Víctor Samuel Rivera

Víctor Samuel Rivera
El otro es a quien no estás dispuesto a soportar

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Doctor en filosofía. Magíster en Historia de la Filosofía. Miembro de la Sociedad Peruana de Filosofía desde 1992. Crío tortugas peruanas Motelo y me enorgullezco de mi biblioteca especializada. Como filósofo y profesor de hermenéutica, me defino como cercano a lo que se llama "hermenéutica crítica y analógica". En Lima aplico la hermenéutica filosófica al estudio del pensamiento peruano y filosofía moderna. Trabajo como profesor de filosofía en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos; he trabajado en Universidad Nacional Federico Villarreal desde 2005. He sido profesor en la Facultad de Teología Pontificia y Civil de Lima hasta 2014. He escrito unos sesenta textos filosóficos, de historia de los conceptos, filosofia política e historia moderna. Tengo fascinación por el pensamiento antisistema y me entusiasma la recuperación de la política desde el pensamiento filosófico. Mi blog, Anamnesis, es un esfuerzo por hacer una bitácora de filosofía política. No hago aquí periodismo, no hago tampoco análisis político de la vida cotidiana- De hecho, la vida cotidiana y sus asuntos no son nunca materia del pensamiento.

jueves, 19 de julio de 2012

La rebelión monarquista de 1911. Parte XV. La amnistía y el gobierno


La amnistía y el gobierno 
Víctor Samuel Rivera

Lesca y Martinenche no fueron los únicos habitantes de París en hacer una visita al Perú. La extraña marcha del hispanista y del editor fue sucedida por una de Ventura, al año siguiente, en 1911. Biográficamente hablando, la de Ventura es también una visita bastante irregular, pues éste no regresó a Lima después con mucha frecuencia que digamos y carecía de un motivo específico para el viaje. El matrimonio de su hermano Francisco se había celebrado en Lima el año anterior, pero Ventura no había asistido, con seguridad porque se ocupaba de la impresión de su Del romanticismo al modernismo. No parecía tener gran cosa qué hacer ahora, salvo expresar su gratitud a José, a quien le debía de su exitoso libro prácticamente todo. Le escribe meses antes de viajar que va “leyendo y releyendo Carácter de la literatura” . Pero uno se sorprende más de la visita de Ventura de 1911 porque vino acompañada de un sobrecogedor relámpago de activismo político. 

Estamos ante el escenario que, en la obra de Ventura Nosotros, sirve de explicación en 1946 para el fracaso de la Generación del 900. El 11 de septiembre de 1911 José había redactado un artículo en El Comercio titulado La amnistía y el gobierno . El texto fácilmente se prestaba a ser interpretado como un manifiesto en favor del golpe de Estado y la insurrección popular, por lo que el Presidente Augusto Leguía hizo detener a su autor, que purgó unos días en la cárcel. Ventura encabezó entonces una serie de episodios sociales para el rescate de su amigo, cuyo relato podemos remitir a otra fuente . Ya sabemos por los posts anteriores de esta serie que Ventura iba a movilizar a una multitud de personas en un acto insurreccional auténtico que José estaba justificando en la prisión. También sabemos que todo –según Ventura- iba a terminar en un banquete para quinientas personas en el Club Nacional con cincuenta maleantes armados como escolta. 

Ventura en persona atravesó las calles multitudinarias, se internó entre la soldadesca y entró a bastonazos en el Palacio de Gobierno de Lima a exigir la liberación del preso. Era una verdadera revolución, que hizo pasar a José de los vejámenes en la cárcel (cuyos horrendos detalles preferimos ignorar) a la cálida cena consabida en el Club Nacional . Ventura tuvo para José, en manifiesta retórica maistriana, estas frases: “Cada día veo con más claridad que eres un predestinado”. Le escribía el maurrasiano y laico Ventura: “¡Me harás creer en la Providencia”! Ventura se arrodillaba frente al Perdonador con un revólver en el cinto. 

Cuando, hacia fines de 1908 o inicios de 1909, Ventura requiere de la ayuda de José para compilar el material de su Del romanticismo al modernismo, una pincelada monárquica aparece abrupta. “¡Oh Barrès peruano!” –escribe Ventura- “Voy a hacerme perdonar por mi largo silencio y mi cinismo escribiéndote periódicamente extensas cartas” . Pero hemos vuelto ya al recuerdo de las charlas escolares de “los cinco” sobre Nietzsche, Juan Donoso Cortés y el Conde de Maistre. Hablando sobre la forma del régimen político escribe Ventura: “Sigo creyendo como entonces que el único remedio es la teoría del buen tirano”. Acto seguido, el bueno de Ventura nos deja saber un par de cosas: que “el buen tirano” no es un dictador, ni un caudillo, sino un monarca, y que ese monarca es el propio José. 

Ventura pensó en José como Rey.

Ventura aclara que la tiranía en la que piensa no se refiere a “breves periodos de analfabetos”: es una manifiesta alusión a las dictaduras republicanas del siglo XIX peruano y sus caudillos efímeros. Se requiere algo más que eso, algo que dure más que una dictadura. He aquí entonces una idea subversiva y monárquica. Ventura, consciente tal vez de que se trata de una reflexión excesiva, incluso para 1909, añade con entusiasmo: “¿no crees que, aun si se es vencido, vale la pena intentar semejante heroísmo?” Prosigue Ventura en un delicioso delirio monarquista: “Me dices –en una carta trágicamente perdida- con una modestia un poco irritante que no te crees a la altura de la misión que para ti deseamos algunos chanchos” : Agrega Ventura al “Barrès peruano”, al “predestinado” por la Providencia Divina: “En fin, esperemos y callémonos, sobre todo porque esto espantaría a los republicanos de allí que todavía se entusiasman con los anales de la Revolución Francesa”. “Tantos años faltan para realizarse este sueño que parece ridículo hablar desde ahora” . 

 Ventura encontraba una solución al problema del régimen político peruano en la búsqueda de un líder en clave monarquista. Era el programa de Maurras. Eran las ideas de la Francia maurrasiana y positivista de 1909. Eran también las que su amigo José había consagrado en 1905 y ratificaba, con la cómplice mirada de Martinenche y Lesca, en su libro La Historia en el Perú. Entonces, al año siguiente, Ventura se consagró al plan. José iba a vincularse con los maurrasianos de París para pasar del pensamiento a la acción, del “más sutil talento” a “la voluntad”. ¿No decía Riva-Agüero que “Todo Derecho es fuerza”? Ventura se sirvió de unos contactos nacionalistas franceses que seguramente procedían de su hermano Francisco. Entabló lazos entonces con unos hispanistas del entorno de l’Action Française, Martinenche y Lesca. Ventura compromete a José a que colabore con ellos para un proyecto que era caro a ojos de Martinenche, joven profesor de La Sorbona: crear el Groupement des Écoles; a eso se añade escribir en el órgano de prensa del Groupement, el Bulletin de la Bibliothèque Américaine, cosa que se hace efectiva entre 1910 y 1911. Una vez establecido el contacto, Ventura anima a los hispanistas-royalistes a viajar a Lima en 1910, un esfuerzo notable considerando la penosa travesía trasatlántica por barco que tenían que padecer. Por desgracia, el plan falla, pues José, por algún motivo desconocido, no logra consolidar el Groupement en el Perú y en Lima nadie les hace caso a los franceses. Pero parece que Riva-Agüero tampoco se esmera tanto en hacerlos notar, tal vez por falta de “voluntad”. Conversan con José sobre la Guerra con Chile. Se toman unas fotografías, pero no pasa nada más y es un auténtico fiasco. Ventura viene entonces en persona desde París al año siguiente. Para su sorpresa, se encuentra con que José es considerado un subversivo y lo meten en la cárcel. Entusiasmo. El lector del Conde de Maistre cree confirmar que en José está “el predestinado” por “la Providencia” para un acto de fuerza. Ventura entonces ingresa en persona al Palacio de Gobierno, y lo hace a bastonazos. 

El Barrès peruano es liberado, hay una suerte de apoteosis social y los actores terminan cenando en el Club Nacional, pero no pasa nada más. Ahora - ya lo comprendemos mejor- Ventura dio el plan por fracasado en ese mismo episodio. “Hasta el alba me di cuenta tristemente de que el más sutil o poderoso talento puede no estar unido a la voluntad” . Sea lo que fuere, en el banquete de 500 nobles de Lima, el pensador, el ideólogo, “el más sutil talento” limitó su “voluntad” a esto: a comer. Ya habían fracasado los franceses el año anterior. Sin “voluntad” no había “predestinado” que valiera. ¡Qué dinastía ha tolerado la historia que fuera comandada por un indeciso! Ventura se regresó a los pocos días, sin acuso de disgusto, al París del que había salido.

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