Víctor Samuel Rivera

Víctor Samuel Rivera
El otro es a quien no estás dispuesto a soportar

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Doctor en filosofía. Magíster en Historia de la Filosofía. Miembro de la Sociedad Peruana de Filosofía desde 1992. Crío tortugas peruanas Motelo y me enorgullezco de mi biblioteca especializada. Como filósofo y profesor de hermenéutica, me defino como cercano a lo que se llama "hermenéutica crítica y analógica". En Lima aplico la hermenéutica filosófica al estudio del pensamiento peruano y filosofía moderna. Trabajo como profesor de filosofía en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos; he trabajado en Universidad Nacional Federico Villarreal desde 2005. He sido profesor en la Facultad de Teología Pontificia y Civil de Lima hasta 2014. He escrito unos sesenta textos filosóficos, de historia de los conceptos, filosofia política e historia moderna. Tengo fascinación por el pensamiento antisistema y me entusiasma la recuperación de la política desde el pensamiento filosófico. Mi blog, Anamnesis, es un esfuerzo por hacer una bitácora de filosofía política. No hago aquí periodismo, no hago tampoco análisis político de la vida cotidiana- De hecho, la vida cotidiana y sus asuntos no son nunca materia del pensamiento.

viernes, 13 de julio de 2018

Ponencia contra el aborto/ El día en que los niños se reirán de Georges Soros



Ponencia contra el aborto.
(El día en que los niños se reirán de Georges Soros).



II Coloquio de Ética aplicada / Universidad Nacional Mayor de San Marcos
Ponencia: Matagente; Las reglas del juego/ Una argumentación antiabortista
Miércoles 18 de julio, 4: 00 pm - 5 00 pm
Lugar: auditorio de Letras UNMSM.

Jornada de trabajo / Filosofía y corrupción política


viernes, 22 de junio de 2018

La cosmo-visión andina, de Zenón Depaz








Les ofrezco la primera reseña sobre el notable libro de Zenón Depaz, La cosmo-visión andina en el Manuscrito de Huarochirí (2015).


Para acceder al texto en PDF, favor de buscar el ícono correspondiente en la columna de la derecha.

martes, 19 de junio de 2018

sábado, 16 de junio de 2018

La naturaleza de las Ciencias Humanas




La naturaleza de las Ciencias Humanas


Conferencia dictada en ocasión de la apertura del año académico
Universidad Nacional Federico Villarreal en mayo de 2018
(versión abreviada)


Víctor Samuel Rivera



Hablar de naturaleza de las Ciencias Humanas es quizás algo menos complicado de lo que la gente comúnmente cree. En una época de cientificismo cultural, donde todo lo que debe ser considerado ciencia parece ser objeto de consulta para un científico, la mera pretensión de una ciencia de ser “humana” da la impresión de ser poco atenta a la naturaleza del tiempo histórico en que vivimos, de ser una especie de reliquia anticuaria; en todo caso, obedecería a la incapacidad de los humanistas, de los interesados en las cosas humanas, de aceptar con resignación que hace ya tiempo la ciencia, la ciencia científica, es la poseedora de facto del predio al que se pretende acceso. Esta situación paradójica, que hace del humanista un asaltante confundido de una propiedad ajena, sin embargo, responde no tanto a su testarudez o una cierta falta de talento por admitir el rol hegemónico y, diríamos mejor, excluyente, que los propios humanistas han asignado al cientificismo cultural; es efecto de una causa oculta, escondida en una actitud de la cultura cientificista que, al fin y al cabo, como su origen, no es en absoluto científica, sino la complicidad involuntaria en los efectos nefastos en el saber de una ideología.

La ciencia científica es la reina de las ciencias. Las ciencias naturales han exportado sus métodos a otras ambiciosas disciplinas; les imponen cómo trabajar, qué es un objetivo, cómo se vende sus productos. Esto se debe a que en la ideología cientificista pareciera que solo las ciencias naturales saben cómo trabajar, etc. y que las demás ciencias serán buenas cuando aprendan a ser naturales. Por extraño que eso parezca a primera vista, las mismas ciencias naturales no son muy científicas que digamos, al menos no en el orden de sus intereses. No son completamente autónomas, ni desinteresadas ni neutrales; ellas mismas se hallan sometidas a los intereses de quienes financian su trabajo, por lo cual, una parte indeterminada, pero no muy estrecha del saber científico de los cientificistas, es en realidad un departamento empresarial y obedece, por los mismos motivos, antes a la lógica de las empresas antes que a una lógica del saber. Quizá sea más importante en la filosofía de Judith Butler, por ejemplo, simplificar los costos de las empresas que hacen productos textiles, para no distinguir hombre de mujer o contribuir, al fomentar la ausencia de familias qué mantener, a crear un volumen mayor de excedente para que los hombres gasten en perfumes, cruceros o trajes de moda el presupuesto que en un mundo no cientificista emplearían en educar y cuidar de la salud de los hijos que ahora no tienen.

Como una cuestión de hecho, las universidades cultivan las Ciencias Humanas; lo demuestra así el que tengan a cargo profesores para dictan sus asignaturas y, por increíble que parezca, también ciudadanos activos de las democracias cientificistas modernas que desean ser sus alumnos. Esto es más sorprendente aun si se considera que las universidades, los alumnos, etc. no pueden escapar a la lógica que guía a los científicos, que halla su plenitud en la venta y compra de productos, de logros que son cosas, o la posibilidad de tener más y más cosas, así como menos y menos compromisos morales que obstaculicen el volumen de excedente presupuestal para gastos como perfumes o cruceros, que en un mundo no cientificista serían considerados meros lujos en una vida más amplia de compromisos no empresariales. Los alumnos, etc. desean, pues, integrarse a la lógica de la empresa; desean ser emprendedores de sus propias empresas de filosofía o literatura. Pero saben sin embargo que nunca ganarán lo que se supone sería su economía media de despilfarro para ser felices a la manera cientificista, y esto porque a los financistas del saber difícilmente les importa lo que es su producto propio y no estarán dispuestos a pagarles una vida de lujos por, por ejemplo, componer artículos indexados sobre la Escuela de Alejandría.

El tema es por qué las instituciones dedicadas a las Ciencias Humanas, a sabiendas de que son una anomalía, una excrecencia en el mundo de las democracias cientificistas, ellas, sus autoridades, profesores y alumnos, no buscan crear productos con mercado y seguridad financiera en otra parte, por así decirlo.

¿Qué motiva a los científicos humanistas a someterse al dispositivo de la ideología cientificista, esto es, empresarial, a ganar menos sin embargo que si se dedicaran a la administración de empresas o la mercadotecnia? Esto se relaciona con la causa oculta que ya hemos mencionado antes, un afán que se ha mestizado en el relieve de las sociedades capitalistas modernas con la lógica del mercado y de la empresa. Vayamos, pues, al misterio, a ese misterio que hace que el mundo de los hombres cultive lo improductivo, lo socialmente no deseado, de tal manera que un segmento importante de sus miembros se empeñe en crear su propia pobreza.

Las universidades, los profesores y los maestros creen cultivar bien las Ciencias Humanas de modos que, vistos desde lejos, producen una cierta perplejidad: todo (o casi todo) es matemáticas; se estudia a través de estadísticas, experimentos y teorías construidas, de curvas de cálculo numérico evolutivo en el consumo; miden la excelencia académica de sus propios trabajos con patrones que resultan tener admirables resultados en las empresas, los flujos financieros o los diseños de teorías físicas o astronómicas. Hay vigente un sistema global de organización de los documentos “científicos” de los humanistas, pero en ese sistema global, creado en un relieve cientificista, es casi un milagro que cuadre una obra verdaderamente humanista, de tal modo que los genuinos humanistas que se hallan infiltrados en las instituciones cientificistas deben hacer trampa para pasar las obras creativas e interesantes para un humanista como genuinos productos del mercado del conocimiento cientificista. Pensemos si el De natura deorum de Cicerón, una de las obras más admirables de la cultura romana, sería admitido por la cultura científica; la mirada del auditorio se hace pesimista; todos sabemos que la ciencia cientificista le pediría a Cicerón partes prefijadas para el texto, citaciones intercaladas con fecha y formas de composición argumentativa y redacción que seguramente irían perfectas en un texto de física cuántica o macroeconomía, pero que no es posible que jamás cumplieran Cicerón, Montaigne, La Harpe, Heidegger, William James, Tocqueville o Plutarco.

Ninguno de los ensayos contenidos en los Moralia de Plutarco podría jamás soñar siquiera con pasar exitoso por las normas que los cientificistas han inventado para considerar “conocimiento” a un escrito, aunque sea el de un sabio, y lograr así la gloria de la indexación, es decir, el reconocimiento de que uno es también un científico, aunque no sea Heidegger por ello, y ni siquiera a leguas comparta el conocimiento del olvidado J-F La Harpe.

Respecto de Plutarco y sus Moralia, la humanidad, durante dos mil años, ha sido manifiestamente de muy otro criterio que el que la democracia cientificista contemporánea exhibe tan orgullosa, como reina de las ciencias; paradójicamente, esto mismo es un indicio sobre qué podría motivar a alguien a escribir como Plutarco, incluso y a pesar de no contar con el apoyo de las indexadoras ni con el dinero que va de la mano con ellas ni la esperanza de lograr los lujos, la fama o incluso el efímero reconocimiento de aparecer en Scielo, The Philosopher’s Index o Scopus, que por cierto es un privilegio que debe advertirse goza quien esto escribe, para que no se piense que redacta con lamento de su propia mediocridad; hasta donde el que escribe sabe, ese privilegio no le ha servido jamás para nada productivo ni para solventar ningún lujo. Pero, como Plutarco, quien esto escribe quizá ambiciona alcanzar eso que hizo de Plutarco un autor que hoy él mismo desea leer, aunque no se hallen sus obras indexadas por Scielo ni Scopus.

Hace 100 años era frecuente la reflexión seria sobre el puesto, o la reivindicación del puesto, que las humanidades debían tener en las nuevas sociedades democráticas y capitalistas. Fueron notables los esfuerzos entonces de Wilhelm Dilthey, y luego de Edmund Husserl. Pero hasta estos mismos grandes pensadores admiraban tan excesivamente a las ciencias naturales, que no fueron capaces de explicar de manera satisfactoria la siguiente paradoja, que era ya la misma en su tiempo: por qué si el mundo moderno ha instalado la ciencia científica como la única ciencia, hay gente que se empeña en hacer que las humanidades sean ciencia; por qué, por así decirlo, a pesar de que, desde que las Ciencias Humanas viven exiliadas en un universo social cientificista y se han sometido algunas veces con culpable falta de virilidad al recurso de las estadísticas, las encuestas o las rigurosas pautas de las indexadoras, no parecen haber hecho nada en favor de la ciencia que ellos realmente buscan: si se juntara una pila de artículos indexados en los últimos 20 años, sin duda se tendría una montaña, pero nunca una sola coma de Nietzsche en su periodo de demencia. El nulo apoyo que los empresarios millonarios o sus empleados en las democracias hacen para el trabajo de esta gente muestra, sea dicho con claridad, que se trata de gente extremadamente terca; y esa terquedad no es signo de bajeza moral, sino el indicador de que lo que distingue y califica a esas ciencias como ciencias auténticas acerca de las cosas humanas se halla más allá de esto: la productividad en cosas y objetos útiles, la lógica de la empresa y lo empresarial, la idea de generar un especial bienestar material a quienes las profesan.


Se trata en todo lo citado anteriormente, como es muy sencillo notar, de logros que acaban en algo externo al hombre, lo que Aristóteles llamaba técnica. La técnica es un tipo de ciencia cuyo sentido se halla en productos que se hallan allí para el uso instrumental humano, como es el caso del alto salario que los humanistas no tienen. Algo que ha sido subrayado mucho en el siglo XX, en gran medida a Husserl y Jürgen Habermas, es el carácter instrumental de la norma de conocimiento que rige las ciencias naturales, que las transforma en generadoras de herramientas, algo que a Cicerón y a Plutarco le habría parecido propio del trabajo de sus esclavos, pero jamás de ellos mismos. Martin Heidegger hizo un esbozo de respuesta alguna vez a esta situación, que es incluso no solo un diagnóstico del estado del conocimiento en las sociedades democráticas capitalistas, sino incluso de un periodo más largo, que abarca la idea misma de la modernidad y la Ilustración como proyecto razonable de vida social, donde la herramienta es más importante que el hombre que la usa, con el agravante de que quien la usa no es solo el hombre a secas; sabemos que aquí la herramienta es el eje del conocimiento de las ciencias no humanas para los usos del financista, de quien al final los científicos cientificistas y sus acólitos, los cientificistas que ni siquiera son científicos realmente, resultan en calidad de sus esclavos.

Quizá sea mejor ir terminando esta reflexión con un viaje mental; un paseo de vuelta al mundo no cientificista del que las humanidades proceden y donde Cicerón y Plutarco tuvieron asiento. Ese es el mundo donde el estudioso de las humanidades verdaderamente pertenece y en el que la paradoja de hundirse en las normas de la ciencia científica tiene por objeto algo que parece misterioso, ya que Plutarco y Cicerón lo hicieron, y casi nadie sabe hoy quiénes son los tales Plutarco o Cicerón. No es una mala idea, a pesar de que no es tampoco ni siquiera muy original, citar aquí a san Agustín.

Quien esto redacta leyó hace muy poco el De vera religione, un tratado juvenil de San Agustín escrito básicamente para defender el cristianismo ortodoxo en la época teodosea, en que tenía mala fama entre los paganos. Sin querer, san Agustín, felizmente ajeno a los necesarios retorcimientos de la argumentación de Heidegger, por cuya dificultad se ha aquí omitido, explicó algo allí que era básicamente lo mismo que se me ha pedido hacer: explicar la naturaleza de las Ciencias Humanas, en qué sentido son ciencias y por qué valdría la pena ser un poco más pobres y un poco menos populares por dedicarse a ellas, quizá para explicar al perplejo alumno joven qué hace aquí cuando sería más científico si dedicara su única existencia temporal a estudiar econometría o finanzas. Bajo el supuesto de que el conocimiento se dirige por intereses (y no solo por amor al saber ni mucho menos), se pregunta san Agustín si es que acaso los espectáculos del Coliseo, o la fama en el foro, o hacer el equivalente de los viajes en crucero en el Mar Mediterráneo son razones suficientes para dedicarse a cultivar alguna idea de “ciencia”. Recuerda de manera oblicua el santo de Hipona esta paradoja por la cual deseamos saber, tener ciencia (gnosis) y que, al fin y al cabo, lo que nos guía en esa dirección es un saludable amor a nosotros mismos, que no conocemos, pero que nos orienta a querer saber lo que no remata en una herramienta o una cuenta bancaria. 

Las disciplinas que llamamos Ciencias Humanas no son otra cosa que un retorno a nosotros mismos, un recuerdo de nuestras limitaciones, de nuestra miseria, pero también de nuestra gloria; el conocimiento, la gnosis del hombre es la recuperación y la vuelta al origen de sí mismo, por lo que su logro no es ni puede ser técnica, sino virtud, trabajo en el tesoro de nuestra propia interioridad, que es la fuente de donde todo lo que es humano sale.

Escribe el santo: Noli foras ire, in interiore homine habitat veritas.

martes, 26 de septiembre de 2017

Conferencia sobre Ideología de género/ El sexualismo como amenaza social















Conferencia sobre Ideología de género

El sexualismo como amenaza social


Dictada  de manera privada a los líderes de las comunidades protestantes
del Cono Sur de Lima

Dictada el 03 de setiembre de 2017

Favor de iniciar el audio a partir del minuto 36 de la grabaciòn (en full HD)


viernes, 15 de septiembre de 2017

miércoles, 9 de agosto de 2017

Tradicionistas y maurrasianos. José de la Riva-Agüero (1904-1919)


Tradicionistas y maurrasianos
José de la Riva-Agüero (1904-1919)

Fondo Editorial del Congreso del Perú
Colección Bicentenario



De venta en la Librería del Fondo Editorial del Congreso, Librería Inestable, Libros Peruanos, Librería Acuedi, Librería Ideal y pronto en todas las librerías importantes del Perú.


miércoles, 26 de julio de 2017

Tradicionistas y maurrasianos. José de la Riva-Agüero (1904-1919)

Tradicionistas y maurrasianos. José de la Riva-Agüero (1904-1919)
Víctor Samuel Rivera

Fondo Editorial del Congreso de la República
Colección Bicentenario


Mi libro fue presentado el viernes 21 de julio de 2017
Feria Internacional del Libro (Lima)

Presentado por Cristóbal Aljovín de Losada y Marcel Velázquez






jueves, 19 de enero de 2017

La Internacional blanca/ Donald Trump en la guerra civil universal

 






La Internacional blanca
Donald Trump en la guerra civil universal

Dedicado a Mauricio y Mauricio

Víctor Samuel Rivera
Sociedad Peruana de Filosofía

El 21 de enero será el inicio de la administración Trump en los Estados Unidos. Como en la historia humana nada es coincidencia, en Francia se va a conmemorar el sacrificio en la guillotina del Rey Luis XVI. Ambos acontecimientos se sitúan en una estela de sentido y marcan, por su fecha idéntica, un arco de significado; vamos a intentar comunicar al público que por aquí pasa una hermenéutica de la actualidad: haremos un diagnóstico y una prognosis de lo que el límite presente de ese arco significa. Todo diagnóstico del mundo social establece algunos parámetros como signa tempora: acontecimientos que parecen realizar un sentido, del cual (en nuestras emociones y expectativas) encontramos ser sus portadores. Todos los diagnósticos presuponen un margen de incertidumbre que intentamos ser también agentes, aunque sea –como es el caso- agentes del pensar. Mientras tanto, quede sentado que este año 2017 son elecciones en Francia. Es completamente seguro que el Frente Nacional, hoy el partido político más grande y organizado de ese país, llegará a la segunda vuelta, disputando con el Partido Republicano cuyo líder –por algo que el lector verá mejor después- es tipificado como un conservador religioso. Marine Le Pen, la líder del Frente Nacional, y uno de los personajes más extraordinarios del movimiento social europeo antiliberal, estuvo esta semana en la Torre Trump de Nueva York. Obviamente, coordinando algo con Donald Trump. Pero dejemos los signa tempora que hablan de Trump y Le Pen un instante y vayamos por otro frente, el Frente internacional.



Muy pocos intelectuales -y sin duda nunca los analistas políticamente correctos- diagnostican considerando a los agentes sociales marginales incorrectos visibles; no lo hacen sino cuando están a la puerta de ser electos y realizan un acto de fuerza cuyas consecuencias son inevitables. Se trata de un error metodológico de estos señores; ellos quieren evitar ampliar lo que llaman la “visibilidad” de lo que esos agentes representan, quizá con la oscura intención de opacar o impedir su éxito; del mismo modo, impulsan y exageran de manera patética lo que les conviene para conservar su mundo, como ha sido el caso con la candidatura demócrata americana en 2016, por la que lloran hasta hoy. Pero la realidad tiene una cierta astucia, que es notoriamente más inteligente que los pobres analistas y expertos; mientras éstos se ciegan a sí mismos en las falsedades y las idioteces que desean hacerle creer a los demás, la realidad social se hace ver por sí sola: lo hace por medios incorrectos, desde las redes sociales, los memes y el Facebook hasta la violencia espontánea, como ocurre hoy mismo en el Perú, cuando los medios se alían con los empresarios para ocultar (“hacer invisible”) una corrupción de la que el hombre común no es ignorante. Como respuesta a las políticas de promoción de la sexualidad y de encubrimiento de la corrupción (que alguien que ha pretendido ocupar la silla más alta de mi nación se hace el loco simulando su responsabilidad en ella), el pueblo sale a las calles o pone fuego los hitos que los corruptos usan hasta hoy para enriquecerse con su pobreza. Los agentes invisibilizados por la prensa y los analistas un buen día se hacen visibles solos, sin que medie lógica alguna.

Lo políticamente correcto y lo visible constituyen un solo ámbito; aunque ya no se usa más la expresión “pensamiento único”, está presupuesto en la identidad entre lo visible y lo correcto que hay un precio para hacerse visible en el mundo histórico y social: es adherirse a lo que podríamos llamar la constitución del mundo visible, cuya esencia es el liberalismo. Ese liberalismo es lo que ha llegado a ser lo referido por la expresión “pensamiento único” de los últimos años. Los agentes incorrectos juegan en este ámbito el rol de amenazas; solo sobresalen y se diagnostica sobre ellos en calidad de amenazas. Todo lo que sobresale y, en cambio, no es amenaza, se integra en esta constitución liberal, y rápidamente los analistas y los expertos lo aprueban y promocionan. Por motivos que sería largo e infructuoso detallar aquí, en el lapso de los últimos tres lustros, la liberalidad de lo así llamado liberal se relaciona con dos aspectos: la promoción del placer, notoriamente el sexual, y el aligeramiento de las identidades, la banalización de los compromisos ancestrales y las expectativas de largo plazo. Si se actúa con esfuerzo para promover una agenda social, algo que es asombroso ver hacerse en la izquierda burguesa global, de seguro contará con el apoyo de los medios, la complicidad de organismos no gubernamentales y, con todos ellos, el de los grupos empresariales millonarios que, tras la sombra, financian a esta izquierda burguesa y a los medios.

El mundo liberal, políticamente correcto, por alguna razón que el lector deberá pensar más por su cuenta, promueve el empobrecimiento de los factores de la acción social humana, reduciéndolos a la promoción del placer individual. Una constitución integra ese mundo, a la misma vez el mundo de los ricos y el mundo de los agentes de cambio social (sexual); la izquierda, la gente “crítica” en ese mundo actúa patrocinada por varios de los hombres más ricos de la Tierra.







Buena parte de la realidad social constituye un horizonte propio, paralelo al de lo incorrecto; a un lado y con medios propios, distintos de los que usa el mundo de lo visible y del dinero. Un meme ridiculizando a un actor de Hollywood que llora por la trágica candidata de Wall Street puede ser muy poderoso contra la actriz misma y contra la des/acontecida candidata demócrata. Otro meme destinado a poner en su lugar al activismo sexual cuyo origen tiene en gran parte la cuenta de Georges Soros puede ser más poderoso en el largo plazo que los millones de dólares invertidos por este en campañas en sentido contrario; es decir: los millones del dinero correcto, por razones que los expertos y los analistas no son capaces de comprender –y desaprueban largamente como amenazas-, son menos eficaces en la práctica que la acción espontánea de agentes que actúan gratis, desinteresadamente, de agentes que no ganan nada. Es este el caso de los agentes incorrectos visibles citados aquí, Le Pen y Trump, con la gente desempleada y margina que vota por ellos; es el caso también de los invisibles, esos que hacen memes burlándose de lo políticamente correcto, haciendo justamente lo que la CNN predica como el mal. Buena parte de la campaña liberal universal contra ellos consiste en acusarlos de ser interesados en algún sentido, de hacer los memes o competir contra Wall Street por dinero; hace sentido acusarlos de autoritarios, fascistas o insensibles (con los mejicanos ilegales o los migrantes negros del Mediterráneo), pues es notorio que se trata de agentes antiliberales; la “narrativa” de que estos agentes son interesados de modo económico, sin embargo, es posiblemente la única que no funciona. Nadie podría creérsela, y eso porque el interesado esencial es justamente el político, el empresario o el experto “políticamente correcto”: ése es el que juega su riqueza o su sueldo en el mundo y no sus enemigos que, al contrario, lo ponen en riesgo.



Pues bien. Del mismo modo que todos sabemos que Donald Trump es un político favorable a los rusos, y que eso no es por un interés personal, económico o dinástico, sino por otras razones, y que es favorable a Le Pen, y que es favorable al Brexit (y, por increíble que parezca, a la disolución o al menos a la desactivación de la OTAN y la Unión Europea), también Trump tiene la representación de los intereses de los sectores religiosos de las sociedades occidentales, algo que es muy significativo bajo la constitución liberal, que es ampliamente hostil con las religiones; esto último, la hostilidad del liberalismo contra la religión, en fenómeno reciente, podría explicar por qué ahora y no jamás antes, ha existido integrismo terrorista islámico a escala mundial. No puede negarse que, aparte de lo mentado, hay una atmósfera de adhesión de los nuevos movimientos nacionalistas, incluso de un extraño nacionalismo norteamericano, así como de pertenencia racial blanca (pero que, por la veta nacionalista, admite adhesión de diversidad de razas y naciones). Lo mismo cabe con la muy comentada Alt-right; la Alt-right es un movimiento neoconservador que funciona entre las élites globales de los así llamados Millenials. Y se debe decir: también los intereses del movimiento monárquico, que funciona de manera integral en el conjunto del planeta, aunque de modo más enfático en Europa.

Esto último, lo del movimiento monárquico, de tan curioso y raro como es, merece especial atención. Antes de desarrollarlo, quede constancia de que los mínimas organizaciones que se consideran a sí mismas fascistas o nacional-socialistas o antisemitas y que circulan en las redes, suelen ser muy desfavorables hacia Trump; Trump es acusado en esos medios de sionista. Se hallan por lo mismo fuera de este diagnóstico.

Como una reflexión insertada aquí, debe subrayarse que una de las víctimas preferidas de la invisibilidad que opera el inmenso poder bajo cuyo auspicio trabajan mintiendo los expertos y los analistas es el movimiento monárquico planetario, que opera desde Rusia hasta el África negra. Quizá sería más preciso decir que el ámbito de la constitución liberal, respecto de estos agentes sociales visibles, simula, exagera o tuerce su visibilidad en interpretaciones simplistas e inviables de acontecimientos auténticos, haciendo de cuenta que es lo que no es, y que lo que no es, es. La premisa de esta conducta es que todo en el mundo del conocimiento social es pura interpretación y nada más que interpretación, y que sus consumidores ellos mismos identifican los cuentos de viejas como diagnósticos de expertos dada su “corrección política”.

El Príncipe Leka II de Albania, recientemente casado y a cuyo matrimonio asistieron varias de las casas reales importantes depuestas en el siglo XX, ha sido invitado a la ceremonia de investidura de Trump. Trump, quien no ha recibido felicitación de parte de ninguna de las monarquías “correctas” de Europa, lo ha sido en cambio de las “incorrectas”, como los príncipes electores del Santo Imperio Romano, de las casas reales de Francia, Rusia, Mónaco y Bulgaria, entre otras que me abstengo de citar con holgura pues todo aquí es de memoria y no quisiera consignar un dato falso para la posteridad. Sepa el lector que el Rey de Serbia, quizá uno de los más cercanos a su reposición en el trono en Europa, fue en persona a la Torre Trump a felicitar al candidato triunfador de las elecciones americanas acompañado de la familia real serbia, del mismo modo en que lo hizo Leka II en otra fecha. Luis XX de Francia y su esposa, la reina, fueron también invitados con el pretexto de que representan a alguna diminuta e insignificante asociación civil que opera en la ciudad de Cincinatti, aunque todos sabemos que se trata del heredero legítimo del trono de Francia, y que el día 21 deberá estar en las ceremonias por el regicidio de su ancestro en París. Es notorio que, para una historia simbólica, Luis XX es invitado en nombre de Luis XVI y lo representa. Por supuesto François Hollande, el tirano actual de París, no ha recibido invitación que se conozca.


Los rusos, Le Pen, el Brexit, los monarcas, los religiosos y Trump son todos parte de un solo frente; se trata del frente incorrecto, largamente una compleja solidaridad transnacional: Es el Frente internacional antiliberal que, en honor de los monarcas invisibles, habremos de llamar la Internacional Blanca.

La Internacional blanca no es solo un frente político, que como tal carece de programa, no conoce ideología y es complicado decir que se trata de un frente de “derechas”; la derecha formal, la de los partidos de “derechas” como el Partido Republicano de Francia, o el Partido Popular español, es una derecha políticamente correcta; los reyes y los Papas de ese mundo son también políticamente correctos; esto se observa porque recomiendan y aplauden, todos, la agenda revolucionaria de la constitución liberal del mundo visible, promoviendo, pues, el placer individual por encima de todo compromiso moral o de pertenencia. No debe confundirse nunca esta internacional blanca con los partidos de derecha, que son lo mismo que los de izquierda, sirven y son mantenidos generalmente por los mismos millonarios altruistas, estilo George Soros. Si Georges Soros no mantiene con su dinero un grupo que se reconoce a sí mismo como “de derechas”, puede decirse con certeza que ese grupo es parte de la Internacional blanca; el grupo mismo no tiene que saberlo, aunque intuye y actúa como parte de una concentración mayor de la que no dispone, pero de la que se deja disponer. Siendo un frente político, lo es también y de modo anterior, un movimiento histórico, de fuerzas que se concentran como incorrectas desde diversos sentidos y perfiles. ¿Qué los une? Los une una reacción general contra las consecuencias que el liberalismo ha tenido al imponer su constitución en el mundo, de lo políticamente correcto del “pensamiento único”. Es la fuerza de lo políticamente correcto lo que sirve de argamasa para unir a todos los agentes en una especie de gran guerra civil global.

Si tomamos la Internacional blanca como un frente antiliberal, que se define cono un movimiento social e histórico contra las consecuencias de la constitución liberal en el mundo, no es ni puede ser pensado como “derecha”. Es notorio, y el lector interesado en los asuntos de la historia social presente lo sabe, que existe también un antiliberalismo de izquierda. En la práctica, hay movimientos antiliberales que se autodefinen como izquierdistas y se los reconoce especialmente por su renuencia a las agendas de promoción del placer individual. Es el caso de la Venezuela chavista y Cuba, por ejemplo: son los únicos Estados del así llamado “socialismo del siglo XXI” que no han reconocido políticas de orientación sexual en sus gobiernos, por lo que devienen así parte de la Internacional blanca, del lado de los grupos religiosos y –a su pesar- de la Alt-rigt misma inclusive; también es el caso de los regímenes africanos de izquierda, que siguen la misma línea que sus pares americanos: no solo se resisten a la promoción de la sexualidad sino que, por ejemplo, en lugar de hostilizar a la religión, en estos últimos años la han protegido legalmente o han abrazado una constitución religiosa. Son “incorrectos” políticamente, y tienen sobre ellos la presión del mundo visible, que diagnostica su desastre real o imaginario y pronostica diariamente su desenlace final.

No debe ser sorprendente que, en la compleja constelación de las significaciones sociales, los regímenes de izquierda incorrecta se hallen muy prestos a tomar acuerdos con los rusos, o a confederarse con ellos de una u otra manera; así como los rusos fomentan y subvencionan a los nacionalismos europeos, y tienen trato amable con ellos (con Marine Le Pen y el Frente Nacional, por ejemplo), son aliados a la misma vez de Cuba y Venezuela en América Latina, así como de los Estados izquierdistas del África negra.

Si se define la Internacional blanca, en tanto un movimiento histórico y social contra las consecuencias diversas de la constitución liberal del mundo, esta no conoce la distinción entre izquierda y derecha, y es lo suficientemente permeable en la práctica para acciones de extensión inesperada, que los gestores del mundo correcto solo son capaces de negar, y no de comprender. Las alianzas o la expansión, los límites de esta Internacional, son inciertos y abarcan, de manera que no conoce consulta ni opinión, al conjunto de todos los actores afectados por el liberalismo, al que cada vez con más evidencia se muestra a los hombres como un extraño contubernio entre los multimillonarios capitalistas (las empresas brasileñas corruptas, por ejemplo), los medios de prensa y los izquierdistas correctos. Allí donde hay incorrección, se halla la Internacional blanca para ampararla: son su extensión ontológica; allí donde hay en cambio corrección, incluso de manera involuntaria, allí se aloja su enemigo: el liberalismo.

La elección de Donald Trump como Presidente de Estados Unidos representa un fenómeno históricamente extraordinario, que debe ser comparado en la dimensión de su significado y las expectativas que representa para el hombre a la Caída del muro de Berlín o a la Toma de la Bastilla, y se presenta como un límite para la comprensión humana. Marca un después en el mundo histórico. Los Estados Unidos, hasta el 20 de este mes de enero de 2017, han sido el nicho simbólico de un orden mundial único y opresivo, del que era imposible salir, por la razón o la fuerza; un orden cuya esencia maligna se adivina en la variedad y complejidad de la alianza que lo ha enfrentado y lo enfrenta. En el mundo más visible que los expertos y analistas permiten ver, constituía el eje central de un mundo entregado a la revolución en los modos del placer, sin mayor horizonte de destino que una sexualidad igualitaria y sin compromisos. En la vida real, más allá de lo que se ve de la constitución liberal del mundo, ha significado el intervalo de un régimen de terror político de pretensiones universales; este ha vuelto la existencia humana algo más inestable, más incierto y más espantoso de cuanto haya conocido antes jamás el hombre, razón por la cual ha convocado un mundo en su contra, en un reinado de apenas tres o cuatro lustros.

Inesperadamente, el Partido Republicano de Estados Unidos hace un extraño guiño al Rey de Francia que padeció decapitado. Invita a su sucesor, junto con una familia real que simboliza las casas de Europa Oriental, Oriente y Occidente, a la investidura de Trump, el Presidente de los invisibles de la Tierra; el Presidente de los oprimidos, de los pobres, de los desamparados. Asiste la mirada al surgimiento de un mundo nuevo que, a pesar y en contra del orden correcto, han generado actores invisibles, algunos de ellos humanos; ese mundo se entrega ahora hacia un sentido y un destino, a la vez antiguo y nuevo como la flama, cuyo acaecer solo conoceremos si tenemos paciencia y ojos para la remisión de la verdad.

jueves, 17 de noviembre de 2016

Homenaje a Gianni Vattimo/ Seminario en UNMSM

La hermenéutica comunista de Gianni Vattimo

Seminario de Homenaje por los 80 años de su nacimiento

Las sesiones son en la Facultad de Letras
Universidad Nacional Mayor de San Marcos




Salón 5C/ Tercer piso

 
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