Víctor Samuel Rivera

Víctor Samuel Rivera
El otro es a quien no estás dispuesto a soportar

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Doctor en filosofía. Magíster en Historia de la Filosofía. Miembro de la Sociedad Peruana de Filosofía desde 1992. Crío tortugas peruanas Motelo y me enorgullezco de mi biblioteca especializada. Como filósofo y profesor de hermenéutica, me defino como cercano a lo que se llama "hermenéutica crítica y analógica". En Lima aplico la hermenéutica filosófica al estudio del pensamiento peruano y filosofía moderna. Trabajo como profesor de filosofía en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos; he trabajado en Universidad Nacional Federico Villarreal desde 2005. He sido profesor en la Facultad de Teología Pontificia y Civil de Lima hasta 2014. He escrito unos sesenta textos filosóficos, de historia de los conceptos, filosofia política e historia moderna. Tengo fascinación por el pensamiento antisistema y me entusiasma la recuperación de la política desde el pensamiento filosófico. Mi blog, Anamnesis, es un esfuerzo por hacer una bitácora de filosofía política. No hago aquí periodismo, no hago tampoco análisis político de la vida cotidiana- De hecho, la vida cotidiana y sus asuntos no son nunca materia del pensamiento.

jueves, 31 de diciembre de 2015

Apocalipsis, misterio y profecía. Gianni Vattimo y al política de lo invisible






Tengo el inmenso gusto de presentar mi texto "Apocalipsis, misterio y profecía. Gianni Vattimo y al política de lo invisible", Enfoques (Universidad Central de Chile), XVI, 23 (2015), 11-29

Para acceder al texto, aplastar la imagen del Emperador Inca Huayna Capac

Relato oficial XV Congreso Nacional de Filosofía Universidad Nacional del Altiplano (parte II)



Relato oficial
XV Congreso Nacional de Filosofía
Universidad Nacional del Altiplano (parte II)

“Conflictos culturales. Actualidad y perspectivas”

26 – 30 de octubre / 2015


Dr. Víctor Samuel Rivera
Universidad Nacional Federico Villarreal
Miembro de la Sociedad Peruana de Filosofía

La mañana de 27 de octubre fue también un momento destacado para la juventud en filosofía. De un lado está Josellyn Alata Palacios, alumna de San Marcos; debe anotarse de Alata que no sólo hizo una de las presentaciones más documentadas e interesantes en las sesiones simultáneas de filosofía de la cultura de todo el congreso, sino que fue la piedra en el zapato de varias de las demás; como el tábano de Sócrates, fue una de las más polémicas y agudas disputadoras, cuyas preguntas atormentaron a más de uno en los temas más diversos; su postura crítica frente al racionalismo filosófico y la Revolución Francesa, así como sus polémicas en defensa d la religión y el pensamiento simbólico dejaron perplejo a más de uno. De otro lado, tanto por su calidad académica como por la pertinencia de su argumentación, debe nombrarse a Gabriel Moreno, egresado de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya, de Lima, quien expuso en una de las mesas de ética una estupenda ponencia sobre Ernesto Laclau, conocido teórico argentino de la izquierda radical. Estas sesiones simultáneas fueron sucedidas por dos notorias plenarias. La primera correspondió a la Dra. Soledad Escalante, Directora de la Escuela de Filosofía de la Universidad Ruiz de Montoya; con toda certeza, se trató de una de las conferencias más comentadas entre el público y una de las más documentadas y serias narraciones filosóficas del XV Congreso. A una extensa y erudita exposición de la filosofía de la decolonialidad, siguió una apuesta final por el diálogo, de un diálogo que la propia Escalante tuvo que reconocer en tensión con el conflicto. La exposición de la Dra. Escalante fue seguida por la conferencia magistral del Dr. Luis Salluca, de la Universidad Nacional de San Agustín, de Arequipa, cuyo reflexivo discurso fue seguido de un merecido homenaje y un largo aplauso.

Aunque fue una constante a lo largo del congreso entero el interés de los asistentes por la mesa de pensamiento y filosofía andina, la tarde del martes 27 fue testigo de un inusitado éxito de la pedagogía. El profesor José Miguel Gutiérrez Carpio, de la Universidad de San Agustín de Arequipa, generó un extenso debate sobre el rol normativo de la enseñanza de las humanidades, que se extendió en el tiempo tanto como el debate de una sesión plenaria, si no es que más. La mesa de Filosofía, ateísmo y religión no fue precisamente la más concurrida del XV Congreso, pero causó bastante expectativa esa misma tarde el encuentro, por lo demás digno de todo interés, de un místico y un escéptico racionalista que, al parecer, tenían mucho que decirse uno al otro. Expuso primero el Padre Hermógenes Coral, de la Universidad Privada San Pedro, en Huaraz. El Padre Hermógenes, entusiasta de la experiencia divina y las ventajas de la religión tanto para la vida social como para la integración del hombre con su entorno, se encontró con el más temido anticlerical de la comunidad filosófica peruana, Abraham Paz y Miño, quien propuso la invalidez de las pruebas de que Dios existe. Paz y Miño debió enfrentar una cierta resistencia del auditorio, en especial de un par de estudiantes de la Universidad de San Agustín, así como de la Universidad Nacional Federico Villarreal, quienes abrieron un debate que se extendería incluso hasta la calle y la noche, y el día siguiente. Discusiones teológicas que alguna vez fueron el centro de la angustia en los pétreos conventos de los Andes regaron las calles de la cosmopolita Puno de ladrillo y cemento.

En filosofía andina merece mención especial ese martes 27 la mención de Luis Enrique Albizuri, quien expuso en su peculiar manera lo que llamó su “malestar ante la mentalidad racional”. Como se sabe, Albizuri es miembro notorio de la Sociedad de Filosofía Andina (Sifandina), aunque se presentó como investigador independiente. La sesión magistral de la tarde correspondió al Dr. Alfonso Jaguande, del Instituto de Filosofía que funciona en la Universidad Ricardo Palma, de Lima y que cuenta con la presidencia nominal del Dr. Francisco Miroquesada Cantuarias, el filósofo vivo más representativo del Perú en la actualidad. Jaguande, materialista e iconoclasta. Su tono enérgico y dominante recordó a los asistentes que la verdadera filosofía no es amor a la sabiduría, sino a la verdad, que Jaguande sostuvo se expresa en las obras de Carlos Marx, Charles Darwin y el publicista anticlerical peruano del siglo XIX Manuel González Prada. “Los verdaderos filósofos no aman la sabiduría, sino la verdad y, por eso –decía Jaguande- en los inicios los filósofos no se llamaban a sí mismos como lo hacemos nosotros, sino “aletheios”, es decir, los que saben la verdad”. Su discurso, quizá algo polémico históricamente hablando, y que dejó sorprendida  buena parte de la asistencia por su audacia, sería recogido al día siguiente. Hizo explícito uso del nombre “aletheio” para referirse al filósofo  el plenarista Dr. Marcial Abanto y la misma historia sería aludida favorablemente, como un logro en la desconstrucción de la historia de la filosofía, por otros ponentes. Jaguande se despidió del XV Congreso dejando para la Biblioteca de la Universidad del Altiplano un ejemplar de El origen de las especies, de Darwin, así como otro de El Capital, de Marx, ejemplos de libros de autores aletheios. Ese martes hubo un inesperado cierre de la jornada en el auditorio que merece lugar aparte. Antes que filósofos, y porque lo somos precisamente, somos humanos. Y de humanidad se trata ahora.

Por primera vez en toda la experiencia de XV congresos de filosofía en el Perú, los organizadores propusieron, como una extensión de las actividades, un espacio para la amistad. Un buen número de asistentes hicieron un círculo de unas 50 sillas en el centro del local. Alumnos de diversas universidades, profesores pero, ante todo, los mismos plenaristas y los organizadores, hicieron un brindis, y luego un segundo, y un tercero, mientras, de manera imprevista, tras el tronar de un corcho más, surgió acalorado, el debate. Lo que por sensatez, o por timidez comprensible, permaneció en el silencio durante las plenarias, de pronto a todos quedó expuesto. La música del acordeón y la melodía andina completaron el panorama, mientras de los brindis iniciales con vino y cerveza se dio paso al pisco aligerado con agua gaseosa. El poder de la alegría sirvió esta vez a la filosofía. Y en la noche puneña, bajo esa luz mortecina de las calles estrechas y acogedoras de la ciudad de los Andes, se veía errantes después de la jornada a los grupos de filósofos prolongar la tertulia, esta vez con un tazón de sopa caliente.


El miércoles 28 la sesión matinal se vio sorprendida por un segundo lleno total en la mesa de gnoselogía, lógica y epistemología, esta vez con agolpada concurrencia de alumnos y profesores de la Universidad de San Agustín de Arequipa. Aunque Xavier León Borja de la Universidad Central del Ecuador hizo honor particular a la sesión simultánea sobre arte, debe recordarse al profesor Fidel Gutiérrez, de San Marcos, que en la simultánea dedicada a pedagogía dio una auténtica lección magistral. No debe sorprender a nadie si tuvo una larga disputa con el tábano del congreso, Josselyn Alata. Por supuesto, como era de esperarse, la mesa de filosofía andina concitó la mayor atención. Víctor Mazzi, de la Universidad de La Cantuta, hizo una extensa exposición, que dio lugar a una polémica que habría de seguirse en la sesión extraordinaria de la noche, entre la música del Ande y el pisco de la Costa: la segunda tertulia. Mazzi planteaba “buscar un esquema propio para conocernos a nosotros mismos”. Zenón Depaz, entre otros, polemizaron agudamente. Esta mañana debe destacarse la ponencia simultánea de Carmen Zavala, un trabajo de innegable calidad académica sobre El Político de Platón y que mostró el talento de una colega a quien se recuerda entrañablemente en la comunidad filosófica. Carmen Zavala, junto a José Maúrtua, serán recordados en su esfuerzo por crear espacios populares de filosofía a través de la institución Búho Rojo, de Lima. Ese esfuerzo lleva unas dos décadas y no hay estudiante o investigador serio en filosofía en el Perú que no haya visitado el Búho Rojo al menos alguna vez: El lugar donde los cafés filosofan y los filósofos son los amigos del pueblo.

sábado, 26 de diciembre de 2015

Relato oficial del XV Congreso Nacional de Filosofía (Parte I)






Relato oficial
XV Congreso Nacional de Filosofía
Universidad Nacional del Altiplano (parte I)

“Conflictos culturales. Actualidad y perspectivas”

26 – 30 de octubre / 2015


Dr. Víctor Samuel Rivera
Universidad Nacional Federico Villarreal
Miembro de la Sociedad Peruana de Filosofía


A nadie escapa que los conflictos culturales son de interés especial en la actualidad filosófica. Por diversos motivos, políticos, económicos, e incluso éticos y religiosos, los conflictos han llegado a configurar el relieve cotidiano del mundo del hombre. En cierto sentido resulta inevitable que, como parte de ese relieve, la realidad filosófica de nuestro país encuentre ella misma su horizonte de interés, allí donde las realidades conflictivas cobran mayor intensidad en la experiencia humana que otras. Es un caso atípico en la historia del mundo y de la filosofía, que ha sido tan generosa en su interés por la eternidad, la permanencia, la estabilidad política o la continuidad histórica y económica. Este relieve de conflictualidad afecta de manera especial al Perú, incorporado como está en la dinámica de encuentro virtualmente universal entre los intereses económicos y los intereses que los grupos locales, las tradiciones culturales y las diversas cosmovisiones étnicas y religiosas suelen oponerle. El carácter universal del relieve conflictivo conoce también oposiciones en el plano filosófico. La universalidad, que no sin motivo puede ser asociada a la dinámica del mercado y la economía, conoce sus filósofos. Las comunidades originarias, los pueblos ancestrales, los desamparados del “progreso”, y la “civilización”, las religiones y las culturas amenazadas por la universalidad conocen también los suyos. Todos en el relieve del mundo tienen sus filósofos. Desde el primer día del congreso Luis Enrique Alvizuri observó una peculiaridad de la representación congresal: de manera notoria, el segmento de la comunidad filosófica que se hallaba congregado en Puno podía extrañar a los representantes de la universalidad. Ellos fueron representados por su total ausencia. Esta ausencia marcó de modo esencial el desarrollo del sentido y el lenguaje del evento, cuyo acento recayó así en la identidad, la cultura y, quizá en grado aún mayor, en el tema del pensamiento andino. Esto mostró, de manera involuntaria, como suele suceder con la verdad, cuál es la experiencia peruana del conflicto y, de esa manera, también la pauta que deberá regir la reflexión filosófica futura en el Perú.

Anotado lo anterior, debe decirse que un congreso convocado para pensar filosóficamente el conflicto ha resultado ser, por la naturaleza misma de la gravedad y el interés que el tema convoca en tiempos recientes, y por la dimensión de presencia y ausencia que la realidad del evento mismo ha significado, el eje de diálogo que constituyó el XV Congreso Nacional de Filosofía. De manera particular, este relieve de ausentes y presentes correspondió a un horizonte común de interés, incluso más allá de lo que los actores mismos pudieron prever: En este caso, el diálogo sobre el conflicto convocado se ha situado claramente en el horizonte de lo andino y la necesidad de su articulación discursiva, con las discrepancias que todo diálogo genuino supone y donde unos y otros tuvieron acogida, empatía y, debe decirse, amistad.

El Congreso se abrió el lunes con la exposición magistral de Héctor Escarza, uno de los principales organizadores del evento, representando a la Universidad Nacional del Altiplano, que marcó a la vez la pauta de una comunidad filosófica convocada para pensar el conflicto. Escarza expuso la naturaleza de los conflictos culturales como problema filosófico y su plena vigencia a través de la historia reciente, así como su relevancia en el contexto local, en Puno, el mundo andino y el Perú. En este último sentido, subrayó dos tópicos que iban a atravesar el conjunto del Congreso: el problema del hombre del Ande que demanda reconocimiento desde su exclusión y silenciamiento en el mundo político y social liberal, así como la dinámica de la búsqueda de identidad y el origen de la conflictividad que afecta a los marginados del mundo universal liberal. Debe subrayarse la sugerencia de Escarza de que la problemática del conflicto, y más aún en el mundo andino, implica la reivindicación de formas de acercamiento a la realidad alternativas al racionalismo occidental, en particular el rescate del mito como fuente de horizontes de sentido. Escarza sugirió una ruta donde la racionalidad y el mito demandan reconciliación en lugar de ruptura, como ha sido la tradición predominante de la interpretación social de la filosofía, sobre todo desde el siglo XVIII y la filosofía de las luces. Es parte de lo que podemos llamar aquí una tendencia a la rehabilitación de la oscuridad y el misterio, propia de la filosofía peruana en sus diversas expresiones. Su exposición fue seguida por la conferencia de la Dra. Alisa Delgado Tornés, de la Universidad de Oriente, Cuba, una genuina apelación a la autenticidad en el mundo histórico y el ejemplo que en ello aporta la heroica historia de su patria; la Dra. Delgado extendió su postura a la exigencia de integrar en la temática de los conflictos culturales una reflexión sobre la diversidad en América Latina y su potencial en la lucha histórica de nuestros pueblos por alcanzar la libertad. Ambas conferencias magistrales dieron lugar a una extensa discusión que se prolongó mucho más allá de lo previsto, mostrando tanto la riqueza de las perspectivas como la libertad de los participantes.

Luego de las primeras sesiones plenarias del día lunes siguió una sentida ceremonia de inauguración, en la que destacaron tanto las palabras del Rector de la Universidad del Altiplano como las palabras de acogida del Magister Lucio Vizcarra. La jornada cerró con un cálido brindis, seguido de una secuencia de danzas aymaras y quechuas cuya expresividad y alegría inspiró a los asistentes a continuar, a través de la cena en común, la práctica del encuentro y el diálogo como forma de vida en la que el filósofo se reconoce.

El martes 27 de octubre se dio el inicio de las sesiones simultáneas, que fueron 11 con tres panelistas en dos turnos cada día, entre ese día martes y el jueves 29; esto supone una necesaria selección de lo más significativo allí donde sería deseable recordar a todos y cada uno de los expositores pues, en filosofía, nadie sobra ni estorba. La mañana del 27 de octubre se disputaron la popularidad dos de las once mesas de debate; la mesa de pensamiento y filosofía andina, largamente siempre muy concurrida, si  no la más concurrida del evento, compartió esta fecha el afecto del público con la dedicada a gnoseología, lógica y epistemología. Todos sabemos cuánto de antagonismo hay en esta curiosa disputa de popularidad, pues ambas mesas representan formas de presentar y significar la filosofía altamente diversas. Los responsables del éxito de la epistemología fueron primero Carlos Urrutia, de la Universidad de San Marcos, y luego Carlos Rojas Medina, de la Universidad Alas Peruanas. A las 10: 30 de la mañana el aula uno estaba tan abarrotada de público que mucha gente siguió los debates parada, en el piso o en el pasillo, hasta llegar a la zona externa al pabellón. En filosofía andina destacó la polémica suscitada por la ponencia de David Lupaca, de la Universidad Nacional del Altiplano quien, bajo la premisa de que “no hay filosofía sin metas” exigió llevar la reflexión sobre el pensamiento andino a la práctica. Participaron en el animado debate Héctor Escarza, Luis Enrique Alvizuri y Zenón Depaz, entre otros. Carlos Mora, conocido profesor de la Universidad de San Marcos hizo la propuesta esa mañana, en una de las mesas de filosofía de la cultura, de fundar un Estado plural como medio de rescatar la diversidad cultural de nuestros pueblos. Hizo uso abundante a este respecto de las reflexiones del filósofo mexicano Luis Villoro. Era el inicio de una participación intensa que habría de extenderse hasta el final del congreso y que es necesario reconocer.


martes, 22 de diciembre de 2015

Nueva publicación: Charlie Hebdo. El evento del fil del nihilismo cumplido






Charlie Hebdo. El evento del fin del nihilismo cumplido. Estudios Filosóficos, LXIV, 187 (2015), 331-354

Se trata de la versión extensa y detallada del tema de la conferencia plenaria dictada en el XV Congreso Nacional de Filosofía, centrado en los conflictos culturales.

Para tener acceso a la versión en formato pdf, aplastar la imagen del Emperador Santo Germánico en la parte izquierda.




lunes, 7 de diciembre de 2015

I Congreso Regional de Filosofía/ Ancash



I Congreso Regional de Filosofía / Ancash
Universidad Nacional Santiago Antúnez de Mayolo

Allí disertaré el viernes 11 de diciembre de 2015

"El temor en la noche/ ¿Qué hacer con la Ilustración?", texto ya anunciado al que se puede tener acceso desde aquí aplastando la imagen del afiche oficial.



martes, 1 de diciembre de 2015

El temor de la noche. ¿Qué hacer con la Ilustración?






Dejo aquí el texto de la conferencia magistral que voy a dictar en la Universidad de San Pedro (Huaraz) el viernes 11 de diciembre del año en curso.

El temor de la noche. ¿Qué hacer con la Ilustración?

Para acceder al texto, presionar la imagen del Emperador que aparece a la izquierda (El Emperador fundador Manco Cápac)







miércoles, 18 de noviembre de 2015

El mal humano inútil. Reflexiones sobre la violencia y la guerra (sobre la guerra de Siria)






















El día 18 de noviembre he dictado la conferencia El mal humano inútil. Reflexiones sobre la violencia y la guerra en el Auditorio de la Facultad de Letras de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.

Para tener acceso a la conferencia, debe aplastarse con el mouse la imagen del soberano Inca a la izquierda. Se halla allí el texto de la conferencia tal y como fue leída. He comprobado algunas erratas, que prometo eliminar en caso de haber alguna vez versión impresa.

viernes, 6 de noviembre de 2015

José Lora Cam, recuerdos / El pensamiento andino es y debe ser hermenéutica









José Lora Cam, recuerdos
El pensamiento andino es y debe ser hermenéutica

Víctor Samuel Rivera
Miembro de la Sociedad Peruana de Filosofía


Durante el XV Congreso Nacional de Filosofía, que fue organizado por la Universidad del Altiplano en Puno, tuve la suerte de compartir el alojamiento con diversos asistentes al evento. Recuerdo los simpáticos desayunos con Alisa Delgado Tornés, doctorada en Ciencias Filosóficas por la Universidad de Oriente, en Cuba, con quien, junto a Zenón Depaz, querido profesor de la Universidad Nacional de San Marcos, solíamos ir al congreso en un coche dispuesto por la institución organizadora. En el hotel se hallaban algunas personalidades regionales de la comunidad filosófica; junto a Fidel Tubino, posiblemente el más notable filósofo especializado en temas de interculturalidad en el Perú, encontraba en las mañanas de café y pan con mermelada a Julio Olórtegui, de Iquitos, o nos visitaban desde su hotel Carlos Mora y Aníbal Campos, de San Marcos; no faltaba algunas veces el místico Padre Hermógenes Coral, tan afecto a las reformas de la Iglesia por cuyo motivo he dejado de asistir hace años a la misa ordinaria; lo que es motivo de esta reflexión, sin embargo, se hallaba siempre en mesa aparte y rodeado impecablemente de rubias e inspiradoras jovencitas europeas. Era José Lora Cam, el más marxista y más ortodoxo de cuantos filósofos haya yo conocido en mi vida. Estaba Lora Cam enterado de cuanto en el Congreso se había dicho, en particular temas como la decolonialidad, el multiculturalismo, la aproximación andina a la racionalidad y lo andino como pensamiento e, incluso, como filosofía. “Eso no es más que folklorismo, es antropología; a eso que hace esta gente no se puede llamar filosofía; más bien es una muestra de cómo los filósofos se dejan dominar por la última moda que se hace en Europa”. En algo a Lora Cam no le faltaba razón y, en algún sentido, este texto se escribe para explicar por qué.

Lora Cam es, hasta hoy, una gran personalidad cultural de Arequipa; ésa es la razón de su participación en el XV Congreso en calidad de conferencista magistral, aun cuando en la actualidad, superando los 70 años, no ejerce la docencia universitaria. Entiendo que en las décadas de 1990, pero más aún en la anterior, colmaba los auditorios del sur del Perú, especialmente de la Universidad de San Agustín de Arequipa, que es su institución de procedencia, con impactantes arengas materialistas y marxistas, en una época en que el Perú venía signado por el terrorismo, inspirado en esas ideas materialistas y marxistas, precisamente. Los cambios ocurridos desde entonces en el mundo histórico han ido junto con un gran viraje en los discursos recurrentes de la izquierda; Lora Cam deplora esos cambios y, a través de su aceptación y su acogida por el auditorio, queda claro que quienes hacen o pretenden hacer filosofía andina, al menos quienes la hacen en los Andes y no en la Costa, aceptan con mayor entusiasmo las arengas materialistas, aunque sean ya discurso antiguo para la comunidad filosófica en general. ¿Por qué esto es así? En gran medida lo es en contraste con la evolución del discurso recurrente de la izquierda en los últimos 30 años. Se permita aquí un excurso.

Una vez que cayó el muro de Berlín, y en un lapso de tiempo récord para la historia del pensamiento, los filósofos o pensadores marxistas devinieron mayormente en lo que ahora se llama “liberalismo de izquierda”. Éstos se han desviado primero, en las décadas de 1990-2000, a dar soporte y hacer causa común con el programa económico y político liberal, pasando de la lucha de clases y la dictadura del proletariado, de Hegel, Feuerbach, Marx y Engels, a los derechos humanos liberales y la democracia, americanamente comprendida. Después, hacia 2000 y la actualidad, los discursos “de izquierda” han pasado a dar forma ideológica a agendas de estimulación social y ampliación de los espacios institucionales para la práctica del sexo, a dar articulación conceptual (sin mucho éxito que digamos desde el punto de vista estrictamente filosófico) a la idea de que los “derechos humanos”, un concepto filosófico ya por sí mismo discutible, pueden ser extendidos de la gente a los animales (¿pagan impuestos, tienen obligaciones, delinquen, van a las elecciones?, ¿cómo así pueden tener “derechos” los hipopótamos o los murciélagos?). El discurso recurrente de izquierda actual extiende la agenda ético-normativa del liberalismo, acentuando el individualismo metafísico que es la base de la ideología de mercado y su concepción de la sociedad humana como un acuerdo entre contratantes interesados en aumentar su cuota personal de placer y riqueza.

El desarrollo del discurso recurrente de la izquierda europea y anglosajona, sin duda, no ha calado en los Andes. Lora Cam dio una conferencia en Puno, ese jueves 29 de octubre, donde quedaba claro que la agenda individualista de la izquierda filosófica actual es inaceptable para él, pero también para el auditorio, ya que lo aplaudió: los animales no son hombres, hay placeres sexuales éticamente inaceptables o patológicos y todo compromiso con el liberalismo metafísico y el capitalismo es una renuncia a la emancipación humana. Aunque ninguna de estas posiciones fue defendida filosóficamente, interesa al hermeneuta que esa falta de argumentación no quitó para nada el favor de los asistentes. Eso tiene más significado filosófico que la argumentación misma de Lora Cam, que se puede por ello omitir. Se trata de un hecho que la historia del largo plazo juzgará tal vez como parte de la identidad y la fuerza de lo andino, justamente como un pensamiento y una manera de ver la vida extraña, en el sentido de genuinamente diversa, de aquello que el “liberalismo de izquierda” del Occidente considera la agenda y destino de las regiones donde es vigente.

Hablar de marxismo revolucionario y colmar con ese discurso las aulas y los auditorios culturales de 1980, como hacía Lora Cam, no era cosa de juego. El hecho de que aún llene los auditorios indica algo, algo local y andino, aunque no relacionado con el marxismo, pues la caducidad epistemológica y metafísica, pero también histórica del marxismo como una teoría, no requiere prueba. Pero volvamos al hotel de mi encuentro con Lora Cam, Pacha Hostel, en la primera cuadra del jirón Lima, de Puno, este jirón un lugar elegante donde una cena puede resultar más cara que en el europeo y exclusivo balneario costero de Miraflores. Lora, a quien yo no conocía, iba rodeado de su corte de rubias hablándoles en un español que ellas no entendían sino en inglés, idioma que Lora confesó no frecuentar; les comentaba en frenglish entusiasta sobre sus logros como filósofo. “He leído en mi vida 25 mil libros”, les comentó una vez, las ninfas oídos sordos. Su personalidad dominaba el escenario de mantequilla y pan serrano. Reclamando enfático un café digno de su fama en el sur andino, se hallaba allí quizá el último que es capaz de creer, fuera del argentino Atilio Boron, que los presupuestos conceptuales del marxismo son filosofía y, además, herramientas genuinas para interpretar la realidad social o histórica. Por motivos que me resultan extraños –e ignorando con quién compartía sus opiniones-, me refirió del “puro relativismo” que la hermenéutica filosófica significaba, y que en su opinión había contaminado el discurso de la izquierda andina, derivando su interés a “ritos ancestrales” y “la palabrería de lo originario”, que al final no era en su concepto sino “pura superstición y rechazo al progreso”. “A éstos (de aquí) se les ha dado en creer ahora en mitos y ritos de los Andes, cuando la filosofía, como todo el mundo sabe, se basa en la superación del mito por la razón”. “¿No es verdad que la filosofía nació cuando el hombre griego superó el pensamiento mítico?” “¿Quién podría negar eso?” “¿Acaso éstos (los asistentes al XV Congreso) quieren volver a la religión?”

Lora Cam, acto seguido, acusó a la hermenéutica –y creo que injustamente- de ser cómplice de la evolución del liberalismo de izquierda en sus agendas “frívolas” de animalismo y el fomento del individualismo sexual (dicho todo en términos algo más exactos y enfáticos, pero que la sensatez me siguiere no colocar aquí de manera literal). A esto último, relativo a la hermenéutica, volveré al final. Nada puede ser más equivocado ni más injusto que atribuir a la hermenéutica las agendas del activismo de los liberales de izquierda o sus doctrinas, pues si hay una filosofía incompatible con el liberalismo metafísico y sus extrañas agendas sociales, ésa es la hermenéutica. Gianni Vattimo, mencionado con especial interés en esta conversación por Lora Cam puede, en efecto, compartir algo del activismo liberal de izquierda, pues se halla comprometido con el movimiento y la ideología gay, pero creer que este filósofo particularmente es, como pensador y no como otra cosa, un liberal de izquierda, implica dos cosas que hablan mal del objetor: o uno no ha leído sus libros, que son lo que cuenta en filosofía, o uno no los ha comprendido, que es lo que cuenta de la lectura.

Como ya he anotado, Lora Cam suele ser algo excesivo en su forma de expresarse. Y se debe observar su especial inclinación por descalificar a las personas por razones que no son filosóficas, sino anatómicas, estéticas, étnicas o sexuales. Lo hace con un gran humor, pero que una cierta prudencia me obliga a depurar en mi recuerdo, aún fresco, cuya argumentación ad hominem los filósofos, en general, no consideramos ni muy amable ni muy convincente. Es bueno abandonar esa manera de hablar a los bloggers, pues son éstos los únicos -que yo recuerde- que son capaces de pretender que razonan con insultos sexuales y descalificaciones contra la persona sin que recaiga sobre ellos la sanción que la ley tiene prevista contra la difamación y las expresiones contra el honor, de las que yo mismo he sido a veces víctima. Cualquier demente puede argumentar de esa manera. Conozco uno que se ha querido suicidar varias veces en los últimos años por su espantosa obesidad y que, al momento de argumentar ad hominem en Facebook contra este pobre filósofo que nada le hace, parece dar lo mejor de sí mismo, ignorando que quizá su mayor logro en la vida es cobrar miles de dólares de una universidad millonaria sin trabajar. Otro de esos difamadores, que pasa por filósofo como el papel usado por los conductos de agua, y lo tengo en la mente porque me insultó reiteradamente en la cuenta de Facebook de un conocido lobbista corrupto “de izquierda” hace apenas un semestre, iba a asistir al Congreso. Quise ver su barba pelirroja al hablar de esa filosofía medieval de la que no sabe nada en el salón vacío donde yo y un par de gentes lo esperábamos, pero tuve la fortuna de que la fatalidad me privara de la descarga de su dudosa inteligencia. En todo caso, queda claro que toda cita textual de Lora Cam aquí ha sido desprovista de los epítetos personales reales, pues estas memorias, antes que tratar de describir la realidad, desean rescatar un razonamiento central del arequipeño marxista que es perfectamente correcto y que sólo él fue capaz de soltar en el XV Congreso.

Una de las razones de esta memoria es que pude observar en el transcurso del Congreso que Lora Cam no es el único filósofo regional en su honesta adhesión marxista. Aún la lucha de clases, la dictadura del proletariado, la violencia como partera de la historia y la ansiedad por una explicación filosófica basada en la economía o la racionalidad científica son frecuentes en los Andes. Lo extraordinario es que, como Lora Cam mismo ha comprendido, los marxistas regionales desconocen la problemática filosófica que plantea apostar por un pensamiento o, más aún, una filosofía andina y, a la misma vez, secundar todo este discurso de la lucha de clases, el proletariado, la violencia, etc. Quizá lo único que acerque a ambas aproximaciones es que pueden las dos pasar por “izquierda”; pero el capitalismo light de los socialdemócratas de la tercera vía, como Anthony Giddens o Philipe Petit es también de izquierda, y es bien sabido que nada tiene qué hacer esta “izquierda” con reivindicaciones indígenas, étnicas o culturales en general y se enlaza bien, en cambio, con el economicismo metafísico cuya agenda en el mundo ha generado la reivindicación de algún tipo de nuevo indigenismo, orientado a dar cuerpo a un discurso filosófico qué oponerle como respuesta. Tal vez muchos liberales de izquierda o izquierdistas tercera vía adopten discursos multiculturalistas, interculturales o de diálogo entre culturas, pero suele ser siempre bajo el esquema metafísico liberal, cuya consecuencia es el mismo economicismo metafísico contra el que, en el contexto del Congreso, da lugar y sentido a las posturas en favor de un pensamiento o una filosofía andina.

La filosofía del multiculturalismo, lo intercultural, etc. ha sido pensada en función de realidades sociales donde hay agrupamientos humanos cuyo encuentro va de la mano con un alto nivel de conflictividad; en esas realidades el lugar hermenéutico de encuentro es preferentemente una sociedad capitalista organizada metafísicamente, bajo valores e instituciones políticas liberales que se hallan fuera de cuestión y a la que se supone los agrupamientos humanos en conflicto desean pertenecer. Sin duda eso ocurre en el Canadá, donde Charles Taylor esbozó en la década de 1980 El multiculturalismo y la política del reconocimiento y por supuesto, ocurre en la Europa de la inmigración descontrolada que existe hoy. Eso no es lo que sucede en el mundo andino. Y tampoco lo que ocurre con las realidades histórico-sociales alternas del mundo contemporáneo, allí donde no hay gay marriage, donde por lo regular el poder no se separa de la religión ni se halla en conflicto con ella y donde, por lo demás, no hay tampoco crisis económica, ni inmigración masiva ni instituciones metafísicas liberales (y donde, por alguna razón será, estos discursos filosóficos sobre el multiculturalismo, etc. no tienen mayor interés). La filosofía de la que aquí se trata no ha sido pensada, como se hace aquí y se hizo en el XV Congreso, para afrontar el reto de sociedades que aspiran a situar sus creencias e instituciones políticas básicas fuera del esquema liberal que rige el mundo occidental actual; un horizonte economicista, cientificista y racionalista, y por eso también nihilista, donde no tiene sentido tomarse en serio las diferencias de los agrupamientos humanos exigidos de convivencia.

Quien desee pensar seriamente el mundo andino desde un ángulo filosófico no debería abordar los problemas que son de su interés desde la filosofía del multiculturalismo, etc. sino desde alguna filosofía que le permita diferenciarse del mundo Occidental sin tener, a la misma vez, que aceptar sus instituciones y sus valores, lo que evidentemente conduce tan solo a una penosa perplejidad. No vivimos en París o Londres, ni en la nueva Alemania multicultural, donde viviremos para verla escenario de las más atroces consecuencias violentas de una convivencia pensada neciamente.

Volvamos a Lora Cam. La tarde-noche que reconocí a Lora Cam y me acerqué a entrevistarlo, el jueves 29 de octubre de 2015, en el hotel, le hice una entrevista de unos 25 minutos, dedicada principalmente al problema filosófico que plantea la idea de un pensamiento andino y su relación con el marxismo. Alcancé a decirle de mi parte que el marxismo era tan apropiado para un discurso sobre agrupamientos humanos en conflicto como lo es el liberalismo en la filosofía del multiculturalismo, etc. Lora Cam juzgó a partir de sus presupuestos que ninguna posición de izquierda era compatible con la idea de un pensamiento, y menos de una “filosofía andina”. “¿Filosofía andina? ¿Qué es eso?”, me dijo Lora Cam. “Hablar así no tiene sentido”. En esto creo que se halla equivocado y, ya que su elocuencia y su seguridad no me dieron entonces oportunidad de argumentar nada más ante él, reservo un lugar más adelante para completar esa charla con mi punto de vista. Expresamente deseo aclarar que no lo haré para defender un pensamiento de izquierda, pues creo que el pensamiento o la filosofía andina no tienen por qué ser “de izquierda”, y que plantearse esos tópicos como si implicaran un compromiso de esa manera involucra lo andino con las agendas de la izquierda individualista liberal, sus instituciones y valores nihilistas, que, como ya se ha visto no parecen ser del gusto de loa andinos mismos. Lo haré en cambio para rescatar la pertinencia filosófica y el interés social e histórico que las posturas en favor de lo andino tuvieron en el XV Congreso. Vattimo recientemente ha intentado reivindicar el uso de “comunista” para hacer referencia a una postura de izquierda que se halle fuera de los lineamientos del “liberalismo de izquierda”, con lo que quiso significar que su posición filosóficamente hablando es confrontacional con el capitalismo y, de manera derivada ya, de sus agendas nihilistas. Una manera andina de hacer filosofía podría quizá ser denominada comunista, pero de ninguna manera marxista.

Aunque uno puede creer que Alain Badiou es comunista, que de alguna manera Ernesto Laclau y su esposa, o Gianni Vattimo también lo son, sería un grave error creer que se trata de pensadores marxistas como lo eran los de la época de la Guerra Fría. Los que en la actualidad se autodenominan “comunistas” no son estudiosos del legado de teoría económica o la filosofía de la historia de Carlos Marx, sobre lo que ya no se realiza estudios académicos significativos y resulta raro, en realidad, hallar estudios de cualquier clase, incluso para estar en contra. Y esto se debe a que, digan lo que digan los antes mentados, ellos mismos no se toman en serio los rasgos que definen el marxismo como filosofía: una metafísica de la historia, que es la traducción en términos sociales del lenguaje cientificista, racionalista y economicista que sería propio de un filósofo que verdaderamente fuera marxista. Tampoco se toman en serio pensar un régimen político comunista, donde reinara ese marxismo economicista, etc., en el sentido de no democrático-representativo, libre de esa amenaza a todo proyecto histórico de largo plazo antiliberal que son los procesos electorales que ahora se llama “democráticos”, aunque sería mejor denominar “liberales”, pues el ABC de todo conocimiento político sobre la democracia es que la liberal es solo una variedad de la democracia, aunque los medios de prensa se aúnen a la ignorancia para sostener lo contrario.

¿No son los procesos electorales los que hacen a los países andinos de izquierda gobiernos inestables y geopolíticamente vulnerables? Mientras escribo esto, resaltan los casos de Venezuela, el factor determinante de la revolución antiliberal en América Latina ,y de la Argentina, uno de sus sustentos más significativos y tierra de origen del Papa que, aliado de la revolución, puede verse pronto en conflicto con el proceso de su propio país. Todos sin excepción se adhieren a una manera de concebir la política para la cual la herencia ética y política de la Ilustración es determinante, algo que Vattimo y Santiago Zabala han denominado “democracia metafísica”, pero contra la cual no es mucho lo que han podido argumentar, en gran medida porque no han sido capaces de imaginar un régimen político que fuera políticamente incorrecto y que fuera viable en el largo plazo. Esto genera una distancia, hasta ahora insalvable, entre la realidad social e histórica de las transformaciones revolucionarias realmente existentes, no sólo en América Latina, y discursos como los de los mentados u otros.

El único país comunista de verdad en América es Cuba que, como realidad revolucionaria exitosa y vigente, tuvo en el XV Congreso a la profesora de la Universidad de Oriente a una representante genuina. Ella recordó a todo el auditorio (quien firma incluido) que si uno se halla interesado en la verdad de los problemas políticos y sociales, deberá ver el canal Telesur. Descubrí con sorpresa que la mayoría de los asistentes al Congreso veían ese canal. Ahora reflexionemos un poco. Cuando uno ve al actual presidente de Cuba en la primera fila de las grandes misas multitudinarias que se ha celebrado en La Habana en el último lustro, cabe preguntarse si él mismo es cientificista, racionalista o economicista como Lora Cam, o si cree en algún tipo de metafísica de la historia con esos rasgos en la cual Cuba fuera la realidad del Espíritu absoluto. En realidad el Presidente de Cuba parece ser comunista tanto como el teócrata de Irán, un clérigo chiíta que es más poderoso políticamente que el emperador al que ha sustituido con su revolución, o como el gobierno ruso, que ha sellado una alianza entre el Estado y la Santa Iglesia Ortodoxa y va camino a restablecer la monarquía, o el Presidente de Namibia, uno de los países que encabezan la resistencia global contra la ética sexual de los regímenes capitalistas y que, aunque los medios liberales tratan de dictador, la verdad es que es un gobernante democráticamente elegido. Con algo de reticencia, debe incluirse en esta lista, aparte de China e India, mega-países donde hoy se defiende las religiones nacionales a costa del Estado, se levanta o restaura los templos y se protege los cultos ancestrales, al Vaticano, cuyo gobernante dijo delante del Presiente del Ecuador hace unos meses –literalmente- que había que seguir “con nuestra revolución”. Todos estos países, desde Irán a la Santa Sede, son aliados del comunista de La Habana. Si hubiera algo “comunista” en todo esto, con certeza no hay nada en el significado de estas realidades político-sociales de racionalismo, cientificismo o economicismo. Nada de liberalismo de izquierda tampoco, que se filtra siempre a través de recursos o instituciones financiadas por los Estados Unidos o sus dependencias europeas.

La revolución no le consulta a los filósofos para ser o, como diría Joseph de Maistre, “la revolución camina por sí sola”. Al menos no le consulta a los filósofos que dan prioridad a los procesos electorales sobre el pensamiento de la realidad y terquean, como es fácil comprobar, con la Ilustración, la revolución sexual anglosajona -que acabará con la extinción de la raza europea-, el secularismo o el racionalismo cientificista. Los filósofos harían bien en preguntar a la revolución cómo es que ella va, por qué no es cientificista, ni economicista, ni racionalista, por qué la revolución va a misa y, para decir algo contrastante con Lora Cam, por qué no es marxista, siendo como Marx lo ha sido, y Lora Cam indudablemente lo es también, un hombre muy inteligente. Pero la inteligencia humana y la revolución parecen ir por caminos diversos y toda inteligencia humana que desee ser realmente revolucionaria debía preguntarle cómo va a la revolución misma en lugar de hacerlo a los filósofos del multiculturalismo, el liberalismo de izquierda o a Carlos Marx. Esto es posible filosóficamente, y es la hermenéutica, que no el marxismo, quien tiene las herramientas para hacerlo, para que la entrevista a Lora Cam se transforme en una entrevista al Ser.



 
Badiou o Vattimo, si son comunistas en algún sentido, calzarían como comunistas utópicos, esto es, unos comunistas llenos de esperanza social en un futuro mejor para los desfavorecidos, pero con la triste situación –que Marx no conoció- de no contar con ninguna teoría económica o metafísica detrás que justifique ese entusiasmo. Laclau y su esposa, Chantall Mouffe, son unos socialistas schmittianos, que  deben más a Heidegger que a Marx a la hora de hacer filosofía política. Como se ha visto, los desfavorecidos mismos, en aquellos procesos históricos que están en sus manos en la actualidad, sea en América, sea en África o Asia, debe decirse, tienen más que enseñar a un filósofo marxista que tuviera hoy la pretensión de hacer de su “vanguardia”; hacen mal los países que se dejan asesorar por filósofos liberales, que los atan a realidades que no corresponden con los cambios históricos realmente existentes, sus agentes y sus aliados políticos, sino que los hunden en el nihilismo en el que ha desembocado el liberalismo de izquierda. En este universo humano es manifiesto que el comunismo es “un fantasma que recorre el mundo”, pero lo hace, justamente, en su calidad de espectro; es una imagen del pasado resignificada en un contexto diferente. Demás está decir que Lora Cam sí se presenta a sí mismo como un comunista de la usanza antigua, es decir, como un marxista. De la entrevista que le hice no se deduce que crea en algún tipo de metafísica de la historia, y tal vez haya leído a Sir Karl Popper o a Karl Löwitt y, en cualquier caso, citó al primero de ellos como un gran filósofo, aunque es el mismo que escribió Miseria del historicismo para refutar las metafísicas de la historia de las cuales la marxista es una especie. Lora es cientificista, racionalista y economicista; estos son rasgos que un marxista comparte –curiosamente- con un liberal, sea de izquierda, sea de derecha. No sorprende nada que le resulte inaceptable cualquier posición relativa al pensamiento humano que carezca de estas características.

Como ya he anticipado, la breve entrevista entre Lora y yo trató el tópico central del XV Congreso Nacional de Filosofía, que era la cuestión de los conflictos culturales. Lora se presentó primero ante mí como un filósofo marxista. Luego de haberle yo preguntado por el contenido de su ponencia plenaria, esto es, de su conferencia magistral para el evento, que se esperaba para esa misma tarde-noche del 29 de octubre, ésta fue la respuesta: “vengo –me dijo- a poner en su lugar a todos estos filósofos andinos”; “ahora han venido con esta nueva moda de lo indígena, del pensamiento de los pueblos originarios, a hablar de pensamiento andino, de filosofía andina…”, “de cosas que no existen”; “hablan éstos de la pachamama, de la tierra y de los apus pero –enfatizó Lora- esas cosas no existen sino en la imaginación primitiva; son producto del pensamiento mítico, todo es pura superstición”. “La verdad es aquí que todo, o es ciencia, o no es nada” –esperó con fuerza Lora-. “Lo que no es ciencia, ¿qué cosa puede ser?... No es sino folklore, puro folklore, una cosa de antropólogos”. Y agregó al instante: “y, además, no está probado que la antropología sea tampoco ella misma una ciencia; es más, a pesar de los esfuerzos de los franceses, ni siquiera es una ciencia”; “todo no es más que puro mito, pura superstición”. “Y todos sabemos que los griegos crearon la filosofía cuando separaron el mito del logos, cuando descubrieron la razón, o sea la ciencia”; “no vamos a retroceder ahora, a renunciar al progreso, para volver al pensamiento ancestral, para salir de la civilización y volver, ¿a dónde?”.

En todo esto, que reproduzco casi literalmente –alusiones personales y chistes sexuales censurados- queda clara la autenticidad moral del pensamiento de Lora en tanto marxista, su consecuencia conceptual, su integridad como pensador que ha leído a Carlos Marx y su adhesión consecuente –se me permita insistir- al economicismo, al racionalismo y al cientificismo. Y, en efecto, la adhesión a estas posiciones excluye, suprime, elimina toda capacidad de diálogo paritario con lo que Lora denominó en la entrevista “folklorismo andino” y que, de manera más técnica, podríamos denominar más bien culturalismo que, debo decir, ha sido la posición predominante en el XV Congreso, que la mayoría de los asistentes cubrieron de ropaje marxista sin percibir nada de lo que Lora dijo tan acertada como enfáticamente. Como una observación de pasada, declaro que Lora hizo uso de una extraordinaria capacidad de referir adecuadamente autores de teoría social, psicología, antropología y filosofía de la ciencia para sustentar y dar cuerpo a su argumentación, que sin embargo resultó –sin duda involuntariamente- tan breve. Pero fuera de Gianni Vattimo, Lora Cam no mencionó a ningún autor que recuerde mi mente posterior a 1990.

Lora agregó luego un paréntesis digno de observación y que va a ayudarme a llegar al punto final de esta memoria. Dijo Lora Cam, ya con el chofer esperándolo en la puerta del Pacha Hostel: “¿Y de dónde sale esto de volver al mito, de renunciar a la razón?”. La respuesta es de lo más interesante para quien esto firma. “Estos Feyerabend, los Lakatos introdujeron el caos en la teoría de la ciencia, ya desde Popper, y después apareció la hermenéutica. Y viene luego esto de la posmodernidad, ¿qué es la posmodernidad?, imagínate, los filósofos pos-modernos, que dicen que la ciencia no conoce la verdad o que la verdad no existe, y que la ciencia es cosa superada, y se aparece este Gianni Vattimo a decir que ya se acabó la epistemología y a cuestionar la modernidad, que la ciencia debe ser superada”.

He omitido las frases o expresiones cuyo tono alto es a la vez inútil y cuyo desarrollo pudo oírse luego en el auditorio. Lora Cam, tal vez sin proponérselo, dejó en claro que el discurso sobre lo andino o los conflictos de culturas son epistemológicamente incompatibles con el racionalismo, el economicismo y el cientificismo, que es lo que nos interesa aquí resaltar y cuya paradoja subyace, como antes he subrayado, en la filosofía del multiculturalismo, etc. que se ha creado en los países liberales para resolver sus problemas de integración entre agrupamientos humanos en sociedades donde, supuestamente, hay un consenso general sobre los valores e instituciones liberales. Antes que problemas filosóficos, la filosofía que trata estos temas en los países hegemónicos se halla interesada en la implementación de políticas sociales de asimilación o convivencia con agrupamientos altamente disímiles en una cultura liberal. Allí la filosofía se halla enmarcada en el interés, metafísicamente anterior, de conservar sociedades capitalistas ricas con poblaciones complejas. Nada de eso tiene que ver con el mundo andino, como tampoco con el mundo ruso, o chino o japonés. Quien quiere una filosofía propia, andina o peruana, debía primero pensar en la realidad que debía suscitarle el planteamiento de sus problemas; si esa realidad se halla sólo en los libros en inglés, en la televisión de cable o en la ideología de los colectivos sociales financiados por los Estados Unidos, ya se entiende qué realidad quiere atender ese pensamiento “andino”.

La primera consecuencia de lo arriba expuesto es que todo marxista o posmarxista que es economicista… etc., practica una especie de magia conceptual cuando quiere llevar a cabo empresas tales como la filosofización del patrimonio cultural andino. Para que esto sea posible, por decirlo en lenguaje kuhniano, se requiere de un paradigma diferente, que no sea economicista, cientificista, etc. Por la misma razón el pensamiento y las agendas del liberalismo de izquierda, que presuponen de igual modo una suerte de consenso en que todo lo que importa es económico, que el único criterio de examinar y comprender la realidad es la razón, y que degrada, posterga o minimiza lo ancestral, originario, tradicional, mítico o religioso en nombre de un saber más cierto o científico nada tiene que aportar en una articulación conceptual de raíces o intereses andinos. Lora, pues, tiene toda la razón en eso.

Si hay algo de la entrevista con Lora Cam que me deja sumamente insatisfecho, y con lo que deseo terminar estas memorias, que entiendo ya deben resultar excesivas para el lector, es que no parece conocer la hermenéutica, ni su significado como discurso filosófico orientado a la interpretación de realidades sociales, incluyendo allí los conflictos de culturas o los conflictos en general. Su extremo racionalismo, cientificismo, etc. se sostienen en gran medida en el desconocimiento de la hermenéutica lo cual es, se me permita decirlo, intolerable académicamente hablando. No se trata, como dijera Vattimo en la década de 1980, de que la hermenéutica es un lenguaje “koiné” de la cultura, pues no creo que eso sea cierto realmente. El vocabulario social recoge, hasta hoy, ideas metafísicas del siglo XVIII que cualquier filósofo atento a la historia de su propia profesión sabe que no tienen sustento, y a veces ni siquiera sentido, como “razón”, “progreso”, “Historia”, “libertad”, etc., por citar solo algunos de los que generan menos resistencia en el inconsciente filosófico. La gente educada, por las razones que fueran, incluso dentro de la esfera de la tradición filosófica, da por sentado que los códigos de interpretación liberales de la experiencia humana tienen un contenido normativo, esto es, que son criterio para calificar y estimar un trabajo filosófico como bueno o malo, o al menos como peligroso.

Es una circunstancia afortunada que esta realidad normativa y punitiva no agote nunca del todo el quehacer filosófico y que siempre sea posible, institucionalmente hablando, que haya filósofos anómalos que sean capaces, tengan el interés, o simplemente se dejen llevar por motivaciones para las que eventualmente ellos mismos no se hallan preparados para procesar. En este ámbito del pensar, hermenéutica y pensamiento andino, hermenéutica y saber de los pueblos originarios, hermenéutica y conflicto entre la cultura local y su verdadero otro, que es el liberalismo, se hallan juntos. La hermenéutica, un pensar histórico, que parte de la finitud humana, ha sido pensada para hacer un lugar para aquello que la Ilustración europea había rechazado. Y es desde ese lugar, lleno, en efecto, de ritos, misterio y religión, que la revolución tiene lugar.



Caetera desiderantur…

Acceso a Conferencia magistral XV Congreso Nacional de Filosofía (Puno)

Hago accesible al público el documento de mi conferencia plenaria en el XV Congreso Nacional de Filosofía, dictada en el Auditorio de la Universidad Nacional del Altiplano el 29 de octubre de 2015.


Aunque el texto se inspira en un artículo de 25 páginas que será impreso próximamente, el texto fue especialmente escrito para ser leído en el Congreso y se centra en el tema del nihilismo.

Para tener acceso al texto basta aplastar la imagen del emperador a la izquierda y tener abierta una cuenta de gmail.com o Facebook.


lunes, 2 de noviembre de 2015







Declaración de Puno

En Puno, el día 31 de octubre de 2015, la asamblea que representaba la comunidad filosófica del Perú firmó la Declaración de Puno, un documento que simboliza las aspiraciones de la comunidad filosófica peruana por un nuevo orden político, la apuesta por un pensamiento alternativo al pensamiento único, tanto desde la cultura nacional peruana, la herencia ancestral de la cultura de nuestros antiguos reinos prehispánicos así como de la tradición filosófica, a la que ese patrimonio va adherido.

Abajo el texto oficial. Fue firmado por Zenón Depaz, Fidel Tubino Arias Schereiber, Aníbal Quijano, Héctor Escarza, Lucio Vizcarra, Víctor Samuel Rivera, Claudio Chipana, Carlos Mora, Fidel Gutiérrez, entre otros.




XV Congreso Nacional de Filosofía
Universidad Nacional del Altiplano
Puno Perú
Declaración de Puno
Los miembros asistentes al XV Congreso Nacional de Filosofía “Conflictos culturales, actualidad y perspectivas”, reunidos en la ciudad de Puno, declaran:
Los conflictos culturales tienen como causas factores socioeconómicos que conllevan situaciones de injusticia y marginación por lo que, para la solución de estos conflictos, es imprescindible el rol protagónico del Estado y de los agentes del conflicto mediante el diálogo intercultural.
El mundo actualmente vive tensiones y conflictos de distinta naturaleza originados por las inequidades globales como son la distribución desigual de la riqueza, la opresión y la falta de reconocimiento e inclusión de los pueblos originarios respecto de sus derechos y formas de pensar ancestrales.
El Perú es un país pluricultural y multiétnico con más de 40 etnias y lenguas aborígenes distribuidas a lo largo de las tres regiones de nuestro país, y aún enfrenta retos históricos como es el caso de la reivindicación social y cultural de los pueblos originarios.
La educación representa uno de los ejes centrales en la elaboración de objetivos nacionales, programas y estrategias para abordar problemas cruciales de desarrollo, identidad y soberanía nacionales. Pero la educación no solo debe tener un carácter nacional sino también intercultural y debe sustentarse en la diversidad inherente a la nación peruana, recogiendo permanentemente el legado cultural de los pueblos andinos, amazónicos y de la costa.
Rechazamos toda forma de discriminación de cualquier naturaleza a toda persona o grupo social en razón de su color, raza, lengua, origen o etnia. Al mismo tiempo abogamos por el respeto mutuo la riqueza cultural de nuestros pueblos originarios quienes practican la reciprocidad, la interrelación comunitaria, la solidaridad y el trabajo colectivo como forma de vida.
La filosofía y las ciencias humanas en general son herramientas fundamentales, metodológicas, teóricas y educativas que deben contribuir a la formación de una conciencia crítica nacional, promover el amor a lo nuestro, y la valoración y preservación de nuestro rico acervo cultural, es decir, una conciencia transformadora para afirmar la plena dignidad de nuestra condición humana. Todo ello en la medida en que el conocimiento debe ser una fuerza liberadora y afirmativa de las potencialidades humanas, posibilitando además el acceso a las adquisiciones culturales, tecnológicas y científicas para la elevación del hombre en comunidad, reconociendo los aportes milenarios de los pueblos aborígenes.
La filosofía no es un saber abstracto sino que implica un compromiso con la realidad. Sin rechazar las categorías que provengan de otras latitudes, nuestra mayor meta es, desde la filosofía peruana, la constitución de un pensamiento propio que recoja los valores y aportes de las ciencias, las artes, la cultura popular y de todas las manifestaciones de nuestro patrimonio nacional. Creemos que todo ello debería estar incorporado como lineamiento en los currículos educativos a nivel nacional. Por esta razón se debe normar la enseñanza de filosofía en los establecimientos escolares del país.
La filosofía peruana es un saber continuo que no nace con la colonización sino que se enraíza en el legado milenario de los pueblos prehispánicos cuyos avances civilizatorios dan cuenta de un alto desarrollo cognoscitivo y que se sintetizan en la armonía del hombre con la naturaleza, el principio de la acción comunitaria y el respeto a la Pachamama, es decir, el medio ambiente.
En suma, creemos que la filosofía peruana puede contribuir a la construcción de una cultura nacional diversa, plural, democrática e igualitaria dentro de un Estado que tenga un carácter fundamentalmente intercultural.
Suscriben esta Declaración los abajo firmantes, asistentes al XV Congreso Nacional de Filosofía.
Puno, 30 de octubre de 2015

domingo, 25 de octubre de 2015

Mi participación en el XV Congreso Nacional de Filosofía






Este jueves 29 de octubre de 2015 voy a dictar en calidad de conferencista plenarista (o sea, que se dirige a toda la asamblea en pleno y no en un panel aparte) la charla "Charlie Hebdo". En este blog he colgado la primera versión de la primera parte del texto completo, que va a publicarse en España este trimestre. Para el Congreso he reescrito íntegramente el documento con el objetivo de hacerlo accesible como forma oral de expresión. No corresponde con el anticipo del blog ni con el texto que se está imprimiendo en España.

 La versión del texto de la conferencia plenaria tal y como voy a leerla el jueves 29 se halla en www.academia.edu bajo el título:


Víctor Samuel Rivera

Charlie Hebdo

Conferencia plenaria
XV Congreso Nacional de Filosofía (Perú)
Universidad Nacional del Altiplano 2015



martes, 20 de octubre de 2015

Sexo, ironía y solidaridad




Francis Bacon y la política del milagro
Prioridad de la profecía sobre la ironía (III)

III. Sexo, ironía y solidaridad



Víctor Samuel Rivera

Miembro de la Sociedad Peruana de Filosofía


Si dejamos de lado el Novum Organum, la Atlantis Nova resulta ser el texto de Lord Canciller que resulta el más atractivo de cuantos compuso para nosotros, los presentes, en gran medida porque reviste un significado histórico profético que consideramos cumplido en el mundo en que vivimos. El teléfono, los submarinos, los aviones y los motores son, a efectos de la esencia de nuestro mundo, no ilusiones cumplidas por accidente, sino realizaciones históricas que revelan en el utopista una forma de conocimiento anticipado, la realidad consumada de un pronóstico feliz. Los logros tecnológicos predichos por Bacon dejan muy sorprendido al lector del siglo XXI, en gran medida, porque sus anticipaciones han podido lograrse largamente por la realización de ese mismo movimiento metafísico político que Lord Canciller quiso legislar en la Instauratio Magna. Se trata de la dimensión dramática y metafísico-mística del autor, con la que se rematará más adelante este ensayo para hacer honor a su título. Pero ahora interesa un aspecto peculiar de la Atlantis Nova que va acompañado de la anterior: ésta se halla atravesada por una clave irónica, del todo autobiográfica, y que nos devuelve al tema de la tensión antes anotada entre ironía y metafísica.



Bacon imaginó el futuro social de una sociedad altamente tecnologizada, esto es, transformada en un entorno tecnológico que es fácil imaginar como el que habitamos hoy. Puede resultar difícil ver el carácter sorprendente de nuestro tema. Miramos a través de la ventana; un conjunto de cables de usos diferentes se entremezclan sombríos y retorcidos sobre un poste de concreto; aparecen a la vista delante del árbol que Bacon tal vez hubiera visto antes en su propia ventana. En lugar de una comunidad de metafísicos patéticos y amargados por un saber que no muy en el fondo no los hace felices, Lord Canciller puso unos simpáticos y amables criollos del conocimiento como habitantes de ese mundo futuro sorprendente; para probarlo, hizo lo que hace un auténtico ironista, es decir, el opuesto del metafísico vengativo que Riva-Agüero veía como ventaja social de los peruanos; reírse algo de sí mismo, casi un síntoma de confianza que equivale a recibir al extraño con un cálido apretón de manos en lugar de hacerlo con un balazo. Bacon dejó su Atlantis Nova, un escrito más bien tardío, aparentemente sin terminar; la escribió en inglés, aunque tuvo de ella traducción latina; según su secretario Rawley, con la finalidad de que pudiera alcanzar mayor lectoría; esto no es nada extraño en una época en que la humanidad culta occidental, desde Viena hasta Lima, hablaba latín, y los diplomáticos el español, aunque era posible también hablar inglés, si es que uno vivía aislado del mundo en la modesta y gélida Inglaterra.

En Francis Bacon la ironía no excluye la profecía, que es una aproximación bastante más dramática de la relación del pensador con el mundo social, pero la matiza. Ésta es una clave del pensamiento de quien se creyó durante un par de siglos el diseñador del mundo moderno; de haberlo sido realmente, el mundo del hombre se habría abstenido de horrores que, desde 1793 en adelante, han desgraciado la memoria que los presentes tenemos de la era moderna; sus discutibles promesas metafísicas hoy se precipitan en el mar de la desesperación, más o menos como les sucede a los osos polares montados en los varados trozos de hielo flotante del Polo norte.



Nada hacía presagiar a Bacon la transformación social que vendría de la mano de su imaginaria Atlantis Nova, esa isla regida por las ideas fuerza de la Instauratio Magna. Pero vayamos a la ironía. Las páginas que han quedado redactadas dejan un enorme espacio para tratar sobre la necesidad de la vida familiar, de lo importante que es tener hijos y cómo una constitución política saludable, como la que Atlantis Nova representa, debe fomentarla. Bacon dedica varias páginas a explicar con detalle algo que se llama la “Fiesta de la Familia”, que es a la vez una solemnidad social y un premio para los hombres que se dedican a poblar la islilla con su progenie. Se trata de una fiesta enteramente política, que nada tiene la ciencia que ver con ella, con la que “se muestra que la nación es toda bondad”. Los detalles sobre cómo se venera la familia en la obra son abundantes y es innecesario o redundante señalarlos aquí. Quizá lo más interesante es la dignidad que se confiere en esa fiesta a la figura del padre, no por su bondad, ni por sus cualidades morales en su rol paternal, sino por sus logros en el mundo de la generación, por su productividad sexual, por decirlo de alguna manera. El padre premiado, que adquiere por ello el título de “Tirsán”, que es una suerte de reconocimiento nobiliario, al alcanzar un número notable de descendencia recibe por ley un homenaje por el clan al que pertenece, en presencia de su completa descendencia en tres generaciones. Es altamente significativo que Bacon, aunque estuvo felizmente casado, no tuviera él mismo ningún descendiente en su estéril matrimonio; esto resulta bastante gracioso si se toma en cuenta que se trata de la realidad del legislador externo que celebra la reproducción como una ley social necesaria. Pero esto no es todo. El lector sensible a los mensajes cifrados de lo que hay que leer entre líneas descubre además que todo este asunto familiar se liga con un tema que no era de tan fácil tratamiento a inicios del siglo XVII, a saber, el control, administración y goce de la lujuria. Sin duda, para dedicarse a Tirsán y tener muchos hijos hay pocas vacaciones en el mundo del sexo.

Atlantis Nova presenta un largo acápite ligado al anterior dedicado a explicar la necesidad de promover el matrimonio y, en cambio, censurar las prácticas sexuales extramatrimoniales, “las malas prácticas” y “los vicios”, incluida la prostitución, a lo que se une una denuncia explícita y detallada de la homosexualidad, todo lo cual se remedia en la isla con un casamiento precoz. La ocasión del acápite ocurre siete días después (una cifra por lo demás mística, pues se relaciona con la creación del mundo, los ciclos cósmicos y la perfección espiritual), ante la aparición extraña de Joabín, un judío al que primero se excusa de los males que Bacon describe los de su casta tienen en las sociedades cristianas de su tiempo. Joabín es, pues, en un esquema innegablemente antisemita, el hombre malo que se ha ennoblecido como consecuencia de vivir sometido bajo una constitución justa. Bensalén, la capital de la islilla, “se halla libre de vicios” (sexuales, se entiende) y es “la virgen del mundo” –dice Joabín-. Uno se sorprende de esto último, que se decía también de Isabel I de Inglaterra, la Reina buena parte de la vida de Bacon. El matrimonio es exaltado por el judío simpático para “poner remedio a la concupiscencia ilegal”, a diferencia de las sociedades reales, una de las cuales tiene al propio Bacon por súbdito y al sucesor de Isabel por Rey. Es en estas sociedades reales, como la Inglaterra isabelina pudo serlo, donde hay “multitud de hombres que prefieren ser solteros” y que llevan así “una vida impura y libertina”; allí son frecuentes “el deleite en brazos meretricios”, “los lugares de perdición” y también las prácticas homosexuales, en las que se subraya no poco; Joabín el judío sostiene que en la Virgen del mundo la pederastia es rara (lo que el lector entiende es en contraste con Inglaterra, donde se sugiere por lo mismo que no ha de serlo tanto) y, en cambio, es abundante la “amistad inviolada” (o sea, sin sexo entre hombres). Bacon, cuyas prácticas sexuales fuera de su matrimonio tardío y estéril se desconocen y debió deleitarse o no con ellas cuando su vigor adulto lo asoció al joven conde de Essex, se casó bastante tarde, cuando Essex era cosa pasada; se aplican a él mismo, por tanto, las denuncias de permisividad y egoísmo de los hombres que no se casan, de los que en su juventud “disipan vilmente su vigor” en prostíbulos o con muchachos (o ambas cosas) en lugar de hacer familias y procrear. Atribuir a la Atlantis Nova un trasfondo irónico no resulta, como se ve, ninguna exageración.  Tal vez explique que su autor esperara a la muerte para que su fiel secretario procediera a enviarla a la imprenta.

El ironista, a diferencia del metafísico vengativo, se reserva un lugar amplio para la autocrítica y, si propone prácticas serias, no es al menos con la cólera de un metafísico, resentido con lo que los demás hagan o no, en último término, con su existencia limitada y pasajera.

Es extraño que aparezca en la Atlantis Nova un personaje especial cuya función narrativa sea dar explicación a los usos sexuales en Bensalén, y más cuando se hace de ese personaje un judío. En un contexto antisemita (como lo es el del texto) lo que permite inferir esto es que, en cualquier caso, no hay que tomarse demasiado en serio las afirmaciones del buen personaje. Hay algo de picaresco en medio de toda esta santurronería matrimonial. En cualquier caso William Rawley, no sólo secretario, sino también biógrafo de Lord Canciller, enfatiza que Bacon, aunque siendo mayor en edad ya para casarse, encontró la manera de hacer gozar sexualmente a su mujer y que ésta se hallara por ello felizmente casada con su esposo viejo, al que sucedió en la muerte décadas después tan satisfecha que se quedó completamente sola y sin hijos; esto parece ser una velada excus

a para quien de joven debe haberse servido de su vigor juvenil con prácticas riesgosas o experimentales; la castidad, así, a secas, en la Inglaterra protestante que Bacon dibuja, pareciera reservada a dos posibles  candidatos: la hipocresía y la Reina. El lector contemporáneo de la obra, quien no debía ignorar la biografía a voces de Bacon, debe haber ubicado las ironías señaladas arriba sin mayor dificultad.

En las primeras páginas de Atlantis Nova se presenta un sutil chiste en medio de la visita inglesa a la isla. Un funcionario de Bensalén, la capital de la utópica islilla del Mar del Sur, se aparece de pronto ante los asombrados marinos. Les anuncia la acogida y el buen trato que el reino prodiga a los viajeros, a los que casi se conminaba a quedarse para siempre con atractivas ventajas luego de haberlos amenazado con la expulsión. Todos serían debidamente alimentados y albergados; los heridos y enfermos reciben trato inmejorable en lo que se denomina la Casa de la Salud que, por cierto, da ocasión para referirse a las expectativas sociales de un mundo regido metafísicamente por una constitución móvil, pegada más al cambio que a la permanencia. Entonces sucede un episodio que muy fácilmente puede, al lector del siglo XXI, pasar desapercibido, pero que debió causar más de una sonrisa en el siglo XVII. El representante de la expedición, largamente cargado de doblones, ofrece al funcionario una compensación por su gentileza, una recompensa por ofrecimientos tan atractivos para marinos enfermos, perdidos y cansados. “¡Doble sueldo!” –replica el funcionario de Bensalén- y abandona la sala, con los doblones allí son tocar. Esto, que deja perplejos a los viajeros, ocurre no una vez, sino dos, lo que da lugar a una explicación (esto es equivalente a otro Joabín saliendo de la nada en el escenario); es obvio que esta actitud de rechazo de recompensa material parece insólita a los marinos a quienes, por el contrario, les resulta natural ofrecer homenaje en dinero a quien los atiende. Entonces se les contesta que una ley muy importante del reino en el que han ido a parar indica que los funcionarios públicos no deben aceptar dádivas en el cumplimiento de sus funciones. Esto asombra a los ingleses, que sin duda estaban acostumbrados a prácticas contrarias, como en el caso del sexo en los hombres que se casan por cumplir cuando se han hecho largamente incapaces para engendrar, y posiblemente para prodigar cualquier clase de ternura física, sea a hombre o a mujer.

En Bensalén se ve muy mal –incluso moralmente mal- que quien goza ya de un salario estatal como funcionario reciba cualquier retribución extraordinaria, una mala práctica entonces, que se conoce en la ciudad como “doble sueldo”. Esto, que no es sino un gigantesco chiste, no ha sido muy subrayado que digamos, ya que los historiadores suelen ser más metafísicos que irónicos cuando recuerdan a los filósofos. Los marinos –habría que escribir “los ingleses”- varados en Bensalén insisten en prodigar doblones a quienes los atienden, cada vez con mayor motivo, pues los favores recibidos son cada vez más grandes. “¿Doble sueldo?”. Eso no puede ser, al menos no en Bensalén. Pero, por supuesto, es regla que vale sólo en una isla que sólo existe para la literatura utópica del siglo XVII. Está presupuesto que es una norma más o menos irrazonable, utópica en un sentido bastante picaresco, y Bacon se cuida de no halagarla demasiado. La insistencia en algo tan pueril, sin embargo, dice mucho de la empresa general a la que Bacon se ha consagrado: la ciencia moderna resulta ser menos metafísica, en sentido rortyano, que la nueva. Es escéptica, como lo era la ciencia experimental de inicios del siglo XVII, pero no en nada vengativa ni amargada.

Para comprender la ironía del doble sueldo (tipo de efecto que tanto Rorty, Nietzsche y Riva-Agüero practicaron no poco en sus textos) hay que adentrarse algo en la biografía del Lord Canciller, que el auditorio original sin duda, a diferencia de nosotros, tenía muy presente. De este hombre, a quien se reconoció en especial en los siglos XVIII y XIX por su supuesto rol decisivo en la historia de la filosofía moderna y la ciencia experimental, un lugar que –por razones que ahora debe desestimarse- el siglo XX ha preferido regalar a Descartes, debe recordársele las prácticas que le fueron más familiares a Bacon en vida realmente, que no la ciencia.





Lord Canciller se dedicó durante décadas a la carrera judicial y la política, en las que concentró su interés principal y, valgan verdades, la mayor parte de su tiempo útil. En vida fue un político práctico, un cortesano ansioso que requería de dinero para conservar el ritmo de vida que su familia le había prodigado, un político para nada extraño en la ruta de los favores de la Corte, dúctil y permeable según las circunstancias. Bajo el reinado de Isabel I ejerció de Guardasellos Real, como había hecho antes su padre, e hizo de asesor del desdichado conde de Essex; el joven Essex a quien tanto tiempo consagrara es famoso en la historia de Inglaterra por un fallido golpe de Estado contra la soberana (algo ya bastante irónico por sí mismo, por cierto). Bacon, su consejero, su amigo, se libró de la pena de traición que recayó sobre Essex traicionándolo a su vez a él mismo, participando en su contra en el juicio que por esa causa se le hiciera a su (ex) protector. Luego, una vez libre de Isabel, que por algún motivo no se esmeró gran cosa en promoverlo en el mundo político que él asediaba, se las arregló por su proximidad en la Corte de Jacobo I, su sucesor, para ganarse el favor del monarca; no le fue nada mal: hacia 1620 recibió rápidamente del soberano los títulos de Barón de Verulamio y luego de Vizconde de San Albano, honores nobiliarios que sin duda merecía en gran medida por sus libros, en especial sus libros de historia política dedicados a la Casa Real, que ahora ya no resultan tan meritorios, pero que lo eran y mucho en el mundo social de la Inglaterra del siglo XVII, así como por su larga carrera administrativa, que tan poco tiempo le dejaba para la ciencia experimental que la posteridad le haría fundar. Pero lo que interesa aquí, aparte de la política, es la labor fundamental de Bacon, que fue durante décadas el sustento de su no tan opulenta casa: la práctica del Derecho. Pronto el juez cuyo trabajo auspiciaba su a veces escasa mesa habría de pagar el precio de sus aventuras en la Corte.

Los enemigos de Bacon, quizá envidiosos de los títulos nuevos recogidos bajo Jacobo I y sus extrañas intrigas cortesanas, no muchas semanas después de que el Rey le concediera el título de Vizconde de San Albano, lo acusaron públicamente nada menos que por el cargo de “doble sueldo”. Y la gracia le costó al buen Bacon unos días en las mazmorras de la Torre de Londres, algo bastante lejano de haber sido un chiste.

Bacon se hubo desempeñado como juez durante años, ya desde el reinado de Isabel quien, aunque se abstuvo de tenerlo muy cerca, lo hizo nombrar Canciller, una dignidad única nunca antes concedida a nadie. Para 1621, que marca su estadía en pris

ión, los rivales de Bacon encontraron que la legislación de la época condenaba –al menos de nombre- el recibo de “doblones” por parte de alguna de las partes en un proceso judicial, en particular de la parte que resultaría beneficiada finalmente de la prudencia del juez. Esta conducta en la actualidad se llama cohecho, y su consideración como delito en la función judicial se halla fuera de discusión.



Como resulta notorio, Bacon fue denunciado y condenado por sus enemigos políticos por el delito de cohecho, que es una variedad de corrupción de funcionarios públicos; como juez, esto es, como funcionario de la monarquía inglesa, Lord Canciller cobraba ya un sueldo; los “doblones” que le fueron regalados por la parte ganadora del litigio mientras el proceso se hallaba en curso contaban, pues, como un sueldo aparte. Estamos ante un caso que en Bensalén se hubiera considerado de “doble sueldo”. Aunque se sabe que Bacon negó que la dádiva recibida hubiera influenciado en lo más mínimo en el resultado del litigio del que él se desempañaba como juez, esta defensa está muy lejos de ser creíble y parece, a la luz de la distancia, que los litigantes generosos recibieron al final del proceso judicial un trato largamente esperado del juez al que apoyaron con su dinero. Debe subrayarse aquí que la práctica del cohecho en el ambiente judicial inglés de 1621 no podía revestir la gravedad que ahora sería común atribuirle. Una prueba de ello es que los personajes que llegan de visita a la islilla de Atlantis Nova consideraran normal pagar unos doblones de más al funcionario que cumplía debidamente con su trabajo, justamente por lo bien que lo hacía; esto sugiere que debía ser normal que los funcionarios públicos ingleses no fueran muy eficientes que digamos en su trabajo sin una ayuda extra, por lo que pasaba por razonable recompensarlos si hacían bien las cosas, o bien servía para estimularlos en poner esmero en los resultados. Esto sugiere además una velada queja por bajos estipendios laborales de los jueces, que la sociedad compensaba con dádivas, como es costumbre hoy con los policías peruanos y otros funcionarios ligados a la práctica jurídica. No extraña nada que los marinos se admiraran, como una práctica exótica propia de desconocidos parajes del Mar del Sur, que se considerara esta acción generosa más allá de los límites de la moral.

“¿Doble pago?”. En Inglaterra el doble pago le costó a Bacon no sólo la cárcel, sino también una multa más que considerable, en especial si uno se acerca a las cuentas privadas de Lord Canciller, un castigo bastante cruel para quien no se consideraba ya nada bien pagado y, quizá lo peor de todo para un intrigante cortesano que amaba la política y era cercano de Jacobo I, la prohibición de aparecerse un tiempo por el palacio real, al que debía ver nostálgico y pobre desde larga distancia.



Si bien la historia del doble pago y las intrincadas referencias a la vida sexual que Bacon pudo haber razonablemente tenido no son ni con mucho las únicas ironías encerradas en la Atlantis Nova, sí bastan para este texto como ejemplos lo suficientemente elocuentes de la clave irónica que atraviesa transversalmente la obra; esto permite inferir una lectura entre líneas como una propuesta elaborada desde un estado de ánimo ironista, y tal vez no sólo en Atlantis Nova, sino incluso de la obra entera de Bacon. Volviendo a la distinción entre amargados metafísicos, sedientos de deseo de venganza e incapaces para el otro, frente a los pastueños, simpáticos y abiertos que Rorty supuso debían ser los ironistas, hay detrás más que sólo una actitud de mayor o menor control del carácter, que de otro modo sería mera anécdota y psicología superficial. Para Lord Canciller la exploración científica moderna, incluso por su propia definición, era una actividad social, lo cual en gran medida involucra una concepción diferente del rol de la filosofía (e incluso de la metafísica) respecto de las instituciones sociales. Un texto que plantea la transferencia del programa metafísico de la Instauratio Magna a un mundo social orientado por una metapolítica del movimiento involucra una concepción, un estado de ánimo sería mejor decir, irónico, frente a uno metafísico, obsesionado por la verdad, que Bacon tomaba también como quietud, esto es, falta de cambios y transformaciones constitucionales a lo largo del tiempo. Con el antecedente manifiesto del escepticismo de Sextus y sus contemporáneos Montaigne o Sánchez, que él mismo resumió en su teoría de los ídolos, descansa una metafísica política, una metapolítica, que se opone a la metafísica del resentimiento y la venganza, que aparentemente Bacon atribuyó a la concepción social del conocimiento heredada del mundo antiguo, las universidades y, sobre todo, de la demoniaca escolástica aristotélica.



No es éste el momento de indicar la concepción histórica que Bacon tenía de la metafísica, disciplina que se hallaba cuidadosamente excluida de la tabla de conocimientos que se halla en De Dignitate et Augmentis Scientiarum (lo cual va bien en un relato ironista de cómo entender la ciencia). Es conveniente recordar aquí sin embargo cómo hemos tomado el término “metafísica”. De un lado, lo hemos referido como sinónimo de metapolítica, para sugerir un concepción general de la política en una constitución orientada al movimiento social a través del conocimiento; de otro, sin embargo, con base en Rorty y Nietzsche, hemos tomado el término como el estigma de un ironista que se siente más estimulado en el conocimiento como un resultado antes que como una verdad. Esto último es un lugar común del discurso filosófico desde la recepción de Heidegger por la izquierda francesa y europea en general de las últimas décadas que, de ese modo, ha incorporado también la versión más nefasta que Nietzsche tuvo de ella y con la que finalmente se ha terminado soldando. En la actualidad la academia al uso describe la metafísica como ese saber amargado frente al cual se alza el gay saber de posnietzscheanos, neoheideggerianos, posestructuralistas, pragmatistas, posmodernos y hermeneutas; todos se definen a sí mismos contra la metafísica así entendida como anti-metafísicos o posmetafísicos, gentes felices que han superado la metafísica o se dedican a deconstruirla, esto es, a destruirla, a hacer cosas estéticas y no conflictivas con ella. Pero esto que podemos llamar anti-metafísica tiene detrás de sí una agenda que se refiere al rol que la metafísica ha cumplido en el pasado respecto de las instituciones sociales y que casi nunca se menciona. En todos los casos el punto común de los anti-metafísicos es negar la función que tuvo otrora la metafísica, incluso hasta la Crítica de la razón pura de Kant (1781), como rectora y garante de los intereses sociales y sus instituciones.

En el segundo prólogo a la Crítica, de 1787, Kant expresaba angustia al representarse qué sucedería en el mundo político si, no sólo se hubiera descartado socialmente la lógica antigua y la filosofía escolástica, como había hecho la ciencia moderna, sino si hubiera caducado también la metafísica como tal. La metafísica no sólo pretendía haber sido o había sido principalmente una actitud, sino que –al margen de toda actitud- cumplía funciones sociales en relación con el sentido de las instituciones; razonablemente, Kant pensaba que estas funciones serían requeridas siempre y, terminada su práctica como un saber institucional, sus funciones sociales pasarían a ser el trabajo de los detractores de la metafísica, de ateístas, librepensadores, socinianos o libertinos -para utilizar palabras de Kant-, esto es, de anti-metafísicos no ironistas ni simpáticos, sino amargados y resentidos que, en su afán contra la metafísica, eliminarían de ella el saber para quedarse con lo más nefasto de ella, algo que Kant denominaba “dogmatismo”, esto es, su apuesta por la permanencia en lugar del movimiento social. En esto serían tan conservadores como los antiguos cultivadores teleológicos del saber, pero desde un punto de vista que hoy llamaríamos nihilista. Ateístas, socinianos y libertinos se complacerían luego del fin de la metafísica en destruir nihilistamente las instituciones sociales, sin comprender que sin ellas no es posible la constitución metapolítica basada en la ciencia que desea reemplazar la antigua metafísica y que, finalmente, constituía el mundo político mismo en que estos ateístas, etc. querrían vivir.

Es muy curioso que ateístas, socinianos, libertinos y liberales de izquierda casi nunca (o nunca) esclarezcan qué debe hacer la filosofía después de la metafísica en relación con las instituciones de las que ahora ya no se ocupan aparte, naturalmente, de contribuir a su destrucción. El lector pudiera sentirse algo desilusionado ante una historia de la ciencia moderna en que la verdad de la ciencia, y no la ironía, ha jugado un rol importante –y muchas veces nefasto- en los efectos históricos de su éxito y predominio. La verdad goza del prestigio de ofrecer seguridad y estabilidad, frente a las ofertas de una metafísica política del movimiento y la revolución, pero goza de ese prestigio acompañada con el odio y el resentimiento nihilistas que ellos mismos atribuyen a la metafísica que combaten. Kant en gran medida transfirió las funciones sociales de la metafísica al pensar del futuro, es decir, a la profecía, algo que hizo peculiarmente en sus textos de filosofía de la historia; eliminó el saber metafísico, creyó desechar la amargura y el afán de venganza que trae consigo y conservó el rol de llenar de ilusiones al hombre en su visión del futuro. En cierta forma compartía ideas comunes con ateístas, libertinos, etc. respecto de la revolución liberal que esos pensadores llevaron a cabo en 1793, pero creía que la metafísica podía convertirse en profecía, en un discurso para pensar el futuro como una promesa y una esperanza que se podía pronosticar. Kant, lector consumado de Bacon, puedo haberse sentido inspirado por él. 


No sería una imagen adecuada la que aquí se ha dado de Bacon si se ignorara que el espíritu irónico de Lord Canciller iba revestido por alguna clase de garantía de estabilidad para las instituciones que no quería fundar con la metafísica, en el sentido teleológico que el saber cumplía en la visión premoderna. El lector que lea con calma la Atlantis Nova descubrirá que Bensalén, y el reino del que era capital, no son realidades socialmente revolucionarias; aunque las inspira una metapolítica, una idea metafísica del mundo social y es, por tanto, un pensamiento del cambio político e histórico, el libro describe el modelo de una sociedad políticamente estable. El Descartes de 1637, que tan cerca se halla de Bacon en su concepción política de la ciencia, se cuida de observar que, aunque considera que la sociedad debe inspirarse en una metafísica del movimiento social, eso de ninguna manera debe interpretarse como el programa de una transformación violenta de las instituciones humanas. La violencia, parecen haber pensado Bacon y Descartes, debe ser separada de la metafísica política. El reino ideado por Bacon existe casi desde el inicio del mundo y se ha adaptado en el tiempo a toda clase de cambios (ya que lo rige una constitución del movimiento) sin haberse sumergido nunca en una revolución semejante a la inspirada en Francia por esos mismos socinianos, ateístas, libertinos (y cafeterías para liberales de izquierda) cuya obra Kant había advertido en la Crítica de la Razón Pura como una amenaza digna de ser detenida.

El reino de Bacon desconoce el cambio violento de régimen y su constitución, por tanto, es a la vez inveterada y pacífica. No hay nada en Bacon que, como sí en Kant, estimule e impulse el cambio revolucionario de régimen político. Pero no es precisamente la ironía el factor que le confería esa estabilidad a sus instituciones, sino otro elemento que Bacon asoció con la ironía y que resulta sorprendente encontrar en quien durante dos siglos se tuvo como fundador de la ciencia experimental y el mundo moderno que vino aparejado en la realidad con ella.
 
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