La conspiración monarquista de 1911. Parte XII
Los adoradores del "suntuoso pasado"
Víctor Samuel Rivera
Como ya hemos anotado, Ventura García Calderón usó Carácter de la literatura de
José de la Riva-Agüero como referente para su propia obra, que sus amigos, los editores
hispanistas, podían además leer en castellano. Inútil negarlo; Ventura no podía
omitir este hecho tan palmario y fundamental. La gratitud le sugirió entonces
dedicar unas líneas a Riva-Agüero en una sección titulada “los nuevos”,
que en cierta medida estaba orientada a resaltar a “los cinco”, esto es, a los
“novecentistas”, estos subversivos pequeños del 900. Es aun más relevante que Del romanticismo al modernismo se abra
con una tierna dedicatoria al futuro marqués de Montealegre. Ésta no hace
alusión a sus cualidades literarias, que el texto de Ventura no se esmera en
resaltar; trata más bien de asociar “su nostalgia a la mía”. Dice el texto, que
vamos a transcribir:
“A
José de la Riva-Agüero
Que adora el suntuoso pasado peruano, dedico
este libro, para asociar su nombre a mi nombre, su nostalgia a la mía; -y una
vez más repetirle mi cariño.
V.G.C.
París, 1910”
Ventura vincula su nostalgia a la del “que
admira el suntuoso pasado peruano”. Ese “suntuoso pasado”, demás está decirlo,
no era el de los Incas. El pasado del Perú en 1910 terminaba en la memoria de
los cronistas de la conquista española. Por tanto, “el suntuoso pasado” era
para cualquier lector peruano (y francés) el de la monarquía peruana, cuya
existencia databa entonces de apenas 80 años atrás. ¿Qué opinión podría
merecerles esto a Lesca y Martinenche? ¿No estaban estos monarquistas de París
interesados también por el “suntuoso pasado” –aunque más no fuera el de
Francia-?
Ventura sacó de la imprenta su Del romanticismo al modernismo en abril
de 1910.
Pocos meses después de la impresión del libro de Ventura, en 1910, la Ciudad de los Reyes fue
visitada por una extraña y diminuta comisión académica francesa. Ésta estaba
integrada nada menos que por Ernest Martinenche y Charles Lesca. Desde el punto
de lo que podríamos llamar la “historia oficial”, Martinenche venía acompañado
por Lesca para crear lazos universitarios franco-peruanos. En esta línea,
Martinenche había investido antes a Riva-Agüero de encargado de la sección
peruana de una institución, dedicada a fortalecer los vínculos de los
hispanistas franceses con América Latina. La institución era el Groupement des Universités et Grandes Écoles de France pour les
Relations avec l’Amérique Latine. Martinenche, desde
1909, había intentado servirse de Riva-Agüero –sin mucho éxito que digamos-
para organizar el comité local. José, que entonces era poco más que un
estudiante en la redacción de su tesis de doctorado, no logró gran cosa. Inició
negociaciones con las autoridades de la Universidad Mayor
de San Marcos de Lima, con el rector, el decano de la Facultad de Letras, los
profesores más eminentes y los alumnos de habla francesa.
Un fracaso completo.
No hemos encontrado rastro de ningún evento oficial ni de
discurso o banquete universitario; sólo sabemos que José se reunió con Lesca y
Martinenche y les mostró los tesoros coloniales de Lima. Se tomaron unas
fotografías juntos. Colocó después algunas suscripciones al Bulletin, donde él escribía.
Allí terminó todo.
Caetera desiderantur...
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