Víctor Samuel Rivera

Víctor Samuel Rivera
El otro es a quien no estás dispuesto a soportar

Datos personales

Mi foto
Doctor en filosofía. Magíster en Historia de la Filosofía. Miembro de la Sociedad Peruana de Filosofía desde 1992. Crío tortugas peruanas Motelo y me enorgullezco de mi biblioteca especializada. Como filósofo y profesor de hermenéutica, me defino como cercano a lo que se llama "hermenéutica crítica y analógica". En Lima aplico la hermenéutica filosófica al estudio del pensamiento peruano y filosofía moderna. Trabajo como profesor de filosofía en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos; he trabajado en Universidad Nacional Federico Villarreal desde 2005. He sido profesor en la Facultad de Teología Pontificia y Civil de Lima hasta 2014. He escrito unos sesenta textos filosóficos, de historia de los conceptos, filosofia política e historia moderna. Tengo fascinación por el pensamiento antisistema y me entusiasma la recuperación de la política desde el pensamiento filosófico. Mi blog, Anamnesis, es un esfuerzo por hacer una bitácora de filosofía política. No hago aquí periodismo, no hago tampoco análisis político de la vida cotidiana- De hecho, la vida cotidiana y sus asuntos no son nunca materia del pensamiento.

sábado, 15 de mayo de 2010

Encuentro con el otro: La seguridad



Encuentro con el otro:
La seguridad


(Primera parte de una saga hermenéutica que estremecerá Lima)

Víctor Samuel Rivera
Miembro de la Sociedad Peruana de Filosofía

El presente texto es una reflexión acerca de un problema cuyo campo de origen debe establecerse en la filosofía jurídica, y más aún, en el campo de la interpretación del Derecho Natural y el Derecho de Gentes. Se remonta a la polémica sobre la ocupación española de América en el siglo XVI, y más peculiarmente a las disputas entre el Padre Bartolomé de las Casas y el humanista Juan Ginés de Sepúlveda. La generalidad del asunto consiste en saber si la ocupación de los imperios americanos por la civilización española calificaba o no como una guerra justa. En este sentido, vamos a hacer referencia a un texto de Sepúlveda que rescatara alguna vez Marcelino Menéndez y Pelayo del olvido, el Tratado sobre las justas causas de la guerra contra los indios. Es conveniente advertir que no pretende ser esta reflexión, sin embargo, una exégesis histórica. Por ello nos excusamos de dar mayor cuenta de las fuentes, el desarrollo efectivo del debate con sus interlocutores y los documentos relativos e historiográficos. Haremos en cambio, tomando el texto de Sepúlveda como referencia, un ensayo de ontología hermenéutica. Una ontología del encuentro que tuvieron los españoles con los indígenas americanos del siglo XVI: un encuentro violento. Consideramos que es posible que al final de la lectura de este texto hayamos proporcionado elementos para la comprensión de los fenómenos que han dado lugar al comentario, pero nos gustaría también dar indicios de la actualidad que concede interés al dominio de problemas que aquí se han de insinuar: los encuentros violentos en general.



Podríamos escribir sobre multiculturalidad. Sobre encuentro intercultural. Sobre el reconocimiento cultural, pero en lugar de eso vamos a pensar desde la situación marginal. Partimos aquí de una premisa que es en realidad básica para toda hermenéutica posible de la violencia: el caso regular y normal de encuentro entre culturas no es el deseable, sino el indeseable. Estamos hablando en términos de la teoría. Es una premisa universal del anhelo humano que preferimos la paz a la guerra, el intercambio de productos, la cultura y el diálogo en lugar del conflicto. La armonía es deseable y la guerra indeseable. Eso quiere decir: la preferimos de facto de una manera fundamental, fuera de toda discusión. Es antológicamente nuestro punto de partida.



Siempre preferimos el encuentro no violento, de tal manera que nos parece lo más razonable creer que el pensamiento del encuentro desde ser desde el intercambio pacífico y la comunicación. Sea. Es lo deseable universal. Está implícito este deseo fundamental de manera palmaria cuando no tenemos paz. Rezamos en los templos por ella cuando ocurre y cantamos solemnes el Te Deum cuando ha terminado. Nos impele el ámbito de lo no cuestionable, por tanto. Martin Heidegger describe esta deseabilidad del estado pacífico en su ensayo sobre El origen de la obra de arte como una experiencia. En el orden donde se da lo comúnmente deseable sentimos “seguridad”. En algún sentido la seguridad resulta un existenciario, esto es, una condición que determina nuestro comportamiento humano. Esto se prueba porque la seguridad es universalmente deseable. Pero en la seguridad las preguntas se simplifican: esto se debe a que son innecesarias. Lo más deseado, pues, es no preguntarse. Es lo “normal” pero, por lo mismo, es lo que menos nos dice. Volvamos ahora al tema de este texto: el encuentro violento. Cuando estamos deseosos de explicar un encuentro violento entre culturas algo falla en las nociones antes mentadas de “multiculturalidad”, “encuentro intercultural” o “reconocimiento”. Lo que falla es que estas nociones apelan a la premisa más básica de que deseamos lo pacífico y, puesto que es cierto que lo deseamos, nos resulta imposible asomarnos a las experiencias de encuentro auténticas, que son las que nos generan problemas.



Una experiencia “auténtica” de encuentro sólo es real cuando sentimos que nuestra seguridad está comprometida. Por ejemplo: un buen día unos aviones llenos de pasajeros se estrellan contra el centro de operaciones políticas de la capital del país, nuestra estación central de trenes o las Torres Gemelas de nuestro centro de comercio. Si es un accidente, aceptamos que nuestra seguridad ha sido afectada. Sentimos terror. Heidegger subraya mucho el peso revelador del miedo en Sein und Zeit, como una forma peculiar de experiencia. Se trata del sentimiento que corresponde a la experiencia de la ausencia de seguridad. En El origen de la obra de arte se insinúa que podemos experimentar ese miedo también al comprender algo en lo que antes no habíamos reparado, o al atender a una obra de arte grandiosa. Pero en realidad las obras de arte no nos quitan la seguridad plenamente. Es algo fácil de comprender. Las obras de arte en realidad sólo suspenden la seguridad, por así decirlo: retiro la mirada del cuadro y vuelvo al mundo tranquilo de antes. No veo más al gigante de Goya del museo y me olvido de que lo he visto. Veo otra cosa. Como chifles. Pero ante una situación como una estación de trenes hecha estallar, o ver derribados unos edificios comerciales que tenemos por valiosos, no tenemos la oportunidad, la chance de regresarnos a la casa y olvidarnos; los chifles se hacen imperceptibles. Por ahora lo que hemos experimentado es un arranque de mala suerte. El Presidente de Polonia se estrella con 96 personas en Rusia. Sufrimos un miedo, pero ahora ¡a dónde vamos! Nos falta el refugio de la seguridad, que es electivo en otros casos: ya no puedo volver a mi vida, por así decirlo. “Hemos aprendido algo”, diremos después. Hay encuentros que nos permiten conservar la tranquilidad. ¡Ya pasó! –decimos. Sólo era una película.



Nos va quedando más claro cuál sería una experiencia “auténtica” frente un otro. Las torres se desploman y el miedo lo invade todo. Pero entonces buscamos cuál es el medio de asegurarnos. Algunos piensan en pagar seguros para accidentes, para así sentir más seguridad. Otros reforzarán sus edificios, para hacerlos a prueba de colapsos. Pero lo normal será intentar olvidarse del problema, esto es, volver a la deseable experiencia de lo normal lo antes posible. Recuento de los muertos, un acta, una ceremonia. Imaginemos ahora que luego de esto sabemos que los causantes del desastre son seres humanos: entonces exigimos su castigo. Sabemos que no son delincuentes, los identificamos como otros. No podemos castigar un accidente, pero sí a unas personas. Les exigimos una reparación, pero no nos basta. Esto se debe a que no son sólo delincuentes. En la delincuencia el temor se disipa con el castigo más inmediato. Un temor breve se apacienta con la cárcel o la muerte. Pero sabemos que son otros. Que hay más de ellos en alguna parte. Entonces todo castigo nos parece insuficiente para aliviarnos del temor. Consentimos en bombardear sus ciudades, aun a costa de que los daños causados –si los pensamos racionalmente- sean desproporcionados; eso se debe a que la proporción no es importante aquí: lo relevante, lo que cuenta, es volver a la seguridad. Lo más seguro será ocupar la otra nación. Lo que queremos en realidad es asegurarnos de que ellos no lo harán dos veces. El lector observa que el medio de la seguridad coincide con una cierta violencia. Que la violencia es constitutiva de esta experiencia. En realidad, la violencia misma se hace definidora del otro.

El otro se define por un cierto tipo de comportamiento nuestro: queremos seguridad, luego, la obramos en el otro, hasta que su ser sea nuestra seguridad. Mientras nuestra experiencia de la falta de seguridad permanezca, veremos al otro como una inseguridad que debe ser trabajada por nosotros, que sin nosotros se hace segura contra nosotros. En esto nos sentimos constreñidos a diseñarlos a ellos, del mismo modo en que en la situación precedente el hombre que amplió su póliza de seguros después del accidente cuyo terror ha experimentado, o cuya edificación comercial le parecía debía estar mejor apertrechada para casos de colapso eventual de aviones.



PD: Redacté esta parte corta para hacer una saga. Así será más fácil para mis lectores. Por ahora ignoro cuántas partes tendrá. Aconsejo hacer play en el video para leer.

6 comentarios:

Ricardo Milla dijo...

Quizá habría hecho bien, mi estimado maestro, en poner sólo el primer párrafo y luego un leer más... con link a La Coalición. Nos robas fanaticada. Y como uno de los administradores del blog, pediría que tengamos consejo para quedar bien estos temas.

Te comentaré en La Coalición ni bien tenga tiempo. El tema del cuerpo me consume...

Un abrazo,
Ricardo.

Víctor Samuel Rivera dijo...

Estimado Ricardo;

He colocado el post también en La Coalición (éste y los que siguen del mismo tipo) por dos razones, que tal vez sean de interés de los lectores:

1. Para darle más lectoría internacional, pues La Coalición es objetivamente más seguida fuera del Perú que Anamnesis.

2. Porque La Coalición genera menos dificultades para la opinión con comentarios de un sector de los interesados.

Igual, el que desee puede plantear preguntas o lo que fuere aquí también.

Un abrazo.

VSR

Erich Luna dijo...

Hola VSR

Disculpa por recién comentar lo que has escrito en relación a lo que discutimos en mi blog. Realmente agradezco que nuestra discusión haya motivado alguna reflexión tuya. Creo que ese es el propósito de dialogar y discutir.

He visto que este mismo texto está colocado en La coalición. He preferido comentarlo aquí porque es tu blog personal y esta entrada es algo personal.

Entiendo que quieras hacer una distinción entre exégesis histórica y un tratamiento filosófico de algún argumento de Sepúlveda. Realmente no me parece posible. Creo que lo que haces es presentar ideas mucho más propias con una que otra referencia a la tradición. Es lo que llamas "ontología hermenéutica".

La idea central es la del "encuentro violento". El principio que subyace a tu argumentación es que cotidianamente no se da "reconocimiento" o algún tipo de relación armoniosa entre culturas diferentes.

La otra tesis fuerte es que preferimos la paz y el orden a lo contrario. Creo que liberales y no liberales podrían suscribir esa tesis.

La idea de Heidegger que resaltas puede comprenderse mejor, creo yo, con el concepto de familiaridad y "desazón" (Unheimlichkeit) que el Dasein experimenta en su estar-en-el-mundo a partir de la angustia (no del miedo como pareces sugerir). Sin embargo, creo que se trata ahí de algo ontológico en sentido eminente y no óntico. Se trata del estar-en-el-mundo como tal y no del miedo a un ente concreto.

No queda claro el porqué las experiencias violentas son "auténticas" y las de reconocimiento "inauténticas". Tampoco me queda claro si es que ambos términos remiten al par Eigentlichkeit/ Uneigentlichkeit.

Si no se refiere a ese par, me gustaría saber a qué se remite. Pero si se remite a ese par, no me queda claro porque la violencia tendría privilegio ontológico frente al encuentro no violento, al punto de considerar a este último como meramente óntico, impropio, etc.

Entiendo la diferencia que haces entre desastres naturales o acccidentes y actos deliberados. Creo que es importante para cuestiones como pobreza o injusticia social también (cosa que empalma con la TL).

La pregunta es por el culpable del daño de una comunidad. Creo que es en este punto donde lo que discutimos puede verse mejor a partir de El concepto de lo político de Schmitt, texto que espero poder volver a revisar dentro de poco.

Tu concepto del "otro" parece más ligado a la noción schmittiana de enemigo público.

Creo que es interesante cómo piensas a la violencia como medio para asegurar la paz. Creo que si bien de jure el liberalismo habla de acuerdos y consensos, la democracia liberal de facto se funda sobre la fuerza, además de generar violencia sobre muchos seres humanos. Que no se me malentienda: no quiero decir que soy un antiliberal. Lo que quiero decir es que los liberales deberían tematizar esa violencia estructural que parece efectivamente mantener el orden hegmónico mundial.

Con un amigo psicoanalista pensábamos que así como la iglesia no habla de la sexualidad del sacerdote, los liberales no hablan de la violencia en ese sentido.

No soy belicista ni mucho menos, pero sí creo que son los liberales la tradición política que forcluye de su discurso el conflcito, el antagonismo y la violencia.

Ahora bien, esas son las ideas (varias y poco articuladas) que se me vienen a la mente. Por último, creo que sería bueno discutir esta relación de "otro" y culpable que debe ser castigado con las nociones cristianas de perdón y amor al prójimo.

Mis preguntas últimas:

- ¿uno debería perdonar a ese "otro"?
-¿ese otro podría tener derechos humanos?
- ¿cómo piensas la guerra interna en nuestro país y la CVR desde este marco?

Saludos (y disculpa por la demora, espero que no vuelva a pasar),
Erich

Víctor Samuel Rivera dijo...

Estimado Erich;

Me planteas aquí varios temas de diverso rango. Mi almuerzo me exige interrumpir. Intentaré contestarte aunque sea una parte esta misma tarde.

un abrazo.

VSR

Víctor Samuel Rivera dijo...

Estimado Erich;

Ahora sí te contesto al menos a algunas de las inquietudes que han quedado en el aire. Esta semana tuve una tesis que leer y adelantar varias cosas académicas. Julio-agosto y diciembre son meses complicados para uno.

1. Sobre la distinción histórico/no histórico: mi estudio personal de cosas históricas me indica que hay un límite en que uno debe decidirse entre tratar lo histórico o resolver una cuestión sistemática. Mi tema en Sepúlveda es la segunda chance (recoger y reñ-construir un solo argumento de Sepúlveda). Eso lo verás al final de la serie. Reconozco que igual a estas alturas no parezco decir sino mi opinión. Más adelante espero que retomemos esto.

2. Dices "El principio que subyace a tu argumentación es que cotidianamente no se da "reconocimiento" o algún tipo de relación armoniosa entre culturas diferentes". En realidad el "reconocimiento" implica una idea territorial: tu sitio, mi sitio. Esta idea la he leído en Schmitt, pero considero que es una idea hermenéutica (o sea: tiene que ver con la comprensión).

3. "Creo que liberales y no liberales podrían suscribir esa tesis". En referencia a la paz. La idea es que el liberal explica la paz, pero no tiene comprensión de la guerra y su visión del hombre es incompleta.

4. Sobre "con el concepto de familiaridad y "desazón" (Unheimlichkeit" como sustituto del miedo, debo revisarlo. Yo tomo la idea del miedo en su relación con la idea de descubrir/encontrar un otro que me hace la vida insegura. Creo que es una idea que procede de "Las pasiones del alma" de Descartes, en base a lo cual he interpretado. Este tema es delicado y posiblemente merezca un post o una parte de la secuencia. Te agradezco mucho esta sugerencia.

5. Dices correctamente: "Tampoco me queda claro si es que ambos términos remiten al par Eigentlichkeit/ Uneigentlichkeit". En efecto. Allí tomo el par de contrarios de Vattimo (claro, salen originalmente de SZ). Escribir "auténtico" me parece casi un arcaísmo. Para la imprenta lo voy a revisar, pero insisto en que la idea es el uso de Vattimo (quien no suele decir "auténtico", sino "propio").

6. Lo que sigue es muy atinado. "Propio" es "esencial" en este sentido: es lo que atiende más nuestra concentración. "impropio" lo que nos pasa desapercibido. Lo segundo inhiere en lo primero. Sé que estos es muy discutible y la vena abierta recibe toda clase de trasnfusiones.

7. "Empalma con la TL": Muy bien! Eso creo yo!.

8. "El concepto de lo político de Schmitt, texto que espero poder volver a revisar dentro de poco". En mi texto es central, pues amigo/enemigo redefine propio e impropio y me alegra que lo notes (¡y si algo está realmente mal, me alegrará notarlo ahora y no cuando me lo echen en cara fuera!)

9. "Con un amigo psicoanalista pensábamos que así como la iglesia no habla de la sexualidad del sacerdote, los liberales no hablan de la violencia en ese sentido": correcto, eso piensan los liberales; pero ése es el centro neurálgico de todo. Aquí yo te pregunto: ¿eso es de iure o de facto?

10. Ahora faltan las respuestas a las preguntas del final. Las escribiré mañana o pasado. Son temas delicados, y hay que escribir de ellos académicamente (o sea: con calma).

Un abrazo.

Víctor Samuel Rivera dijo...

Estimado Erich;

Mis respuestas a tus "últimas preguntas" (las más importantes en orden a las significaciones sociales).

1. El tema del perdón es posible, pero no en el nivel del que intento ocuparme. Es literalmente posterior. No estamos hablando del perdón personal, sino del político. Yo creo en el perdón como una actitud política de benevolencia, lo que presupone una instancia no conflictual que lo "garantice" (o sea: un perdón sin revancha posterior; por ejemplo en mi artículo sobre El ballet de la Reina, que te puedo pasar en pdf por correo). Se perdona, pero no sin garantía. La garantía genera confianza, y la confianza "seguridad", esto es, paz.

2. El otro ¿puede tener DD HH? El ámbito del otro es anterior al Derecho y es fundante del Derecho. El Derecho es derivativo respecto del encuentro. El encuentro establece y "funda" derechos. Los derechos se remiten a su origen y allí "acontecen" (Vattimo habla mucho de la muerte del Rey como acontecimiento del Derecho liberal)

Por ahora, tómalo como una opinión.

Es tema aparte si los suscriptores de los derechos derivados del encuentro deseen que el producto tenga características de universalidad y validez, que es la idea de DD HH que es objeto de la pregunta. La validez es derivada de la garantía de la paz y va en calidad de "acontecimiento". ¿Sabes? Eso es todo un tema.

3. Sobre el problema final, se trata de cuestiones altamente controversiales, pero voy a tratar de responderte "en philosphe":

a. No creo que la violencia terrorista del pasado (y su secuela de maldades) sea un encuentro con el otro en el sentido de este texto, pero debo admitir que se parece. En "el otro" que yo pienso subyace la idea de lo impensado irruptor. Lo impensado es irruptor justamenre porque es impensado. El encuentro con un acto terrorista singular (el primero) se parece a mi argumentación pero, ¿el segundo?, ¿el tercero?. Una secuencia, ¿se parece? Una secuencia ya no es impensada. Puede ser irruptora (pues es violenta) pero se trata de una violencia pensada, calculada, que involucra un conocimiento habitual. Es otra clase de violencia.

b. En mi modesta opinión, en lugar de la CVR, se hubiera requerido de una autoridad consensual que fuera portadora intrínseca de la paz, que estuviera "investida de la paz". Eso es posible normalmente para una autoridad carismática o bien para el vencedor de la batalla, en cuya irrupción adviene autoridad.

Ya entiendo que esto opinable, pero no en un sentido político. Te contesto "en philosohe", no "en politique" ni como agente privado. Por ejemplo: yo podría estar de acuerdo con la CVR como agente privado aunque careciera de estas características, pero es unhecho social que no todos están de acuerdo. La CVR habría sido más exitosa o hubiera tenido menos resistencias de haberlas tenido. Lo descrito son caracterísricas ontológicas que no responden a las características de la CVR (pero que sí podrían corresponder).

Míralo de otra manera: la CVR debía haber sido "soberana", esto es, investida de soberanía. Soberanía es confianza, la confianza seguridad, la seguridad paz. Mi opinión es que la CVR no genera paz porque no genera seguridad y esto porque no es soberana.

Hasta aquí creo ya estar diciendo demasiado sobre un tema delicado del que, muentras se trate en términos conceptuales, podremos seguir trabajando ahora o en el futuro.

La paz es intrínsecamente deseable por todos, estimado Erich.

Un abrazo grande y una gratitud especial por la actitud de diálogo, algo sin lo cual los filósofos estamos perdidos.

VSR

 
VISITANTES
Contador
 
VISITANTES EN LINEA
tracker
 
ESTOY EN