Víctor Samuel Rivera

Víctor Samuel Rivera
El otro es a quien no estás dispuesto a soportar

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Doctor en filosofía. Magíster en Historia de la Filosofía. Miembro de la Sociedad Peruana de Filosofía desde 1992. Crío tortugas peruanas Motelo y me enorgullezco de mi biblioteca especializada. Como filósofo y profesor de hermenéutica, me defino como cercano a lo que se llama "hermenéutica crítica y analógica". En Lima aplico la hermenéutica filosófica al estudio del pensamiento peruano y filosofía moderna. Trabajo como profesor de filosofía en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos; he trabajado en Universidad Nacional Federico Villarreal desde 2005. He sido profesor en la Facultad de Teología Pontificia y Civil de Lima hasta 2014. He escrito unos sesenta textos filosóficos, de historia de los conceptos, filosofia política e historia moderna. Tengo fascinación por el pensamiento antisistema y me entusiasma la recuperación de la política desde el pensamiento filosófico. Mi blog, Anamnesis, es un esfuerzo por hacer una bitácora de filosofía política. No hago aquí periodismo, no hago tampoco análisis político de la vida cotidiana- De hecho, la vida cotidiana y sus asuntos no son nunca materia del pensamiento.

domingo, 21 de junio de 2020

Entrevista de José Chocce Peña (parte I-III)



#FilosofíaEnTiemposDePandemia

Lima, jueves 18 de junio de 2020
Víctor Samuel Rivera

1— ¿Qué opinión le merece toda la situación actual que vive el mundo y entorno a la pandemia COVID 19?


      
  Sobre las opiniones soy escéptico, aunque el mundo al que pertenecemos, en cambio, deposite su fe en ellas. Sobre temas públicos, altamente sensibles, y con hondo sentido político y moral, se recurre al artista, se acude al cómico, a la persona que lee las noticias; cuando no al mero y anónimo caminante, que es la expresión más íntima y esencial del opinador. A fines de la década de 1990, con la aparición y masificación de la computadora portátil y del internet, pareció cumplirse la utopía más ansiada del mundo moderno, el mundo de la comunicación transparente y sin límites, la sociedad posmoderna, la sociedad que Gianni Vattimo denominó entonces “transparente”; líquida o fluida, para pensar el tema en la terminología entonces tan potente de Zygmunt Bauman. De pronto la opinión, lo que los griegos llamaban éndoxa, la opinión como el derecho ilimitado a decir lo que sea sin importar de los labios de quién, terminó por ser el faktum de la razón posmoderna o, mejor dicho, de la posibilidad realizada donde el conocimiento y la opinión se han vuelto idénticos entre sí.

   
         El mundo al que pertenecemos, como un mundo humano específico donde opinar y estar en la opinión, por así decirlo, es lo más metafísico a donde nos es lícito llegar, es un mundo cuya constitución es un no saber donde el opinador reconoce sus derechos. Este tiempo y mundo hace de la comunicación su trabajo, su actividad realizadora. Y es como un mar de cristal donde cada uno que ve, ve lo mismo. Esa sociedad transparente de la década de 1990 era como el Mar de Cristal, una figura profética del Apocalipsis de San Juan evangelista. El Mar de Cristal es un extenso piso de espejo. Hacia el fondo el buen Dios sentado. Allí doce santos obispos metropolitanos se ven a sí mismos, y entonces, echando sus coronas al suelo, se humillan y adoran, una figura maravillosa de la liturgia Confiteor Deo omnipotenti, solo que sin ningún Dios que la contemple en su trono Un inmenso espejo, una comunidad del espejo. Y, de pronto, el evento. Ha acontecido que el espejo ha sido roto, ya que no por la opinión del hombre que no se humilla, sí por la Corona soberana de un virus que inesperadamente yace sentado.



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