precisamente de esta manera.
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La entrada antepenúltima del Ballet plantea una idea inusual. La paz, que es el “asunto importante” sobre el que debe decidir la Reina, es en realidad el prototipo de un suceso admirable, de un evento que es nuevo, y que por ello recibe y es deudor en el esquema de Las Pasiones de un sentimiento fundante, que en la política es la remisión ontológica del origen y, por lo mismo, de la legitimidad. En efecto. Hacia la Entrada XVIII, justo antes de que termine el Ballet, Jano presenta la peculiaridad de la situación irresuelta como una decisión entre la vista conjunta, narrada. del futuro y el pasado juntos: “Dos frentes por eso tengo /Hacia atrás uno que representa /Toda la vida precedente /El otro el porvenir por objeto tiene”. Jano, pues, alega instando a una decisión fundante en proporción al carácter nuevo del acontecer:
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“Pues bien, con frecuencia se ha creído
Que parecidos estos dos frentes eran,
Pero ya que inestables son los tiempos
Juzgar es preciso de manera otra.
De este modo, hasta ahora no habiendo
Otra cosa visto que una larguísima guerra
Y ya que la Paz sobre la Tierra viene
Para de toda angustia librarnos,
Se dará cuenta uno de que, sin de ser sabio necesidad alguna,
Ni de extraordinario pensar en nada,
Que la imagen que atrás me queda
Menos bella es que la que adelante tengo”.
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No importa qué vaya a pasar después, el régimen debe ser cambiado, pues cualquier cosa que haya estado pasando hasta el fin de la Entrada XVIII no podría ser mejor. No hay, pues, nada qué decidir ya. Se observa que la Reina que deliberaba no estaba finalmente tan atenta al evento, –digámoslo de esta manera, más cartesiana- la Reina no se había dejado ella misma admirar por lo que debía haberla conmovido, la paz. La narración indica entonces qué se ha hecho (y qué se debe hacer) aquí. Dejarse llevar por la Providencia Divina, esto es, saltarse la prerrogativa real de las decisiones y transformar el régimen político. Para el lector avieso, es el derrocamiento del régimen de la Reina como decididora. El alegato de los recitativos, esto es, el alegato del pueblo, no deja duda de que “aunque uno ignore lo que va a pasar”, “uno no debe tener miedo”, temor del régimen nuevo, sino aceptar la Providencia. Una Reina indecisa, en el esquema de la Carta del Amor, es necesariamente una Reina injusta. Le falta la Sabiduría –lo que siendo Pallas es bastante triste-, pero también el “amor perfecto” al pueblo que se requiere para la vida política. Se requiere, pues, de la Justicia. No nos extrañe este recitativo final del pueblo, ante el que podemos ver danzando a la pobre Cristina, sin la menor idea de que representando su propio derrocamiento, e incluso ya no su nacimiento, sino su muerte:
“Pueblos que creen tantas maravillas ver
¿Quién los ojos les deslumbra?
Nunca antes cosas parecidas se ha visto.
Piensen que en éxtasis su espíritu en los Cielos está.
Pues a Pallas, las Musas y las Gracias a ver van
La Justicia, y la Paz también”
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Es notorio que de manera súbita, la suerte y la ineptitud de la Reina han impuesto una forma nueva de régimen político, en el que se hallan las notas que a la Reina Pallas le hacen falta: La Justicia y la Paz. Es interesante observar que ambas ingresan en categoría de dioses nuevos, pues no se hallan en la lista de los miembros de los Estados Generales, son pues “las maravillas que deslumbran”, esto es, objeto de admiración y, por lo mismo, impresiones fundantes del régimen. Pallas parece estar aún en su trono, pero el texto del Ballet no podría ser más expresivo para la nueva situación. A partir de ahora la Reina no tiene más “el poder del destino”, sino que –notoriamente “la Justicia y la Paz co-gobiernan con ella”. Es inevitable observar que el Reino de Pallas ha sido tomado por la Providencia cristiana y que Pallas, desde ahora, es una nueva Cristina, esto es, una cristiana. El bando de los dioses, la vida sensual y los devaneos intelectuales de las Gracias y las Musas de la Corte de Pallas son ahora reemplazados por un régimen que recoge los alegatos del pueblo. Pero es notorio en el texto que este régimen entre Pallas, la Justicia y la Paz es un gobierno de tres, un gobierno trinitario. Acto seguido, Descartes parece comparar el Cielo cristiano del nuevo gobierno con el Olimpo de los dioses indecisos: “¿No juzgarán acaso” (se refiere a la Justicia y la Paz al lado de Pallas) “Que lo que en el Cielo es bello está ya todo aquí?”. La Reina antigua, la irresuelta e injusta reina que quería celebrar su natalicio, danza ahora en realidad su muerte, el paso del régimen de los dioses al de la teología política cristiana. Su lugar lo ocupa ahora la “Sabiduría eterna”, esto es, el Dios del cristianismo. “Agrego los versos de un ballet que se va a representar mañana en la noche para engordar el paquete”, escribe Descartes a Brégy el 18 de noviembre de 1649, saliendo del Te Deum por el cumpleaños de la soberana. ¿Entendería alguien la lección de filosofía política que le daba a la irresuelta Cristina? Concluye el Ballet:
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“Vais oh pueblos a ver a Pallas, las Musas y las Gracias,
Pero también a la Justicia y a la Paz.
¿No juzgarán acaso sus rostros viendo,
Que lo que en el Cielo es bello está ya todo aquí?
Por PALLAS la sabiduría eterna se entiende;
Pues es PALLAS la que en este lugar reina.
La Justicia y la Paz reinan con ella.
No tenemos, sin embargo, más que una sola reina y un solo Dios”
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