Víctor Samuel Rivera

Víctor Samuel Rivera
El otro es a quien no estás dispuesto a soportar

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Doctor en filosofía. Magíster en Historia de la Filosofía. Miembro de la Sociedad Peruana de Filosofía desde 1992. Crío tortugas peruanas Motelo y me enorgullezco de mi biblioteca especializada. Como filósofo y profesor de hermenéutica, me defino como cercano a lo que se llama "hermenéutica crítica y analógica". En Lima aplico la hermenéutica filosófica al estudio del pensamiento peruano y filosofía moderna. Trabajo como profesor de filosofía en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos; he trabajado en Universidad Nacional Federico Villarreal desde 2005. He sido profesor en la Facultad de Teología Pontificia y Civil de Lima hasta 2014. He escrito unos sesenta textos filosóficos, de historia de los conceptos, filosofia política e historia moderna. Tengo fascinación por el pensamiento antisistema y me entusiasma la recuperación de la política desde el pensamiento filosófico. Mi blog, Anamnesis, es un esfuerzo por hacer una bitácora de filosofía política. No hago aquí periodismo, no hago tampoco análisis político de la vida cotidiana- De hecho, la vida cotidiana y sus asuntos no son nunca materia del pensamiento.

lunes, 22 de febrero de 2010

Dios, patria y Rey. Montealegre y Javier Prado (I)



Dios, patria y Rey (I)
Javier Prado y el marqués de Montealegre (1904-1905)


Víctor Samuel Rivera
Universidad Nacional Federico Villarreal

La versión final de este texto, impreso en Arauraria, 24, 2010, desarrollado y con notas, es accesible en pdf desde aquí.



Era 1904. José de la Riva-Agüero, futuro Marqués de Montealegre de Aulestia “preparaba entonces su bella tesis de Letras: Carácter de la literatura del Perú independiente, a la que Unamuno consagró varios artículos llenos de elogios”. Los amigos Francisco García Calderón y José de la Riva-Agüero caminaban de un lado para el otro del salón; conversaban acerca del Conde de Maistre y Emilio Castelar. Una Lima aún colina de conventos, colmada centenaria de torres que llamaban a adorar al Santísimo Sacramento, de luz colapsaba esa noche en el palacete de Don Enrique Barreda. Admiración y loor del pueblo de la Ciudad de los Reyes, refulgía allí en pleno la aristocracia. Estaban Raymundo Morales, Mansuelo Canaval, Carlos Zavala, José Gálvez, Felipe Sassone y otros grandes jóvenes señores de Lima. Era el primer gran baile social al que asistían García Calderón y Riva-Agüero: pero ellos mismos no eran amigos de bailar. Los dos grandes genios generacionales del Perú preferían ir caminando de un extremo al otro discutiendo sobre quién era más inteligente: si los profesores Mariano Cornejo o Javier Prado. Sus amigos del colegio francés se turnaban esa noche la mano de la espléndida Paquita Benavides. Ella les prodigaba con prudencia “su majestad un poco prematura”. Estupenda, reposaba su belleza impávida María Olavegoya.

Durante el baile en casa de Don Felipe Barreda se hizo un brindis por José de la Riva-Agüero: Lizardo Alzamora, entonces el decano de Letras de San Marcos, interrumpió un instante la recepción para invocar con grandes halagos y celebrar con una copa la brillante carrera del joven positivista, el joven nietzscheano y anticristiano cuya tesis Carácter de la literatura estaba entonces ya avanzada. Monseñores Tovar y Roca, sorprendidos a la alabanza del talento del aristócrata, veían severos la escena desde una esquina, cubierta su incomodidad ante el irreligioso en elegante traje clerical. Desde la esquina opuesta del salón de los Barreda observaba solitario Javier Prado: era el filósofo más importante de la Lima positivista.

En el ambiente amigable de la vida social espléndida de lo que la historiografía peruana conoce como “la República aristocrática” Javier Prado (1871-1921) era el filósofo positivista más reconocido del Perú. De hecho, Prado era famoso por haber introducido al país este tipo de filosofía de manera profesional y académica. Prado además era aún bastante joven para 1904, sólo trece años mayor que Montealegre. Para la fecha del baile de los Barreda venía de haber sido profesor de Riva-Agüero en el curso de Historia de la filosofía en la Facultad de Letras regida por Alzamora. Hay testimonio del aprecio que tenía Riva-Agüero por el profesor positivista, cuyas enseñanzas seguía en gran medida en la composición de su tesis: pero esta simpatía escondía una incomodidad profunda, que los modales de Lima obligaban a llevar en el misterio. Y es que sobre la familia de Javier Prado pendía un terrible problema social. Era un asunto derivado del comportamiento de su padre, el General Mariano Ignacio Prado. Prado papá había tenido un lamentable desenvolvimiento durante la Guerra del Pacífico (1879-1885).

El General Prado había sido en fechas de la guerra el Presidente de la República. La opinión pública lo acusaba de haberse escapado a Europa; lo acusaba del doble cargo de desertor y ladrón. Escribe Montealegre a Unamuno en 1906: “El General Mariano Ignacio Prado no fue únicamente gobernante rapaz sino totalmente inepto”, “y, lo que es más, desertor del mando supremo en los angustiosos momentos de una tremenda y desgraciada guerra nacional”. Aunque no era probado que Prado papá hubiera robado dinero del Estado, su familia, luego de terminado el conflicto, hacía gala de una extraña ostentación que cernía sobre sus miembros una fama vergonzante. Quizá es necesario apuntar que es un lugar común de la historiografía del pensamiento político peruano que los jóvenes de la generación del 900 eran especialmente sensibles ante todo lo relacionado con la guerra. Estos bailes con los Barreda y Paquita Benavides resultaban, después de todo, bastante desagradables. “Todos en el Perú, yo inclusive” –escribiría Montealegre un par de años después- “nos hemos hecho cómplices en tolerar a la familia” (Prado). “Infinito me cuesta contar tales vergüenzas”, añade. Hacía referencia a los banquetes y bailes compartidos con Javier Prado.

Por insólito que parezca, precisamente el año del baile de Enrique Barreda, los mismos jóvenes aristócratas organizaron un brindis para Javier Prado. Ese año de 1904 se celebraba una década de la publicación del libro más emblemático del positivista, un ensayo filosófico-político que se consideraba en la época su obra magistral. El texto se llamaba Estado social del Perú durante la dominación española, y había sido impreso en 1894. El joven filósofo positivista era llamado ese año para desempeñarse como plenipotenciario en la Argentina “y encargado de una misión secreta con Chile”. Con arrepentimiento escribe Riva-Agüero al respecto que había contribuido él mismo “a organizar una fiesta de la juventud en su honor”. “Olvidando de la historia” “lo que yo debía a mi misión y a la patria”. Agrega: “le pronuncié (entonces) un discurso elogioso”.





De alguna manera Javier Prado se había ganado su propia fama a través de la vida académica. Ya de 1888 databa su primer libro, El genio, pero sus textos decisivos para la historia de la filosofía peruana fueron los dos siguientes. En 1890 redactó El método positivo en el Derecho Penal y en 1894 su Estado social. Riva-Agüero iba a hacerse cargo de apropiarse e invertir el significado político de las dos últimas obras. La de 1890 era una tesis de criminología, y sería muy famosa en la historia del Derecho Penal en el Perú. Esa tesis contenía además un concepto filosófico que era parte del ingreso de la psicología colectiva en el Perú, era el “carácter nacional”. Los países tenían una psicología colectiva, un “carácter” social que podía ser conocido a través del método estandarizado de la ciencia positiva. El diagnóstico del “carácter nacional” era útil socialmente: permitía establecer las virtudes y los vicios de un pueblo, aquello para lo que éste era apto y aquello para lo que carecía de cualidades; también sus más atávicos defectos. En Javier Prado la idea del carácter nacional venía ligada con un poderoso ingrediente de racismo “científico”. Su fuente eran las ideas racistas del Conde Gobineau, la psicología social de Gustave Le Bon y el evolucionismo de Herbert Spencer. Con estos antecedentes, se tipificaba la psicología colectiva a través de la herencia genética y la influencia del medio geográfico y el clima sobre las razas. La filosofía positiva podía ir en auxilio de las ciencias sociales, por ejemplo, del Derecho Penal.

Estado social fue el discurso de apertura del año académico en San Marcos en 1894. Se consideró en su tiempo una pieza excepcional de aplicación de las nuevas doctrinas positivistas al pensamiento social y político, recibiendo por ello de inmediato el aplauso de los más destacados catedráticos de la Facultad de Letras, Alejandro Deustua (1849-1945) y Pablo Patrón. El texto de Prado tenía por agenda dos cosas; la primera era poner de manifiesto, a través del método positivo, las ventajas de las instituciones y prácticas del sistema republicano de gobierno sobre el monárquico; la segunda era defender la concepción positiva de la filosofía como proyecto social, como visión de “progreso” a través de la ciencia y la libertad. Esto se observa claramente en la división del texto.

Estado social se divide en cuatro secciones I-IV, siendo las tres primeras evaluación de determinadas prácticas e instituciones sociales y la última una serie de observaciones correlativas de comparación del régimen tradicional con el moderno. La sección I trata sobre el régimen monárquico, la sección II sobre el catolicismo y las instituciones religiosas; la sección III es un examen sobre las razas que componen el Perú, su cruzamiento y los factores geográficos que influyen sobre ellas. Como emplea el modelo de criminología de 1890, hace un listado de las virtudes y los vicios del “carácter nacional”. Está implícito que el sistema institucional de la monarquía española debía ser sustituido por uno radicalmente nuevo, la república, con la premisa implícita de que el régimen nuevo es más apropiado para el “progreso”. En la sección IV encontramos tres conclusiones, una por cada una de las tres secciones anteriores; república, laicismo y “progreso”. Y el “progreso” requería un quiebre radical con la tradición institucional española: acabar con las distinciones, fiestas, religión y costumbres sobrevivientes del Antiguo Régimen peruano; en pocas palabras: romper con la tradición. Es el programa general del liberalismo positivista.

Del libro de Javier Prado de 1894 nos interesan, antes que sus premisas, sus conclusiones. Su punto de partida en un acendrado determinismo racial, que en buena parte compartía José de la Riva-Agüero. Era un lugar común de la filosofía política del último tercio del siglo XIX, originado en autores como el Conde Gobineau y los sociólogos positivistas Herbert Spencer y Gustave Le Bon, autores de moda en la universidad peruana del 900. Compartía también con Prado la idea del método positivo como una manera de comprender las instituciones sociales. Incluso estaba Riva-Agüero de acuerdo en líneas generales con la tesis criminológica de 1890. De hecho, ya desde que era alumno de Prado en 1904 estaba en marcha la tesis “Carácter de la literatura”, esto es, una tesis de filosofía social, en el mismo sentido que las de Prado de 1890 o 1894. Era una tesis sobre el “carácter nacional” y, por lo tanto, una evaluación de las virtudes y los vicios del pueblo peruano, aunque esta vez desde el ángulo de la historia literaria. Ahora bien. Aun compartiendo puntos de vista substanciales, Riva-Agüero no encontraba que la obra del maestro fuera muy sólida. Del amplio y detallado estudio de las razas que componen el Perú, su degeneración y cruzamientos, no se deducía las rotundas afirmaciones de Prado. De las tres premisas no salían las tres conclusiones. No se deducía que “el gobierno republicano (es) el más avanzado y perfecto de todos los sistemas políticos”. Tampoco quedaba muy claro si la religión que durante la monarquía “estableció un fanatismo abrumador en lugar de propagar las verdaderas enseñanzas del Evangelio” iba a correr mejor fortuna si “el poder religioso” ya no estaba más “íntimamente unido al poder monárquico”. Y, por supuesto, era muy discutible que el mero cambio de régimen de la monarquía religiosa a la república laica fuera en sí mismo un modo de corregir los efectos que el cruzamiento racial y el clima tibio del trópico habían causado. Javier Prado, pues, tenía una pera en dulce.

Para García Calderón y Riva-Agüero el episodio de la guerra de 1879 marcaba especialmente su vida, tanto académica como moralmente. El padre de García Calderón había sido Presidente provisional de la República en la ausencia desertora del papá de Javier Prado; mientras el General vivía holgado y desertor en París, García Calderón padre era a un tiempo prisionero y desterrado. En el brindis de 1904, en presencia de Francisco García Calderón, su mejor amigo, Montealegre debía sentirse bastante incómodo halagando al que en privado tomaba por hijo de un traidor y un delincuente. “Los hijos del General” –escribe Riva-Agüero a Unamuno- “intentan” “hacerse perdonar su triste historia” “con el prestigio de sus riquezas y con la afabilidad que han adoptado”. Pero no habían tenido mucho éxito realmente. En el banquete para Prado estarían otra vez Morales, Canaval, Zavala y Felipe Sassone, estaría José Gálvez y Francisco García Calderón. No se podía desairar a Prado. Pero tampoco lo halagaría con sinceridad. El joven marqués, que tanto admiraba al maestro, no podía darle mejor tributo que demostrarle cuán lejos podía llegar a interpretar el país alguien que, siguiendo los principios de la filosofía que él mismo había impuesto, no deseaba ningún vínculo con “los Prado”. ¿Cómo mostrar su posición frente a Prado sin dejar de respetarlo como maestro? ¿Cómo podía Riva-Agüero diferenciarse del filósofo de la familia “vergonzante”? Existía una manera: era mostrarle que su tesis tan famosa estaba equivocada.

En efecto. Una manera gentil de afrontar la situación tan incómoda que venimos describiendo era dedicándole a Prado la tesis que estaba redactando en 1904. Era demostrar que la obra de Prado era incompatible con el pensamiento de los jóvenes que le ofrecían banquetes y bailes. En el brindis del banquete a Prado ofrecido por él mismo escribe el Montealegre de 1904: “Aquí se ha hecho alusión hace poco, brillantemente, al más célebre de vuestros escritos, a vuestro discurso sobre el coloniaje, que han leído con avidez cuantos se interesan por nuestra historia patria”. Carácter de la literatura saldría a la imprenta un año después. La obra de Riva-Agüero estaba en camino de ser la refutación del más admirable texto que Prado jamás hubiera redactado: con el mismo método, con los mismos presupuestos, con la expresa idea de mostrar que las conclusiones de la sección IV de Estado social no eran la consecuencia razonable de las premisas de las secciones restantes. Agrega en su discurso Riva-Agüero esta deliciosa ironía: “No es lisonja” -le dice a Prado- “porque en la conciencia de todos está” que “aquel trabajo juvenil se contará siempre entre las más exactas y excelentes aplicaciones que en el Perú se han hecho de los modernos de sociología”. En efecto: no era lisonja. Era una ironía maliciosa. Prado lo comprendería todo al leer la tesis de Riva-Agüero. Los demás circunstantes del banquete lo sabrían también.

13 comentarios:

Los villarrealinos dijo...

prof. rivera


un acierto volver a los posts academicos, lo leeremos con calma.

Víctor Samuel Rivera dijo...

Estimados alumnos;

Muy contento por su atención. Este texto es parte de una saga bastante larga, de la que he sustraído las citas académicas. Cualquier observación histórica o conceptual será gratamente recibida.

VSR

Anónimo dijo...

Hola. qué interesante este post.

solo una pregunta, como estudiante de historiador le pregunto si las citas entrecomilladas son auténticas, o sea, si son invento o si son realidad, porque está escrito como ficción,

muchas gracias

Víctor Samuel Rivera dijo...

Estimado Anónimo;

Las citaciones son académicas siempre. Corresponden con textos auténticos del marqués de Montealegre, cuya referencia he omitido, pues el texto final tiene como destino una publicación impresa.

Gracias a usted, más bien.

fritz dijo...

saludos profesor, Ud dice que ha sustraido este pequeño fragmento de una larga saga, donde tendria que buscar para leer lo que falta a este fragmento, que de por si es muy interesante

Víctor Samuel Rivera dijo...

Estimado Fritz;

Habrás de esperar a que se imprima. La idea de anticipar el texto impreso por partes es que los lectores puedan colaborar con objeciones o ideas.

Un abrazo,

VSR

Lucas Castromán dijo...

Querido Victor , quisiera particularmente saber si publicará esta tesis en forma de ensayo o libro?
y de ser libro , que seria lo ideal ante las críticas anteriormente planteadas a los intelectuales de otra universidad, qué editorial tendria la ´´dicha´´ de hacer pública esta tesis?
seria san marcos y qué desearia usted que fuese
chau

Víctor Samuel Rivera dijo...

Hola Lucas,

1. Este texto que comentas es parte de un ensayo quese va a imprimir en España.

Todos mis trabajos aquí normalmente acaban en la imprenta.

2. No comprendo nada con eso de que "qué sería lo ideal ante las críticas anteriormente planteadas a los intelectuales de otra universidad". No veo dónde están las críticas, no sé a qué te refieres.

3. Respecto de "qué editorial tendria la ´´dicha´´ de hacer pública esta tesis" es una expresión majadera, que se responde sola.

VSR

Lucas Castromán dijo...

señor Victor , preguntaba si este trabajo formará parte de un conjunto de ensayos en forma de revistas , esto es, lo publicará en una revista o este trabajo aparecerá en forma de libro con ,solamente , su autoria?

recuérdole que usted criticó duramente ,en un post anterior, a los participantes del encuentro de fenomenología y hermeneútica que se realizó en la católica, afirmando que las ponencias de los señores profesores de dicha casa de estudios siempre terminan en artículos cuando lo ideal es que sena libros enteros

Bueno no tengo la ´´dicha´´ de conocerlo en persona pero con las referencias que manejo de usted me siento satisfecho

hasta pronto

Víctor Samuel Rivera dijo...

Señor Lucas.

Le contestaré en dos tandas por motivos de formato.

Tanda uno:

1. Sus comentarios no me dan la impresión de que haya usted leído atentamente lo que comenta.

2. Respecto de su pregunta (la copio para que su ingenio no lo confunda) de "si este trabajo formará parte de un conjunto de ensayos en forma de revistas , esto es, lo publicará en una revista o este trabajo aparecerá en forma de libro con ,solamente , su autoria", la respuesta es ésta:

Los artículos de la serie de Montealegre que aparecen en este blog YA ESTAN SOLICITADOS POR REVISTAS. O sea, los escribo por encargo, y son anticipaciones que luego se imprimen en revistas prestigiosas, lo que con un paseo por internet muy elemental puede usted verificar.

La forma de libro la veré al final. No comprendo qué interés tiene usted por eso, dado el tono tan desagradable con que me escribe.

Por otro lado, hay una investigación sobre Montealegre (anterior, que no está en este blog) que fue mi tesis de maestría. No estoy seguro de "tener la dicha" de publicarla, pues soy persona seria y me pienso varias veces las cosas académicas antes de remitirlas a imprimir. Pero puedo imprimirla si quiero, pues tengo dos ofertas para eso.

3. Luego usted agrega un comentario muy desagradable. Lo cito para que el lector pueda confrontar mi respuesta mejor con su inquietud: "recuérdole que usted criticó duramente ,en un post anterior, a los participantes del encuentro de fenomenología y hermeneútica que se realizó en la católica". La afirmación es falsa y, de no juzgarlo con benevolencia, la tomaría como un comentario guiado por la mala fe, en el que se induce al lector a ver confrontaciones (con los participantes... etc.) que sólo existen en la mente de usted.

Nunca he escrito nada sobre tal "encuentro de fenomenología y hermeneútica". De hecho, sólo lo conozco por haber leido lo que sí comenté. Escribí, en cambio, sobre un volumen de 150 páginas con pie de imprenta PUCP de la profesora Cecilia Monteagudo, sobre sus criterios de publicación y su contenido. No escribí nada que no sea perfectamente comprensible en la vida académica, de la que usted no parece estar en verdad muy enterado que digamos.

El libro se llama "Hermenéutica en diálogo". Yo lo comento y cuestiono académicamente, sobre criterios profesionales de la práctica de la filosofía, en base a lo que he leído y en base a mis conocimientos. Usted parece ver en esa crítica en cambio un asunto acerca de las personas de los autores, como si las reseñas o comentarios de libros fueran chismes. Eso a mí, sinceramente, me parece una manera inmadura de ver el diálogo universitario y creo que es condenable que lo insinúe.

Si no le gustan mis comentarios sobre un libro, haga usted unos mejores y demuéstreme que el libro en cuestión contiene cosas interesantes que yo no haya notado. Eso es trabajo académico que es aquí bienvenido.

¿Quiere demostrarme que mis trabajos académicos son malos? Hágalo, pero para eso se trabaja, Lucas, no sólo se escribe.

Lucas: ¿ha leído usted el libro que defiende? No lo creo. De hecho, ni siquiera parece haber leído el post que le sirve de punto de partida.

VSR

Víctor Samuel Rivera dijo...

Señor Lucas;

Tanda dos:

4. Luego viene su agravio contra mi persona. Usted escribe que no "tiene la dicha" de conocerme, pero que "con las referencias que manejo de usted me siento satisfecho". Lamento no tener yo en cambio referencias de usted, que escribe con seudónimo, lo que no habla precisamente maravillas de su persona. Es como tirarle una piedra a la mujer adúltera del Evangelio en medio del gentío bullicioso. ¿Qué valor moral tendría la piedra?

Lo que conozco de usted es lo que ha escrito aquí, que no le es muy favorable que digamos. Sólo su manejo del castellano es todo un fenómeno para las ciencais humanas.

¿Ha leído usted mis trabajos académicos? ¿Lee usted en general? Y, aparte, ¿juzga a las personas que hacen filosofía y su trabajo por meras "referencias", o sea, por cuentos que le dicen o no le dicen sobre él? Es como si yo juzgara sobre Hegel o sobre Nietzsche sin haber leído nunca sus obras, sino por habladurías o chismes de los diarios. Si ésta es su manera de aproximarse a la vida universitaria entonces no es usted digno del predio de la filosofía.


VSR

Víctor Samuel Rivera dijo...

Señor Lucas;

Tanda dos:

4. Luego viene su agravio contra mi persona. Usted escribe que no "tiene la dicha" de conocerme, pero que "con las referencias que manejo de usted me siento satisfecho". Lamento no tener yo en cambio referencias de usted, que escribe con seudónimo, lo que no habla precisamente maravillas de su persona. Es como tirarle una piedra a la mujer adúltera del Evangelio en medio del gentío bullicioso. ¿Qué valor moral tendría la piedra?

Lo que conozco de usted es lo que ha escrito aquí, que no le es muy favorable que digamos. Sólo su manejo del castellano es todo un fenómeno para las ciencais humanas.

¿Ha leído usted mis trabajos académicos? ¿Lee usted en general? Y, aparte, ¿juzga a las personas que hacen filosofía y su trabajo por meras "referencias", o sea, por cuentos que le dicen o no le dicen sobre él? Es como si yo juzgara sobre Hegel o sobre Nietzsche sin haber leído nunca sus obras, sino por habladurías o chismes de los diarios. Si ésta es su manera de aproximarse a la vida universitaria entonces no es usted digno del predio de la filosofía.


VSR

Anónimo dijo...

a la gente trollera que hace com entarios lumpen no se les debe dar acogida, yo que usted borraba al instante los adefesios que ha comentado ese tal Lucas, que de hecho chapucea para ganarse algo, o está tras una jefatura de prácticas en la PUCP y se ha puesto adulón para sumar puntos...

 
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