Hacker en Google
Víctor Samuel Rivera
Unas breves observaciones sobre la manera en que se hackea el Google. Vigente la prueba hoy que redacto, 26 de diciembre de 2010, 1:00 pm. Hora de Lima. ¿Quiere usted ingresar al portal de la famosa revista Araucaria, número 24? Coloque usted en la banda del buscador Google la expresión entrecomillada “Araucaria 24” en búsqueda especializada. Podrá comprobar usted mismo que en las dos páginas de resultados no contienen ninguna referencia a la famosa revista de pensamiento político en lengua española “Araucaria”, posiblemente la más famosa e importante en su género. El número 24 es el del número más reciente, que está colgado en la red desde hace seis meses. Usted puede ver, en la segunda hoja, un link que permite ir a “resultados omitidos”. Aplaste allí y entonces ¡sorpresa! El buscador indicará en el segundo y tercer lugar “Araucaria, Nº 24, institucional”. Esto es: aparece al punto la revista famosísima en su último número… que antes permanecía oculta. Evidentemente, porque la han ocultado. Pruebe usted en el buscador con otros números de Araucaria, y comprobará que éstos sí aparecen. Si Google fuera un ser inteligente, no podría omitir Araucaria 24 de la lista de “Araucaria 24”. Y Google es inteligente. Pero no es un miserable mañoso, como el canalla potoaudio que ha ocultado la revista con algún truco sobre el programa que Google usa. No es la primera, ni será la última, pero al menos esta vez deseo que lo sepa Google mismo, dado que es su programa el que es hackeado.
Debo resaltar que hace un par de meses me consta no haber tenido ningún problema en acceder a la mencionada revista.
Recibo una multitud ya aburrida de intervenciones por Internet y las asumo como parte de mi vida cotidiana. Es una especie de mafia informática. Me aburre la sola idea de detallar el asunto. Si le doy algo de prensa al caso presente es por la incomodidad que me causa en particular. Abreviaré los precedentes, entonces.
Ayer remitía saludos por fin de año a diversos amigos, sobre todo españoles, algunos de los cuales ya me habían advertido que no aparecía un artículo mío impreso en la revista “omitida” y que ésta difunde especialmente por Internet en formato pdf, pues es una publicación académica internacional con sede en varios países Iberoamericanos cuyo objetivo es difundir su contenido. La versión impresa, indexada debidamente y registrada en la Universidad de La Rioja, es remitida a las principales universidades del mundo, en cuyos catálogos puede confirmarse mi aserto. Es evidente que se trata de un link de la mayor relevancia. ¡Vaya usted a ver lo que aparece en el lugar de “Araucaria 24”!
Pues bien. Mis amigos deseaban que, dada la dificultad que parecían tener en hallar ciertos textos míos por el buscador de Google, fuera yo quien les proporcionara el link respectivo. En Araucaria 24 he publicado yo en este año que se va “Dios, patria y Rey. José de la Riva-Agüero y Javier Prado”. Primero, por inercia, busqué el link por nombre del Marqués de Montealegre de Aulestia, tema del trabajo. Nada. Ningún resultado que remitiera a Araucaria 24. Entonces opté por escribir “José de la Riva-Agüero y Osma”, pensando en que es más usual anotar al marqués por su nombre corriente. Entonces nada tampoco, nada de nada. Debo reconocer que aparecía un link a una biblioteca mejicana en que, curiosamente, mi nombre está redactado mal. Indicio curioso de maña. Mi nombre no sale bien, entonces no ha sido omitido. Como no encontré la revista, entonces pedí, en este orden: el título del artículo, el mismo título y mi nombre, el título, mi nombre y el de la revista, y luego el título, mi nombre, el nombre de la revista y el número de la revista. Entonces me hallé con que no salía nada. Era como si nunca hubiera yo escrito nada. Sólo había notas sobre mi blog, lo cual no está mal, pero nada sobre la revista misma. Fue entonces que me dije, ¡va! Busco la revista y punto. Una vez dentro, hago clic en mi artículo y recojo el vínculo. ¡Cuál no sería mi sorpresa cuando comprobé que no salió nada! Al canalla no le había bastado con “omitir” mi nombre, y el de mi trabajo, sino que, por lógicas razones, debió programar que la revista misma fuera excluida del buscador.
Hay quienes deben estarse divirtiendo con la historia. Cuando pasó algo semejante con mi Facebook hace un par de años y yo exhibí queja pública, a través de aquí, justamente, éste me fue repuesto casi inmediatamente, por Facebook mismo, más un sistema de seguridad particular que aún es vigente y agradezco. Espero que Google haga lo propio ahora. Y tú, canalla, el de los potoaudios, dime, ¿no tienes otra cosa mejor en qué dedicar tu tiempo y tu mafioso dinero que en intentar la cancelación del Sol con uno de tus dedos mugrientos?
Google bless You all.