La conspiración monarquista de 1911
Parte IX
La superioridad teórica de la monarquía
Víctor Samuel Rivera
Carácter de la literatura es víctima de una
gran injusticia si se lo lee como un libro de literatura. Se trataba en
realidad de un texto de sociología y de política. José se inspiraba en la obra
de Hyppolite Taine Histoire de la
littérature anglaise [1873], de análoga factura.
Como antes había hecho Taine, José desarrolló una historia de la literatura con
una finalidad política, que incidía en el periodo que Ventura refiere como
“romanticismo”. Ventura mismo nos da testimonio de haber interpretado el libro
de José de esta manera.
Para 1909, José conservaba el material con el que había trabajado el lustro
anterior, una buena parte los originales de las obras citadas, pero también
copias manuscritas de obras que José no había podido conseguir para tener en
propiedad y que debía haber trascrito él mismo, sea de la Biblioteca Nacional
o sea de bibliotecas particulares, como la del filósofo Javier Prado.
En su mayor parte se trataba de obras raras y muy valiosas. Ventura, en París,
no tenía acceso a nada de eso, y a José, en cambio, ese material le parecía
ahora marchito e inútil.
Sin dilación, a la primera solicitud, José se lo mandó en “siete paquetes”.
Pero Ventura, de apetito insaciable, insistía en solicitar de Riva-Agüero más y
más material. Como se observa, Del
romanticismo al modernismo era una suerte de reciclaje del trabajo (y de la
biblioteca) del buen amigo de Lártiga. Ventura debía tentar a José para esta
generosidad tan exagerada. Estaban allí Lesca y Martinenche; pero es evidente
que no podían conmoverlo con la literatura. ¿En razón de qué podía José
interesarse en estos contactos?
Charles Lesca y
Ernest Martinenche, los editores y contactos de Ventura, ingresan aquí en su
calidad de nacionalistas royalistes.
Hay sobrados estudios sobre el activismo monarquista francés del género al que
estos personajes pertenecen en el periodo anterior a la Primera Guerra
Mundial, cuya cronología coincide en lo más básico con estas historias
franco-latinoamericanas que venimos refiriendo.
El monarquismo positivista francés estaba en su pico más alto. Pues bien. El autor
de la tesis de 1905 también se consideraba a sí mismo todo lo que eran los
contactos de Ventura. Un “hispanista”, un nacionalista y un monarquista. La
misma tesis de 1905 había sustentado, desde presupuestos positivistas, lo que
llamaría años después él mismo, en la década de 1940, la “superioridad teórica de la
monarquía”.
El filósofo Alejandro Deustua le escribía a Riva-Agüero por esos años, en
referencia a la tesis de 1905: “Yo no habría defendido nunca, como usted lo ha
hecho, la forma monárquica de gobierno como conveniente para el Perú”. “Es que
en usted el liberalismo es un accidente” –agrega Deustua-.
En referencia a este periodo valen los elocuentes términos del escritor
mejicano José Vasconcelos, amigo a quien el futuro marqués de Montealegre de
Aulestia conoció en una visita de Vasconcelos al Perú en 1916. Al conocerlo,
“Riva-Agüero sostenía el programa cabal de la Acción Francesa , antes de que la Acción Francesa difundiera su
tesis”. Vasconcelos, en alusión a las ideas monarquistas de Riva-Agüero, que le
parecen a él más bien anecdóticas, agrega con cierta ironía: “La tesis de
Riva-Agüero estaba en su sangre”. José era de derecho Marqués de Montealegre.
El texto que incluye estas observaciones es un ensayo pequeño, de tipo memoria
y semblanza que se titula Mi amigo el
Marqués.
En 1909 la monarquía había regido el Perú tres
siglos; la República ,
en cambio, apenas 80 años. La monarquía lucía espléndida en prósperos países
modernos, en particular, en los Imperios Alemán y Austro-Húngaro, ambos países
jóvenes, más jóvenes que la
República del Perú. En contraste, el Perú que se había
originado en 1821 era un ejemplo de anarquía e incertidumbre, el exacto
contrario de esos Imperios; uno era el efecto de la guerra Franco-Prusiana de
1870 y el otro el resultado legitimista y monárquico de la revolución de 1848
en Europa Central. No parecía ilógico vincular el pensamiento de la
nacionalidad con la cuestión de la
naturaleza del régimen político, así como las razones de su respectivo éxito o
fracaso. Las impresiones más vivas del José de esa época sobre la monarquía han
desaparecido, y sólo podemos hacernos una idea bastante vaga a partir de la
correspondencia, que se conserva muy escasa de antes de la década de 1920, como
es el caso de la carta de Deustua de 1909 que venimos de citar. Pero podemos
hacer un esfuerzo por reconstruir lo que falta.