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Los reales problemas
El Nacimiento de la Paz de Descartes (II)
Víctor Samuel Rivera
Universidad Nacional Federico Villarreal
Continúo con la versión libre del texto sobre "El Nacimiento de la Paz" de Descartes que voy a exponer en el Centro de Investigaciones Filosóficas de Buenos Aires el 7 de mayo. Pronto en pdf
El argumento del Ballet no parece dar ocasión de disputa, pero se ve tan fácil que no se ha reparado mucho (nada) en su contenido. Pallas era soberana de un Reino que atravesaba una larga e infructífera situación de guerra, “una larguísima guerra” que genera un descontento que obliga a establecer los Estados Generales, que habrían de deliberar acerca del estado de guerra y paz. La guerra y la paz es una situación política básica. Sabemos que la situación entre guerra y paz en general es fundadora del orden político, esto es, que se vincula con la instauración de un tipo de régimen político determinado. Los estamentos representados en los Estados Generales se reúnen para decidir la paz, pero también para tomar una decisión que atiende a la naturaleza del régimen. Una particularidad del argumento es que la decisión definitiva sobre la guerra y la paz debe ser tomada sólo por la Reina, lo que es en realidad la causa principal de la de la dificultad. El problema más importante, pues, no es la decisión, sino el hecho de que ésta recae sobre la Reina y que depende excesivamente de ella. El Ballet lo expone así en el recitativo central: “Ya que Pallas tiene el poder del destino/ Y a todo esto pronto puede poner fin”. En el contexto es claramente una llamada de atención. Digamos: La Reina tiene la prerrogativa de decidir y puede terminar con la guerra. No se requiere mucha imaginación para comprender que el tema que está en el centro –literalmente en el centro- es que Pallas se demora mucho en tomar la decisión política solicitada. En el esquema de Las Pasiones, la Reina adolece del defecto de ser una persona irresuelta, esto es, se lo piensa mucho. Se le pide que decida “pronto”, esto es, se la apura, pero la señora se toma su tiempo. En la realidad, lo que ocurre es que la Reina se demora demasiado. En el contexto en que debería decidirse por la Paz, se pasa el tiempo danzando. Ella danza sin voz mientras la Guerra continúa haciendo su trabajo.
El Ballet es un escenario de parlamento, y se extiende como una serie de interpretaciones del problema enfocadas desde los intereses de agentes sociales determinados, cada uno de los cuales expone sus razones para exigir la decisión real. En vista que con pantomimas y disfraces, el Ballet funciona como una procesión narrativa. Quizá sea útil mostrar cuáles son los estamentos que aparecen en esta procesión de argumentaciones para instar a la decisión de la Reina. Hay tres estamentos. Los dioses, el Ejército y el pueblo. Los dioses son como la alta nobleza. Este grupo incluye a Pallas aconsejada por Marte, que son personajes principales, pero también al Terror Pánico y a Jano, al dios Apolo, a la Tierra, la Fama, la Gloria y la Victoria, a quienes debemos añadir las nueve Musas y las tres Gracias; estas últimas inevitablemente hacen recordar a la Corte en el exilio de Isabel de Bohemia, cuya familia femenina era conocida por ese nombre. Este grupo define sus intereses en oposición al Ejército. El Ejército está formado por voluntarios y caballeros, aunque, singularmente, a éstos no se les incluye sino por alusión, indirectamente. El Ejército es un grupo cuyo desagregado no podía ser más infeliz, pues da lugar en la narración a tres estirpes de seres despreciables: los cobardes, los lisiados y los pillos. Por extensión, el estamento militar representa el interés de las mujeres del pueblo, cuya voz tiene por intermediario a este Ejército lamentable, que a primera vista parece una banda de tontos y delincuentes.
No es difícil encontrar un cierto carácter ambivalente del significado tan desfavorable de las figuras militares. Es interesante comparar a las mujeres desgraciadas del Ejército con las felices féminas divinas, las Musas o las Gracias, por ejemplo; a diferencia de las anteriores, éstas sobrepasan en número a los varones, son la mayor parte de las voces de su clase en hablar y llevan una vida regalada de cultura y conocimiento, más o menos como Cristina de Suecia. Notoriamente, las mujeres divinas no sufren las desgracias de la guerra; las del pueblo, en cambio, atraviesan una suerte doblemente lamentable. Viven en la ignorancia, desprendidas de los goces de la cultura, pero viven también en la infelicidad, negadas como están de los placeres de su sexo porque sus hombres o están ausentes, o se han vuelto incapaces o la guerra los ha envilecido. Junto a los dioses y al Ejército, se añade un último estamento: los campesinos. Es fácil reconocer a la Reina en Pallas y su consejero principal, Marte, dios de la Guerra, así como el inmenso descontento del pueblo. Escuchados los alegatos de los estamentos, uno no puede dejar de sentir cierta incomodidad moral ante una Reina que parece indiferente ante la desdicha general que produce su irresolución.
Son numerosas las voces de la procesión narrativa. Pero no hay que hacer mucho esfuerzo para comprender que en el texto del ballet –a pesar de la variedad de voces- hay contrapuestos sólo dos grupos de interés. De un lado está la Reina y su consejero, el dios Marte, que desean la guerra. “Aunque sea buen aspecto el que tengan/ E incluso de raza divina sean” sucede que “vencidos por lo regular son”. Podemos pensar en la Reina Ana y el Cardenal Mazarino, o también en Cristina de Suecia y su ambicioso Canciller Axel Oxenstiern, que comparten plaza junto con la nobleza; el titular simbólico de este segmento es Apolo, rodeado del afectuoso tropel de las musas y las gracias. Si referido este elemento a la Cristina, una injusticia, pues sabemos que Oxenstiern y ella se llevaban bastante mal. De otro lado tenemos un estamento popular, que incluye a los campesinos y a la Tierra, pero también a las mujeres. Es natural ver allí finalmente al Ejército, en tanto éste está formado de voluntarios que salen del pueblo y no de la nobleza. Hay que recordar que los voluntarios son los esposos o los novios de las mujeres y que, manifiestamente, sufren por carecer de las gracias y otros beneficios femeninos de los que gozan los nobles, pero que además regresan de la batalla lisiados o pobres.
Es un detalle interesante el que los tres recitativos, que funcionan en una clave teatral como un coro anónimo, son en realidad la voz de los voluntarios, esto es, la voz del pueblo como una totalidad. Como recordamos, es la única que voz cuyo libreto es cantado. Y es notorio que el solista se dirige a la Reina, que danza. Es el pueblo quien habla cuando Pallas aparece en escenario. En la Carta sobre el amor a Chanut de febrero de 1647, y en referencia al amor que debe sentirse por los reyes, hay una extensa referencia a lo que podríamos llamar con Descartes “el amor por el todo” o por “el cuerpo”. Con esto se refiere una concepción relativa a la comunidad política muy interesante. Es una solidaridad de “amor” entre desiguales en torno del mando. De un lado está “el amor a lo que está más alto de nosotros” y su recíproca, lo que “es menos que nosotros” o “es menos noble”. Se trata de la pasión relativa al súbdito y al soberano. En este esquema del gobierno real y el “amor” comunitario, el pueblo es el objeto de las virtudes soberanas, en particular la benevolencia y, viceversa, el soberano es objeto de un amor que podemos llamar “político”, pues es el amor a la comunidad de pertenencia o “al príncipe”. “Cuando un ciudadano se une de voluntad a su príncipe o a su país debe verse como una parte muy pequeña del todo” –agrega Descartes- especialmente, “si su amor es perfecto”. Este amor político está singularmente vinculado con la obediencia; es la obediencia en general, pero en especial la obediencia militar, que es aquí más el caso. La obediencia va de la mano con la idea del mando y la decisión a la que está sujeta. Pero la voz del pueblo tiene en contraposición a una Reina Pallas muda, que no sólo no canta, sino que tampoco tiene voz en el libreto. Es muy curioso que la Reina sea el único personaje que no habla en una narrativa donde se trata de que todos hablen. Un motivo es que “ella tiene el poder del destino”, y su lugar es escuchar. En efecto: Pallas es la Sabiduría, y no hay que hacer mucho esfuerzo para comprender que la sabiduría es una cualidad moral que requiere de la deliberación. Pero los que obedecen requieren que el príncipe decida, y no sólo que escuche.
Caetera desiderantur...
Datos personales
- Doctor en filosofía. Magíster en Historia de la Filosofía. Miembro de la Sociedad Peruana de Filosofía desde 1992. Crío tortugas peruanas Motelo y me enorgullezco de mi biblioteca especializada. Como filósofo y profesor de hermenéutica, me defino como cercano a lo que se llama "hermenéutica crítica y analógica". En Lima aplico la hermenéutica filosófica al estudio del pensamiento peruano y filosofía moderna. Trabajo como profesor de filosofía en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos; he trabajado en Universidad Nacional Federico Villarreal desde 2005. He sido profesor en la Facultad de Teología Pontificia y Civil de Lima hasta 2014. He escrito unos sesenta textos filosóficos, de historia de los conceptos, filosofia política e historia moderna. Tengo fascinación por el pensamiento antisistema y me entusiasma la recuperación de la política desde el pensamiento filosófico. Mi blog, Anamnesis, es un esfuerzo por hacer una bitácora de filosofía política. No hago aquí periodismo, no hago tampoco análisis político de la vida cotidiana- De hecho, la vida cotidiana y sus asuntos no son nunca materia del pensamiento.
martes, 5 de mayo de 2009
Pallas, Reina con problemas
Etiquetas:
antiliberalismo,
Maquiavelo,
Pallas Atenea,
posmodernidad,
René Descartes
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1 comentario:
Estimado VSR:
Sólo hay paz con libertad, por eso el pensamiento único crea guerra y confusión porque no hay libertad. El país de la liberty and democracy ha devastado el mundo luego de la caída del Eje de manera impensable. Ahora es tiempo de que ese coloso que tanto mal trae caiga. Habría que darles un Ballet, jajaja.
René hace un trabajo fabuloso con ese ballet a la Reina.
Felicitaciones por el texto.
Saludos,
Ricardo.
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